¡Vaya despiste!

Cuando no éramos madres no éramos tan despistadas. Es posible que no tenga que ver con la maternidad sino con el hecho ineludible de que nos hacemos mayores. Pero un día las redactoras de Mujeres y Madres empezamos a poner nuestros despistes en común y después de morirnos un rato de risa, descubrimos que mayormente la cabeza la tenemos para hacer bonito y también que mal de muchos, consuelo de tontos. Hoy os queremos contar nuestros grandes despistes para que veáis que no sois los únicos desastrosos y digáis con nosotras ¡vaya despiste!

Vía

El día que me fui cuatro días a Madrid sin el monedero (Sara Palacios)

Pues el caso es que soy bastante controladora y el día de antes saqué todo de mi bolso para comprobar que lo llevaba todo. Miré treinta veces si llevaba los billetes, tanto físicos como en el móvil, así como cargador por si acaso me quedaba sin batería y alguien me sustraía el billete del AVE. Vamos, rozando la paranoia. Saqué todo, me aseguré de que estaba y me marché. Con tan mala suerte que puse el abrigo justo encima del monedero y me fui sin él. Fue llegar a la estación de Delicias en Zaragoza, acercarme al cajero para sacar dinero … y OMG, percatarme de que no lo llevaba. Sabía que me lo había tenido que dejar en casa porque desde el recuento no había ido a ningún sitio así que estaba segura de que no me habían robado. Faltaban 20 minutos para que saliera el tren y no me daba tiempo a ir a casa así que me dije ¡Qué diablos! Y me marché a sabiendas que iba con una mano delante y otra detrás. Cuatro días. Enteros y verdaderos. Yo sola.

cartera

Llamé mi amiga Patch y le pedí que me sacara algo de dinero. Le hice una transferencia con paypal para no ser más morosa de lo estrictamente necesario. Llamé a mi oficina y le pedí a mi compañera de trabajo que me enviase mi carnet de identidad escaneado al correo electrónico. Otra amiga bloguera (para que luego digan que no hay solidaridad en el gremio, que hasta me prestan pasta, y eso sí que es una muestra de amor) me avaló en los apartamentos que había reservado. Porque yo iba toda pichi diciendo que ya estaban pagados… ¡pero no contaba con la fianza! Conseguí sobrevivir hasta el último día que me personé en Atocha con muchísimo tiempo (los dos trenes que había perdido en los meses anteriores a pesar de mi puntualidad compulsiva) para volver a casa… y resulta que me habían sacado mal el billete de la vuelta. Yo había mirado la hora, pero no se me ocurrió pensar que podían haber equivocado el día. Así que ahí estaba yo en Atocha, sin billete, sin dinero, sin DNI, como una pordiosera de la vida. Menos mal que tengo amigos hasta en el infierno y San Internet vino a mi rescate. Me compraron un billete desde su casa y me lo mandaron a mi móvil ¡y hasta nos dio para sumar los puntos a la tarjeta tempo!

Desde entonces se forjó una leyenda y hay quienes están convencidos de que Madrid me quiere para sí.

El día que me fui a trabajar en zapatillas de andar por casa (Pilar)

Desde que trabajo en casa hay muchos días que lo hago descalza, en chandal o en zapatillas de estar por casa. Ahora no importa.

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Pero cuando trabajaba en una oficina de 8 a 3 en Madrid y con un montón de gente a mi alrededor, el tema era completamente diferente.

Un día de esos que te levantas y vas en automático, sin saber muy bien cómo ni por qué, me subí en el coche y me fui a trabajar con las zapatillas de estar en casa.

Me di cuenta cuando ya estaba en la oficina y llegando justísima de tiempo, así que era imposible volver a mi casa para cambiarme (porque no vivía precisamente cerca del trabajo).

Si por esto fuera poco, ese día tenía una reunión con un hombre de otra empresa y yo no sabía qué hacer para que no me vieran en zapatillas. Pero el destino se apiadó de mi alma porque aquel señor en cuestión, se puso enfermo y llamó anulando la reunión (ufffff). Así que tuve que aguantar el cachondeo de TODOS mis compañeros de trabajo durante meses, pero al menos no fuí a aquella reunión con las pantuflas.

