Soy de esas personas que cuando viaja suele elegir destinos a los que les tiene muchas ganas y se estudia todo al detalle antes de partir. Con Polonia me pasó justamente lo contrario. Mi primer contacto con el país fue una visita tan precipitada, improvisada y corta que apenas me dio margen a llevarme aprendida la lección. Sin embargo, la impresión fue tan buena que no dudé de que ese sería el siguiente destino de las vacaciones familiares, porque sin duda es un lugar ideal al que viajar con niños. Os explico el porqué.
Barato
Cuando viajas en familia los gastos se multiplican. Entre aviones, desplazamientos, comidas y demás contingencias acabas dejándote un auténtico pastón, por eso Polonia es ideal, porque la relación calidad/precio es excelente. Nosotros viajamos desde Oporto con una línea aérea húngara llamada Wizz Air en pleno mes de agosto y a un precio muy razonable.
Una vez allí, alquilar un vehículo es mucho más asequible que en otros países europeos y lo mismo sucede con el alojamiento. Podéis encontrar apartamentos e incluso hoteles a muy buenos precios incluso en temporada alta. Si optáis por apartamentos he de deciros, por experiencia, que en ocasiones por fuera los edificios son realmente viejos y el entorno da un poco de “yuyu”, pero nada que ver con el interior. En alguna ocasión temimos que nos “la jugasen” pero era abrir la puerta y comprobar que se ajustaba milimétricamente a lo que se ofertaba. En varios de ellos se notaba que la vivienda estaban recién renovada.
Aunque pertenece a la Unión Europea, Polonia aún no ha adoptado el euro como moneda por lo que, al cambio, su moneda, el zloti, resulta realmente “barato” para nosotros (1 zloty equivale a 0,23 euros).
Pudimos pagar con tarjeta en prácticamente todos los sitios y, si no, lo más recomendable es huir de las tiendas de cambio de moneda y sacar directamente en un cajero. Nosotros los encontramos de ING direct sin problemas -de hecho, en el aeropuerto de Katowice ya hay uno-.
Seguro
Afortunadamente para la mayoría, hay prejuicios que ya son cosa del pasado, pero todavía hay mucha gente a la que viajar a algunos países del este con los críos no les apetece demasiado. La impresión que me he llevado de Polonia es todo lo contrario. Nos encontramos un país que nos recordó mucho a la España de los años 90, en plena efervescencia económica, pujando por modernizarse y abrirse al turismo -Cracovia está plagada de turistas españoles-. La hostelería y las comunicaciones son buenas y las ciudades que hemos visto son limpias, acogedoras y tranquilas.
Quizás penséis que el idioma puede ser una barrera, pero ¡para nada! Seréis incapaces de pronunciar ni una sola palabra en polaco pero, a cambio, os comunicaréis muy bien en inglés, porque su manejo en esta lengua es similar a la del españolito medio (para lo bueno y para lo malo). Pero, sobre todo, como la mayor parte de los países que aspiran a convertirse en destino turístico, lo que tienen los polacos es una voluntad enorme por entenderte y hacerse entender. Y eso hace milagros
Se come genial
Nadie viaja a un país por la comida. Eso es así. Pero si viajas en familia es importante tenerlo en cuenta por cuestiones de intendencia. En Polonia se come bien, tanto en cantidad como en calidad, y barato. Muy barato. Puedes darte un auténtico festín por apenas 15 € persona. Si no aspiras a tanto, puedes hacerlo por mucho menos.
La carne y la sopa son la base de su alimentación. Pero también una pasta rellena llamada pierogi deliciosa en cualquier tipo de sus variantes. No podéis dejar e probarlo, al igual que el zurek, una sopa contundente. Para los más golosos, los paczek, una especie de donnuts relleno y sin agujerito, serán un placer.
Os recomiendo que visitéis algún bar de leche, donde además de poder disfrutar de comida tradicional, podréis conocer uno de los emblemas del país con origen en la época comunista. Durante este periodo proliferaron estos establecimientos orientados a la masa de trabajadores. Sus platos se basaban en lácteos -de ahí su nombre- y verduras. Estaban subvencionados por el estado y, sobre todo en época de racionamiento, para muchos era la única forma de comer una comida caliente.
Ahora hay bares de leche de mucho tipo: desde establecimientos orientados al turismo, hasta bares muy pequeños y genuinos, con la carta toda en polaco y donde compartes mesa con otros comensales. Te sirven un la barra y tu te gestionas el resto. En este enlace podéis encontrar algunos de los más importantes de Cracovia, con opciones según el nivel de aventura que queráis. Nosotros probamos en uno muy, muy, muy polaco y la verdad es que fue toda una experiencia… También es cierto que con niños no me parece el mejor plan del mundo.
