Por qué los hoteles de Levante no son Kellerman’s

Corría el año 1987 cuando se estrenó Dirty Dancing, una película de culto para las féminas de más de una generación. En ella, además de un tío que estaba cañón y lo virginalmente tórridos (por aquello de que las escenas de sexo no se ven, solo se intuyen) que pueden ser los romances de verano, descubrimos un concepto de vacaciones que en España no estaba tan de moda y que hoy tiene su máximo exponente en Marina D’Or: los hoteles para vacaciones familiares.

Ay, ese hotel enorme con su vida paralela en la zona de servicio, con ese grupo familiar en la gerencia, ese leve tufillo a rancio… Yo, que en aquella época era más de apartamento en Benidorm con tíos, primos y demás parentela, me moría de ganas por estar en un sitio así pero no hubo suerte y mucho me temo que, aunque la hubiera habido, tampoco se hubiera parecido a lo que se veía en la película. Hoy os cuento por qué los hoteles de Levante nunca serán Kellerman’s.

Traje una sandia dirty dancing

La zona de empleados

La primera en la frente: los empleados no viven en el hotel así que difícilmente podrás llevar la sandía. Ya te he fastidiado toda la historia de romance. Los trabajadores van, trabajan y se marchan, lo mismito que hacemos todos en la oficina solo que su oficina tiene 500 habitaciones y bufé libre en desayuno, comida y cena. No te digo yo que no queden después para echarse unos bailes y tomarse unas copas, pero eso será en algún chiringo del paseo de la playa. Nada de cabañas para empleados, ni siquiera habitaciones. Nein.

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El servicio de animación

Y es que, para qué engañarnos, no hay animador más molón que Patrick Swayze que entre los espectáculos que se montaba con su compañera en los hoteles aledaños y las clases de “baile con pasión” (¿sería por eso lo de dirty (sucio en inglés) dancing?) que les dedicaba a las señoras alojadas en Kellerman’s lo tenía todo hecho. El animador de hotel de Levante es una cosa más de andar por casa, que está tan puesto en las canciones de los Cantajuegos como en el hit del verano (y los de los anteriores). El animador de Levante sabe bailar, intenta cantar y se inventa actividades para los niños. Es un ser omnipresente que conoce los nombres de tus hijos e intenta no cruzarlos con los de los demás mientras mantiene un leve tonteo con cada una de las mamás. Es un ser entrañable al que es difícil no coger cariño aunque solo sea porque te permite tomarte una copa tranquila viendo a tu churumbel hacer la taza, la tetera y todo el menaje del hogar. ¡Ojo! tiene derecho a sus libranzas en semana y en esos días todo es susceptible de empeorar. Una de las cosas más bizarras que viví en nuestras últimas vacaciones fue un espectáculo que comenzó siendo burlesque, con señoritas bailando en poses sugerentes, y finalizó en asesinato cuando el speaker sacó una pistola y se cargó a todo el elenco. Ideal para traumatizar a los niños de por vida, oiga.

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Los ancianitos

Ay, esos entrañables ancianitos que recorrían Kellerman’s  y los hoteles cercanos limpiando las carteras de los adinerados huéspedes. En nuestra particular versión patria levantina con lo que arramplan esas parejas de jubilados que disfrutan de los viajes del Imserso es con el bufé libre. Mientras permanecen en el restaurante el goteo de platos hacia sus mesas es incesante… e inquietante ¿serán capaces de comerse todo eso? La respuesta es sí, se lo comen. Pero resulta aún más inquietante lo que ocurre después ¿quién no ha visto en sus manos esos sospechosos paquetitos envueltos en servilletas de papel? ¿De verdad aún tienen hambre? En lo único que se parecen a los primeros es en que ellos también tienen el don de la ubicuidad: estés donde estés te los encuentras.