El día que dejé olvidada a mi hija en clase de ballet (Merak)

Entre turnos y suspensiones propias y del padre de las criaturas, requisitos académicos de las retoñas y la legión de extraescolares -a estas alturas por duplicado, rara vez coincidentes y en puntas dispares de la ciudad- os podéis imaginar que en mi familia, como en muchas otras, es necesario hacer una planificación muy detallada para que todo vaya sobre ruedas. La rutina es nuestra gran aliada pero, en ocasiones, también juega en nuestra contra. La repetición en las tareas hace que en ocasiones actuemos en automático y ahí es donde aparece el despiste, el error.

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Dos veces por semana aparco en doble fila y la niña, recién salida de ballet, salta al coche casi en marcha y enfilamos la ruta hacia casa. Así, mes tras mes durante los últimos tres años. Aquella tarde fue diferente. Nos convocaron a una reunión, así que tuve que planificarme con tiempo y, mientras la profe nos contaba los pormenores de la actuación de Navidad, los niños esperaban jugando en otra sala. Como siempre voy con prisa, cuando consideré que la reunión estaba perdiendo su razón de ser y comenzaba a convertirse en pura “terapia de grupo” decidí escabullirme.

Cinco minutos después, a punto de entrar en el garaje, vi el coche del padre de las criaturas en la calle aparcado y mi mente calibró la situación: “Seguro que R. ya habrá ido a por la peque, así que ducha rápida y…”. Sí, la peque es cosa de él pero… ¿y la mayor? ¡Horror! ¡La mayor estaba conmigo, pero ahora ya no está! ¡Me la he olvidado en la academia!

Y ahí volví haciendo un rallye en hora punta. Pero lo peor de todo no es el olvido -que también-, sino su cara, esperándome con la monitora y diciéndome “¡Otra vez!”… Porque sí, esa misma semana, su padre se la había olvidado en clase de inglés. Y sí, como sospecháis, yo le eché entonces una “chapa” increíble a mi marido por irresponsable. Y ¡claro! con los nervios, a mí me dio un ataque de risa floja que ni disculparme con la profe podía. Y cuanto yo más me reía -pero no un poquito, no, a carcajada limpia- mi pobre hija, con razón, más se indignaba.

El día que cogí un tren que no llevaba a Venecia y que además no tenía paradas (Patch)

Por extraño que parezca, esta no es una cosa que me pasara cuando vivía de erasmus en Italia, aunque podría. Esta historia sucedió unos años después cuando me fui una semana al bel paese con mi amiga Rosa y en plena emoción nos vinimos arriba y decidimos improvisar una parada en Venecia.

Como éramos recién licenciadas y por lo tanto inframileuristas, no estaba la cosa como para pasar la noche en la ciudad de los canales porque es carísima, así que decidimos alojarnos en Padua, que si Google no miente está a 40 km de Venecia, o lo que es lo mismo, un viaje en tren de 14 minutos. Mi amiga Rosa tiene gran fe en mí y decidió que yo era la que llevaba la voz cantante con los trenes, así que después de mirar mil horarios vino conmigo al andén 4 por el que pasaba un tren donde ponía Venecia y algo más a lo que no di importancia.venice-298315_640

Allá que nos montamos pensando que subíamos para un viaje de un cuarto de hora escaso. Nos sentamos al lado de una ventana y empezamos a ver pasar montañas, bosques y viñedos. Como somos unas cotorras íbamos distraídas, se nos pasó rápido el tiempo, tan rápido que cuando miramos el reloj vimos que llevábamos casi una hora de viaje.

En esto pasa el revisor (he de decir que los revisores italianos tienden a odiar a los españoles porque ejem, es bastante fácil colarse en los trenes) y nos pide los billetes. Le doy los billetes y le pregunto si falta mucho para Venecia, que qué raro que llevemos tanto rato sin haber llegado, si ha habido algún problema y que por qué no había habido ninguna parada desde Padua.

El hombre me mira asustado y me dice:

– Señorita, es que este es el tren sin paradas que va a Munich.

Lo que aquel señor no sabía era que nuestro avión salía al día siguiente desde Roma. Lo que aquel hombre tampoco sabía era que no llevábamos mucho dinero. Por suerte sí supo leer en nuestra cara que nos habíamos equivocado de buena fe y no nos habíamos colado por toda la cara, así que nos explicó que en media hora más llegaríamos a un pueblo donde sí que había una parada (no me preguntéis que yo tampoco entendí el hacerse un guay diciendo que no había paradas y luego sí) donde podríamos dar la vuelta.