En cualquier caso, os sobrarán lugares donde comer muy bien. Si visitáis Breslavia os recomiendo el Konspira, que además de tener una terraza super acogedora para el verano, está totalmente decorado con objetos del movimiento anticomunista “solidaridad”. A los peques les encantará.
Y, por supuesto, si como nos sucede a nosotros cuando viajamos en familia sois muy de conocer mercados vais a encontrar un género fantástico y una fruta buenísima. Los más conservadores tampoco vais a tener problema, también encontraréis cadenas de supermercados que os harán sentir como en casa 😉
Planes para todos los gustos
En Polonia hay millones de cosas que ver y hacer. Lo primero a tener en cuenta es que no es un país pequeño, así que o nos concentramos en una zona o las distancias son grandes y necesitaremos varios días. Por lo general, las ciudades se abarcan con facilidad a pie, pero si algún punto está un poco distante el transporte público funciona muy bien o, incluso, podéis contratar excursiones. Es más, os recomiendo encarecidamente los numerosos freetours en español que hay en las ciudades más importantes. Nuestra experiencia con ellos fue inmejorable y, de hecho, Haizea, nuestra guía en Cracovia, edita un blog que resulta indispensable para exprimir al máximo vuestra estancia en la ciudad.
Breslavia (Wroclaw)
Es una ciudad encantadora. La más alemana de las ciudades polacas. De hecho, durante muchos siglos perteneció al imperio Austrohungaro. Uno de los grandes atractivos cuando la recorres con niños es, sin duda, encontrar el más de centenar de gnomos que pueblan sus calles desde 2005 como homenaje al movimiento antecomunista “alternativa naranja”. Hay mapas para los niños con la ubicación de todos ellos, pero resulta más divertido descubrirlos en los lugares más insospechados.
De Breslavia nos gustó TODO. La plaza del mercado y del ayuntamiento es abrumadoramente bonita, el casco histórico, la isla de la catedral -conocida como el pequeño Vaticano-, el pabellón del centenario, el distrito de los cuatro templos… pero también su zoo, una de las atracciones turísticas más visitadas del país, y que supone un buen plan para pasar una mañana o una tarde con los peques.
Os recomiendo dar un paseo en barco por el río Oder, pero también visitar el mercado que hay muy cerca del puente de los candados. Pasead con tranquilidad, comeos un dulce, perderos entre sus calles…
Energylandia
Energylandia es el principal parque de atracciones de Polonia. Está a medio camino entre Breslavia y Cracovia y para nosotros fue una etapa intermedia para aligerar el itinerario y hacer el viaje más family friendly. Nos lo pasamos GENIAL. Tiene atracciones para todos los gustos y edades. Muchas para peques, pero también otras que son pura adrenalina. Mucha gente, pero sin sensación de agobio y con difusores de agua para los días de muuucho calor. Solo se echa en falta alguna sombrita más.
Y, como todo en Polonia, es muy asequible. Ya sé que estoy pesada con este tema, pero es que los que viajamos en familia sabemos lo que es ir a un parque de atracciones y sentirte timado a cada paso. En este caso no tienes esa percepción: Bebidas, helados, batidos por poco más de un euro; menús generosos por cinco… Fue una jornada agotadora pero muy divertida.
Auschwitz-Birkenau
Más de un millón de personas fueron exterminadas durante cuatro años en los complejo de Auschwitz I y Auschwitz II-Birkenau como parte de la “solución final” que Hitler quería darle al “problema judio”. Situado en la región de Alta Silesia, es una visita obligada pero, ¡atención!, no me parece de lo más recomendable para hacerlo con niños. Es un lugar sobrecogedor. Y ya se que no conviene sobreprotegerlos demasiado pero, en serio, si para un adulto puede llegar a ser complicado digerirlo, ni me quiero imaginar lo que debe ser para una mente infantil. Aquellas salas repletas de peines y cepillos, de botas… todavía se me pone la piel de gallina al recordarlo.
Cracovia
Cracovia rezuma historia por los cuatro costados. En un destino fantástico para enamorados de la vieja Europa, como mi caso, pero también para familias que quieran visitar un destino tranquilo, de esos que se disfrutan sin prisas, callejeando. Hay infinidad de planes chulos que hacer, empezando por uno de esos freetours de los que os hablaba. Gracias a él conoceréis un poco de la apasionante historia de esta encrucijada de caminos y podréis decidir a qué queréis dedicarle más tiempo por vuestra cuenta.