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La glamourosa mujer del mafioso

Vale, acepto barco, en ninguna parte se dijo que era un mafioso, más bien parecía un hombre de negocios, pero ese poderío en la timba a mí siempre me hizo sospechar. ¿Qué hombre le da pasta a otro para que entretenga a su mujer? ¿Quién? No me digáis que no es raro. Total, que ahí los tienes, él apostando a las cartas con otros machomen alojados en el hotel y ella suspirando por pasar sus noches entre los brazos de Johnny. Ella, que está cañón (o eso se supone), no soporta ver que este le cambia por Baby… ay, que me pierdo y no era esto lo que yo venía a contar aquí. En nuestra versión levantina encontramos un híbrido entre la típica maciza de las pelis de Pajares y Esteso y la otrora famosa Brigitte Nielsen… con unos cuantos añitos más. Debió de estar (muy) buena porque conserva tipazo y entrada en sus más que probables casi sesenta sigue llevando modelitos que no dejan nada a la imaginación. Escotazos, tirantes y minifaldas son sus must,  rubio oxigenado, labios operados, cejas tatuadas y pechos de impresión sus signos de identidad. Se hace acompañar de un maromo que recuerda al rubio cachas de los programas de José Luis Moreno, sensiblemente más joven que ella. Son del Este de Europa. Muy España cañí todo.

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El camarero

Te cambio un camarero con futura carrera en cualquiera de las Universidades de renombre estadounidenses por otro con deje andaluz. El primero se intenta ligar a tu hija para ver si le dejas una generosísima propina que le ayude a costearse esos estudios tan carísimos que está a punto de comenzar. El segundo se gana a tu hijo a fuerza de regalarle piruletas, te intenta echar un cable para que coma y todo a cambio de qué, de nada, porque él sabe que esto es España y, aunque mantiene la esperanza de que un día le sueltes un billete de propina aunque sea de 5 €, no las tiene todas consigo. Tiene menos raigambre, pero dónde va a parar, es mucho más práctico.

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La función de fin de temporada

Si ya te veías bailando el Hula-hula como la hermana de Baby ¡olvídate! en los hoteles levantinos la temporada no acaba nunca. Termina el verano y llega el Imserso con sus jubilados y después de eso ya es verano otra vez. Así en una suerte de bucle infinito en el que lo único que cambia es la tetera por los pajaritos. Los hoteles levantinos son el máximo exponente del “siempre abierto”. Es lo que tiene el spanish sun.

Estas son algunas de las razones por las que los hoteles de Levante nunca serán Kellerman’s. ¿Se os ocurre alguna más? ¿Me contáis vuestras anécdotas de vacaciones?

Let B. Díaz

Soy Leticia la mamá de Ojazos desde 2013, mujer desde 1978. Siempre corriendo y con mil cosas en la cabeza para hacer pero con poco tiempo para llevarlas a cabo. Escribo en Esto no es como me lo contaron y Las Letras de Let porque es lo que más me gusta hacer en el
mundo. Activa, habladora y comprometida, cabezota y risueña vivo en una permanente contradicción. Necesito contar las cosas que me pasan para que no se me enquisten en alma.

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6 comentarios

  1. Yo te imagino bailando el hula hula 😛

    1. Y eso que no sabes que yo me bailo lo que me echen 😉

  2. jajajajaja. No he podido parar de reír con lo de la sandía. Imaginándome que por culpa de no llevar la sandía, me perdía todo mi amor platónico de verano!!! aixxx, que penica!! jajajajajaja. Y todo porque no ponen casetas tan chulas para los empleados, estos hosteleros tacaños!!! 🙂 🙂

    Saludos

    1. Ay, amiga, seguro que encontramos otra razón como excusa para iniciar el romance de verano… y nos ahorramos fastidiarnos la espalda con el peso de la sandía 😉
      ¡Saludos!

  3. Jajajaja viva los camareros andaluces. Los señores del imserso hacen dieta todo el año para comer en los viajes estoy segura!

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