Tuvimos suerte y en un par de horas más llegamos a Venecia. Eso sí, aquella noche dormimos en otro tren camino a Roma porque se nos escapó el último tren con horario decente.

El día que la lié parda porque por mis gafas de sol yo ma-to (Verónica Trimadre)

Contexto: estoy de compras en el supermercado con mis nuevas Rayban (entonces eran lo más en gafas de sol).

Hechos: de pronto, macarrones en mano, me viene a la cabeza que he posado mis gafas en la caja de los tomates mientras desenrollaba una bolsa del rollo del demonio. No recuerdo haberlas cogido después. ¡Arrrrgh! Vuelvo sobre mis pasos y verifico con horror que ya no están ahí.  Detecto por el rabillo del ojo a un sujeto sospechoso con chupa de cuero y mirada furtiva. Hago mala leche al cuadrado. Observo el abultamiento de su cazadora a la altura de su bolsillo… Como si tuviese Rayos X en la mirada, las veo ahí dentro, las presiento. Mis Rayban están en su poder, ¡malditoooo! Los siguientes minutos me dedico a perseguirle torpemente por los pasillos.

Desenlace: desesperada, me dirijo al guarda de seguridad y le narro lo acontecido. Le doy las coordenadas del sujeto y lo describo físicamente. El buenguarda escucha pacientemente mi speech. Solo al final se decide a interrumpirme con un demoledor: “Señora, las gafas que le han desaparecido ¿no serán las que lleva usted en la cabeza, no?

Orejas gachas y salida por la puerta del ratoncito Pérez. De mi carro con la compra ya… ni me acuerdo.

El día que no encontraba las llaves del coche para volver a casa (Natalia)

Supongo que muchas habréis sentido en algún momento esa sensación de no haber vivido cosas. Un ejemplo. Ir en el coche o en el metro, llegar a tu destino y no ser consciente de como has llegado hasta allí. Pues eso es lo que me pasó a mi un día que fui a buscar a mis niñas al cole. Llegué, aparqué, fui hasta el cole, las recogí y cuando regresábamos al coche para volver a casa… ¡Oh my good! Ni rastro de las dichosas llaves del coche. No tenía ni la más remota idea de lo que había hecho con ellas. No recordaba el momento de haber llegado al parking, ni de haber aparcado el coche…

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El pánico se apoderó de mi, empecé a buscar por todos lados, retrocedí el camino andado, volví al coche y nada. Porque además, por aquel entonces, de ese coche no teníamos más copias de la llave. Hasta que a mi hija se le ocurrió la brillante idea de intentar abrir el coche y… ¡El coche estaba abierto! Y las llaves… ¡PUESTAS!  En ese momento lo único que podía hacer era llorar o reír. Y decidí reirme, pero reirme mucho. Cualquier día pierdo la cabeza…

El día que perdí la ropa nueva del pequeño (María Jardón)

Podría contaros bastantes despistes como que me he dejado las llaves puestas en el coche (y quedado sin batería por supuesto) en estos últimos 10 meses, pero voy a contaros el más reciente y que más me afectó.

A finales de noviembre le compré al peque un pantalón rojo (ya lo había querido para el mayor y nunca lo había tenido), una camiseta y un jersey monisimos. Emocionada, se lo enseñé a mi madre al día siguiente, en la cocina de mi casa y…nunca más se supo de ellos. Busqué por toda la casa como loca, desde el cesto de los juguetes (lugar donde últimamente aparece todo) hasta la basura (donde también han aparecido cosas sorprendentemente) pasando por debajo de los sofás, armarios, cajones, detrás de los muebles… NADA.baúl de disfraces

Estuve una semana bloqueada con el tema, sólo quería ponerle esa ropa, me iba de vacaciones y era lo único que quería meter en la maleta…una locura, hasta que al final tuve que asumir que probablemente lo había tirado a la basura.

La semana pasada, el mayor dijo que quería disfrazarse y al bajar la caja de los disfraces ¡ahí estaba! Os prometo que no sabía si reír o llorar. ¿Cómo fue a parar ahí? No tengo ni la más remota idea pero probablemente lo metiera en un despiste…

El día que no encontraba el garaje donde había aparcado el coche (María José Sarrión)

Tengo a gala, entre otras virtudes, tener muchísima memoria, principalmente para reconocer una cara y saber de qué conozco a la persona. Pero toda esta memoria, para cosas tan sencillas como saber dónde he aparcado mi coche, no me sirve de nada.

