La Piedra Rosetta de la felicidad

¿Existe tal cosa? ¿Una Piedra Rosetta de la felicidad que nos descifre sus claves? Científicamente hablando… naaaa. No vamos a hablar científicamente, que yo no entiendo de hormonas, ni feromonas. Hablemos de la felicidad práctica. Que de la vida entiendo un poquito. Como usuaria, más que nada.

Empiezas a escribir y sientes que es algo muy importante lo que tienes que comunicar y le das a la tecla como una posesa. Dos días después, entras de nuevo en tu texto para descubrir que es poco menos que autoayuda barata… 🙂 Y dudas. ¿Lo borro? Pero te pilla el toro así que, ¿por qué no seguir adelante y ver a dónde te llevan tus palabras?

No te confundas pues. Este es un post de autoayuda amateur. Si buscas algo serio y contundente que cambie tu vida, aquí no lo encontrarás. Que lo sepas.

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Esa cosa rara llamada felicidad

Me hallo en un estado muy parecido a la felicidad. Creo. Me acuesto tarde porque dedico las noches a las cosas que me gustan, que durante el día no puedo hacer. Como consecuencia, me levanto borracha de cansancio… Preparo el día como puedo y con el tiempo justo. Los niños al cole, nosotros al trabajo. “¿Cómo era hoy, corasón? ¿Tu este y yo el otro? ¿Yo los dos? ¡Ah! que hoy tu te has cogido fiesta… ¡Suertudo! Entonces, yo me llevo a la mayor al médico a la salida del cole/trabajo? Listo”.

Y así cada día. Cada día un nuevo plan. Parecido pero distinto al anterior. Perdidos. Confundidos, sincronizamos agendas. ¿Cómo era hoy? Con más o menos estilo, vamos saliendo adelante. Y ya sabemos cómo son los meses previos al verano: todo son funciones del colegio, reuniones, fines de curso, espectáculos de las actividades extraescolares, cierres de proyecto, finales de obra, parece que se acabe el mundo y tengamos que despedirnos de todo antes del verano…

Autoayuda de mercadillo

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En ese torbellino de acontecimientos, estreno nuevo día. Vestida. Medio desayunada. Niños entregados. Corro al metro. Para eso tengo que conducir primero hasta el fin del pueblo. Llueve, meto un pie (y su correspondiente manoletina) en un charco. Corro como una loca para pillar el tren… y lo pierdo. Pero no refunfuño. Nada. Cero. Saco mi libro, casi aliviada, y busco un banco. Respiro hondo y sonrío (o me como un plátano que metí en el bolso porque no me daba tiempo a desayunar).

En las cosas del trabajo todavía no voy a pensar. Ya lo haré cuando llegue. Esta hora de trayecto es entera para mí. PARA MI. Y sentadita en el vagón leo. Pienso y respiro hondo. Whatsappeo con un par de amigas o con mi madre. Escribo en el móvil, hasta que me quedo sin batería. Y anuncian unas obras en las vías, un cambio de tren y un retraso (llevamos semanas así) y bien. ¿Que le voy a hacer? Irritarse no sirve. Hay que ajustarse. Salir un poco antes… y rezar.

Y seguir batallando. Arreglando lo que se puede arreglar. Alterando el plan, si el actual empieza a hacer aguas y seguir pisando fuerte. Fuerte… o flojo, la cuestión es seguir pisando. Avanzando, pasito a pasito. Vendrán tiempos mejores… y peores también. Así que, toca acomodarnos en la butaca de la vida, palomitas en mano y meternos en nuestro papel, como si nos fuera la vida en ello. Porque nos va.

La importancia de las cosas

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Las cosas tienen su importancia, sí. Pero la mayoría de las veces mucha menos de la que le damos. ¿Has probado a subirte a un avión, sobrevolar el territotio que habitas y darte cuenta de lo pequeñito e insignificantes que parecen tu vida y tus actos desde ahí arriba? Es una experiencia casi religiosa. Alejarte de tu vida tanto que las penas ya no duelan, te hace ser mucho más eficiente a la hora de resolver problemas.

Un contratiempo no. Un reto

Si cada tropezón (o morrada) que nos damos es algo terrible que lamentar y llorar… es un no parar. Mejor empezar a pensar de otra manera y recibir los contratiempos y las bofetadas de la vida como retos para salir adelante más sabios. Una enfermedad inesperada que va a producir cambios de ritmo, reajustes y puede que incluso intervenciones. Puedes negarte a aceptarlo y regodearte en tu pena o puedes ocuparte de ello. Tu salvación, y la de los tuyos, es tu misión. Tomar las riendas y buscar soluciones que alivien, te hace sentir mucho más poderosa que el lamento. Lamentarse y conseguir la pena de los demás ¿para qué? Más ocuparse de las cosas y menos hablar de ellas, que en la acción (y por supuesto la informacion) está el poder.

Las decisiones “erróneas”

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Las decisiones que hemos de tomar. Acertaré, no acertaré. Parálisis total. Las opciones son múltiples. Los resultados inciertos. Indecisión. Estancamiento. Sin embargo, la NO-decisión es la peor de todas, porque conduce a la inactividad, a dejar las cosas como están o, permitir que otros decidan por ti. Y eso produce enorme desasosiego y la sensación de que tu vida no está en tus manos… ¿Y si resulta que ni la opción A, ni la opción B son malas? Toca decidirse por una de ellas y adelante. Ya se verán los resultados. Serán comparables o no. Pero solo en ese punto podremos evaluar y decidir si seguimos por ahí o reconducimos. Y listo. No es el fin del mundo. Toma decisiones y sé consecuente.

Lo que esperas de los demás

Karma y felicidad. ¿Qué esperas de los demás? ¿Esperas amor, cariño, arropo, chistes y risas? ¿Alivio y calor de hogar? ¿Esperas amabilidad y ternura? ¿Qué esperas de tu pareja, de tus hijos o de tus amigos? ¿Esperas que te quieran? ¿Que te respeten? ¿Esperas amor fraternal/filial? ¿Que te inviten a cenar y a merendar? Bueno, pues… ¡sorpresa! para el resto del mundo, “los demas” eres tú.

Y da gracias, jodía

Conviene dar gracias por todas las cosas chulas de la vida, que no son pocas. Pero también por otras cosas a priori menos chulas, que vienen ocultas bajo un envoltorio en forma de enfermedad, soledad, divorcio, pérdidad de un empleo o de la ficticia sensación de “seguridad”… Demos gracias por esos “regalos”, que al final del camino pueden resultar los que más nos engrandezcan. Nadie dijo que esto iba a ser facil. Demos gracias por lo que nos depara la vida (dificultades incluídas) and… let us go with the flow.

Gracias por leerme, reina. 😉

Fotos: Pixabay

Nuria Puig

Mi nombre es Nuria pero, donde vivo, tienden a llamarme Julia. He tirado la toalla y, si me llamas Julia, también me giraré. He trabajado en construcción y en educación pero lo que hace que me olvide de comer y de beber es: escribir. Voy por la vida con Gorro y a lo Loco

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1 comentario

  1. Dar la gracias, fundamental para mi amiga.
    Un besazo enorme

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