Enclaves imprescindibles hay muchísimos, empezando por la plaza del Mercado, que es una de las más grandes de Europa. Entre los palacios coloristas que la circundan destaca la Basílica de Santa María. Dos veces cada hora, un trompetista interpreta una melodía desde lo más alto de su torre. Os recomiendo que subáis a ella porque las vistas son fabulosas y si podéis hacer coincidir la visita con una de estas interpretaciones, mejor que mejor.
En el centro de la plaza está la Lonja de Paños, donde podréis comprar algún recuerdo. Pero ¡ojo!, ya sabéis que en estos sitios turísticos todo será más caro. Si queréis traeros un recuerdo de ámbar, una de las cosas más típicas, intentad comprarlo en alguna calle alejada del centro. Hay infinidad de restaurantes, pero ya sabéis que también para comer bien es preferible alejarse de estos lugares. Nosotros nos fiamos de las recomendaciones de Trip Advisor y no nos defraudaron -El Pato Negro… ¡espectacular!-.
En el centro debéis transitar la calle de San Florian hasta la puerta del mismo nombre, la única que sigue en pie de las 8 que había en la época medieval. Allí encontraréis una peculiar barbacana. También os recomiendo dar un buen paseo por lo que antes era el antiguo foso de la ciudad amurallada y que ahora se ha convertido en un cordón verde que rodea el centro histórico. Un paseo fantástico hasta la colina de Wawel en lo que se conoce como Camino Real. Su castillo y la catedral son obligada parada. También lo es la cripta y el Dragón que echa fuego.
Podría seguir línea tras línea desvelándoos mil rincones, pero solo os digo que no olvidéis pasar por el barrio judío, visitar el Collegium Maius, el más antiguo de la Universidad y donde estudió Nicolás Copérnico, o la fábrica de Óscar Schindler
Las minas de sal de Wieliczka
Como Cracovia, las minas de sal de Wieliczka son Patrimonio de la Humanidad desde 1978. Son las más antiguas de Europa y tienen más de 3 kilómetros de salas y galerías. Merece la pena descender las más de 700 escaleras que os llevarán a 300 metros de profundidad para encontrar lugares fantásticos recreados en sal, como la capilla de Santa Kinga. Hay excursiones desde el centro de Cracovia y podéis reservar visitas en castellano. Es un lugar único en el que TODO está tallado en sal.
Zakopane
Si nos recorrimos media Polonia, de oeste a este, fue porque quería llegar como fuese a Zakopane y la verdad es que merecieron la pena todos y cada uno de los kilómetros. La localidad, situada al sur del país, a los pies de los montes Tatras, es un enclave turístico ideal para la práctica de deportes de invierno, pero totalmente recomendable en cualquier época del año. Visitar las montañas Gubalowka o Kasprowy Wierch, algunas de las cuales puedes llegar en teleférico si el tiempo lo permite, nos va a ofrecer unas vistas espectaculares.
Además, la localidad es famosa por sus casas de madera, con un estilo propio llamado Zakopane. Son asombrosas y, aunque parezca mentira, uno de los lugares que no os podéis perder es el cementerio que hay muy cerquita de la calle principal, con unas tumbas ornamentales que os dejarán sin palabras.
Tampoco podéis dejar de visitar la infinidad de termas a las que los polacos acuden como si fuesen parques acuáticos. Las hay más o menos familiares. Nosotros nos pasamos una mañana divertidisima en las de Chocholowska -pronunciado /jojoloska/-, ideal para ir con niños haga frío o calor. Todo fantásticamente organizado: taquillas, vestuarios… no tenéis más que llevar bañadores, chanclas, una toalla y a disfrutar de una copa en el jacuzi.
Pero, sin duda, para nosotros Zakopane fue el trampolín para llegar al Morskie Oko, un impresionante glacial en pleno corazón de los Tatras. Son casi 12 kilómetros de caminata, pero merece mucho la pena. El paseo con niños es llevadero -las mías tenían 12 y 9 años y no están especialmente acostumbradas a caminar-. Mi recomendación, llevarse unos bocadillos y comerlos allí, al pie del lago. La vuelta la podéis hacer en uno de los tradicionales coches de caballos si a los peques se les hace mucho. En serio, no podéis dejar de visitarlo.
Y, a la vuelta, parad en la Herz-Jesu-Kapelle, una iglesia de madera que es un primor.
En fin, espero haberos creado una necesidad absoluta de viajar a Polonia o que, al menos, lo consideréis cuando planeéis vuestras próximas vacaciones familiares.
Jo, pues sí, suena muy, muy bien, pero tendré que esperar a que crezcan un poco más, aun no les veo preparados para este tipo de viajes más culturales. Aunque siempre podemos escaparnos solos…