En mi día a día, siempre voy con prisas, y no es la primera vez, que aparco el coche en un parking y luego no recuerdo no sólo la plaza, sino el piso donde lo había estacionado.

Aunque mi despiste más grande en una situación similar fue aparcar el coche en un parking y cuando vuelvo a por mi coche, no ser capaz de encontrar el “garage”.

despistes

Para más inri, el ticket del parking no indicaba localización ni algún dato relevante para que fuera capaz de encontrar la calle donde se encontraba ubicado. Llegué a pensar que el parking había sido cambiado de lugar, porque era imposible que fueran tan despistada como para no recordar el pequeño detalle de la localización.

Gracias a las nuevas tecnologías, cuando aparco mi vehículo hago una foto al coche, en la que se aprecie bien el número de plaza y color, y activo la localización para no tener problemas.

Señores que desarrollan aplicaciones móvil, ¿se han planteado alguna vez una aplicación similar?

El día en que empujé demasiado la puerta del baño (Let)

Un lunes cualquiera. Me levanto, entro en el baño para darme una ducha, me quito la ropa y cojo la toalla que está colgada detrás de la puerta. Al hacerlo, sin querer, la empujo y se cierra. Entonces lo sé: no voy a poder abrirla. ¿Por qué esta certeza, os preguntaréis? Pues porque esa manilla funciona cuando quiere desde que vivimos en casa, así que siempre tenemos la precaución de no cerrar la puerta por si acaso. 

puerta-cerrada

Pero, claro, el sueño del lunes a las 6:30 me hizo perder la concentración. “No pasa nada”- me dije- “tengo un amigo que vive cerca que tiene llaves de casa”. Lo que no recordaba es que yo había dejado las mías puestas. Os ahorraré los 45 minutos de angustia encerrada en los 3 m2 de mi baño. Lo resumo en que, tras llamar al seguro del hogar (amablemente me repitieron unas 8 veces que tenían que cobrarme porque yo estaba dentro y las vueltas de las cerradura estaban echadas) terminé desarmando la dichosa manilla con una pinzas de depilar y un cortaúñas como si fuera MacGyver. Y desarmada sigue, oiga.

¿Nos cuentas tus despistes?

Equipo MMM

Las chicas de la redacción de Mujeres y Madres Magazine contando sus cosas. Nos gusta compartir lo que pensamos.

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21 comentarios

  1. Bueno después de este post ya os hago la ola! Me siento mucho mejor por los despistes que he tenido yo desde que me reproduje por primera vez! 😀

  2. Jajajajaja… ¡Por favor! Qué buenos todos. El de las zapatillas de estar en casa de Pilar me ha hecho reír a carcajadas. Y lo de las gafas de sol lo he vivido en primera persona, aunque en casa que es menos gore… 😀

  3. Jajajajaja!!! Lo que me he reído. Madre mía.
    A mi me pasó un día, haciendo la compra, que cuando fui a pagar, con el carro hasta arriba de cosas, no encontraba el monedero. La angustia empezó a apoderarse de mi, ya miro a la cajera que tiene una cara de estar apunto de reirse y con un leve gesto me señala el carro, lo miro y ¡¡tachan!! el monedero encima de todas las bolsas. No tengo ni idea de como llegó hasta allí 🙂

    Y lo de que me den el billete mal para el AVE, también me paso. Tuve que adelantarlo un día porque me salió una entrevista de trabajo. Cuando llego (con más de 1hora de antelación, menos mal!) me dice la seguridad que no puedo pasar, que el billete es del día anterior ¿¿COMO?? A mi pobre padre se lo habían dado mal y eso que le dí un papelito con el horario y la fecha… me fui a los mostradores y les puse a parir, que además estaban a reventar de gente. Al final, por mucho que me quejé, que hable con lo de atención al cliente, me tocó comprar uno nuevo. Llegué tarde a la entrevista, aún que entendieron el motivo, pero luego no me cogieron :/

    Un saludo!!!

  4. Yo creo que mi peor despiste (aunque no está ni mucho menos al nivel de estas cosas cafres que os han pasado a algunas) me pasó cuando era joven, no madre y tenía un trabajo de verano en un supermercado. Como soy muy puntual, un día no me sonó el despertador y salí tan deprisa de casa, que llegué a la puerta a medio peinar y con el cepillo del pelo enredado en la melena.

  5. qué buenos todos!! lo que me he reído y lo identificada que estoy con vosotras… el mío más gordo fue cuando, a punto de nacer mi mayor, fui a buscar el libro de familia para luego ir a inscribirle y…. ¡¡¡no aparecía!!! removí Roma con Santiago y nada de nada. Tuvimos que pedir un duplicado con urgencia y… unos meses después de nacer mi hijo… ¡¡¡apareció!!! por arte de magia en una maleta… ahora lo tenemos de recuerdo 😉

  6. Jajaaaaaaaaa, buenísimo, este no llega a tanto pero es un pequeño aporte de lo que el agotamiento “maternal” puede hacer a nuestras neuronillas. Después de un finde de locura porque encontramos piojos y tuve que dedicar el “Día de la Mujer” a limpiar/desinfectar toooda la casa, el lunes estaba agotada. Al volver del trabajo tenía que hacer compra, así que, sin comer, me fui corriendo a comprar, estaba más o menos relajada hasta que escuché a una señora meter prisa a su hija porque el hermano salía ya del cole y entonces me entró la prisa a mí también, porque tenía que recoger al mayor, así que ya de los nervios pagué, y me fui hacia el ascensor, porque tenía el coche en el garaje del Mercadona, y venga a darle y no subía y no subía y yo cada vez más histérica… hasta que me dí cuenta de que… le estaba llamando con el mando del coche… ahí ya fue mirada rápida hacia todos lados esperando que nadie me hubiera visto y pensar tierra trágame… y escúpeme en Cancún, por dios, que necesito vacaciones!!!

    Besos!!

  7. ¡Lo que me he reído! Yo tan sonadas como las vuestras no recuerdo haber tenido nunca, pero sacar las llaves de casa para entrar al metro y sacar la tarjeta del metro para abrir la puerta de casa me pasa una vez por semana, más o menos.
    La peor que recuerdo, porque no la sufrí yo, fue cuando envié a mi pobre hija a piscina sin el bañador, tuvo que hacer la clase de natación en braguitas. Esa noche al deshacer la mochila vi que no estaba el bañador y vi las braguitas mojadas y ese disgusto me costó las únicas náuseas y el único vómito que he tenido en mis embarazos.

  8. Ja ja a mi las de no encontrar el coche, llevar las gafas que busco puestas me pasa a menudo pero en la fiesta de malasmadres lo pase también que me olvide que tenia una hija ,normalmente llamo a mi madre 500 veces que si ceno,que si se acosto, ese día ni una.
    Y os juro que soy abstemia pues a laañana siguiente pensé, yo deberia llamar y recoger a mi hija 🙁

  9. A las puertas del fin de semana bien viene relajarse con vuestro post, y comprar un kilo de risas (las que me acabo de echar)…Y creo que tal vez los despistes sean más comunes en las mujeres que en los hombres…será que solo se ocupan de una cosita??? Contribuyo a la lista como mi despiste monumental en lo que a calendario y horas se refiere:

    Aún sabiendo que al día siguiente el horario laboral se reducía una horita por eso de ser la semana de fiestas de la ciudad, y el consiguiente madrugón no lo iba a ser tanto….voy yo y como si nada, me planto a la puerta de la oficina ….eight o’clock… Menudo careto que se me quedó…..Eso sí, el desayuno que me casqué en la cafetería de siempre fue monumental…..Y por supuesto me cuidé muy mucho de que nadie se enterara de semejante tropelía…

    Feliz fin de semana….

  10. Vaya tela que risa!!
    El mio mas reciente: levantarme a las 6 de la mañana del susto pensando que no tenía lavados los uniformes de los niños y saltar de la cama a la lavadora. Lavarlos, secarlos, plancharlos, preparar desayunos y almuerzos y descubrir a las 8:30 de la mañana que era DOMINGO…

  11. Muy graciosos!! Que despistes!!! Mi peque recién tiene 4 meses, aún no he tenido despistes tan grandes… Por ahora solo me ha pasado que casi me lavo los dientes con crema de culete porque Koapapá la dejo a lado de mi cepillo ( me di cuenta a tiempo y enjuague mi cepillo), y lo ultimo que me paso fue olvidarme los chupetes en la cocina :s la casa olía a plástico….

  12. Jaaajajaja, fan vuestra total! Lo de las zapatillas me arroba, y el tren sin paradas… jojojo!!!
    Yo tengo una amiga… de verdad, no es de esas veces que es una historia propia… (es que es tan buena que ninguna mía la supera), que hizo lo que yo considero la “Mejor entrevista de trabajo de la historia”: contestó a las preguntas que le formuló el entrevistador correctamente (con parte en inglés incluida, y eso que iba cagada con el tema), aportó ideas para la empresa, estuvo simpática… Vamos, ella estaba encantada, y al parecer el entrevistador también porque la felicitó y le insinuó que el puesto podría ser suyo. Terminada la entrevista ambos se levantaron y se dieron la mano amistosamente. Ella tomó su abrigo de la silla, cogió su bolso y se dispuso a salir. Agarró el pomo de la puerta y mientras lo giraba triunfal y satisfecha, notó una mano en su hombro al tiempo que una voz masculina le decía: “Eso es el armario”. Nunca la llamaron para el trabajo, ¡y os juro que no entiendo por qué! Yo la hubiera contratado SEGURO, y la hubiera hecho fija, y puede que hasta presidenta. Ella siempre termina diciendo que no sabe lo que le pasó, y que lo peor es que en el despacho sólo había dos puertas: por la que entró y la fabulosa puerta del armario por donde intentó salir. ¿No es para quererla?

  13. Rubia al aparato, mi mayor despiste fue el día que nos dijo el ginecólogo 4/6/14) que venían gemelos me fui de la consulta sin bragas, llevaba un vestido veraniego y sólo había tenido que quitarme las braguitas para la eco, y con el shock me bajé de la camilla, pillé el bolso y lo que quedaba de mi fosilizado marido, y me largué con el culo al aire. Cuando iba a salir por la puerta de recepción apareció el ginecólogo blandiendo mis braguitas al viento diciendo: ¿son tuyas??? Y, siguiendo en estado de shock, las cogí y me las puse allí mismo sin mediar palabra y delante de TODOS. Los presentes en la sala de espera que no eran pocos. Desde entonces la recepcionista me hace la ola y el doctor me pregunta: ¿llevas puestas las bragas? ;b

  14. Jajajjajajajaj pues parece ser más común de lo que pensaba!!! Yo me fui a San Sebastián un fin de semana totalmente indocumentada. Y lo más gordo es que contraté el viaje de novios al caribe dos días antes de irme y sin tener pasaporte…la que liamos para que nos lo dieran!!!!

  15. No puedo de la risa, me ha encantao!!

  16. jajajajajaja
    Yo tengo una buena: llevé a mi niña a la guarde vestida de flamenca el día que no era. Con la emoción de vestirla por primera vez y hacerle las fotos reglamentarias me equivoqué de día… El padre que la llevó me comentó que no había mas niños vestidos… Entonces reaccioné. Llamé a la guarde y les dije que había habido una pequeña confusión. La directora respondió que se habían dado cuenta, que la habían cambiado y q se lo pondrían de nuevo al día siguiente…

    Y una de un amigo que inscribió a su tercer hijo con el mismo nombre del segundo. Le multaron por suplantación de identidad y tuvieron muchos problemas (pediatra, vacunas…)

    Q malo es no dormir…

  17. Jaajajajaja menos mal que no soy yo sola. Yo embarazada de 8 meses, 7 de la mañana, me levante, me duche, me vestí, fui al garaje, abrí la puerta del coche, me siento y de repente me fijo que me han robado el volante! Un rato estuve con cara de “peroestoqueesloquees!”. Se me encendió la bombilla, me baje del asiento del COPILOTO, fui al del conductor y llegue al trabajo aun preguntándome como narices había hecho semejante tontería. Jajajajaja

    1. Jajajajajajajajajajaja!!!!! Y yo pensaba que lo mío con las gafas de sol era de juzgado de guardia!! XD

  18. El de las zapatillas a mi también me paso, y tengo que agregar una más..el día que estuve 40 minutos buscando el coche porque no me acordaba donde lo había aparcado….gracias por compartir éste post, me siento mucho más tranquila ahora jajaja

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