Que está genial lo de ir a pasar las vacaciones a la otra punta del mundo pero que tampoco es algo obligatorio, que para gustos están los colores y que muchas veces, para desconectar de verdad de la rutina y del día a día, es más eficaz desplazarse solo unos kilómetros y reencontrarnos con las típicas vacaciones en el pueblo. En ese entorno natural y reposado donde de verdad se bajan las revoluciones del motor de nuestra vida, donde el tiempo transcurre lento y tranquilo, donde podemos pararnos a respirar sin pensar.
Ya hay voces expertas como la de la profesora de Psicología de la Universidad Europea, Mariola Fernández que señala que “viajar implica salir de lo conocido, y eso, que a veces se percibe como libertad, puede vivirse también como descontrol” y no siempre es descontrol lo que necesitamos cuando necesitamos unas vacaciones.
De hecho, se ha comprobado que en muchas ocasiones, el cansancio emocional previo a las vacaciones, junto a la sobreplanificación y el exceso y acumulación de estímulos, no nos beneficia precisamente sino todo lo contrario, nos provoca una serie de síntomas físicos y emocionales que consiguen lo contrario a lo que necesitamos, consiguen que no lleguemos a disfrutar de los días de descanso que tanto ansiábamos.
La propuesta que tienen en Castilla-La Mancha es justo eso, un regreso al entorno natural, a esa cultura pausada, a esas típicas vacaciones en el pueblo pero también a esa historia en la que los tiempos eran mucho más sensatos y lógicos que los actuales. La Ruta del Vino de La Mancha puede ser un plan para unas vacaciones diferentes a las que vemos en las redes y sin embargo, muy parecidas a las que disfrutábamos cuando éramos niños, cuando nos parecía que las vacaciones eran casi, casi eternas, cuando las vacaciones en el pueblo eran en sí mismas una aventura casi cada día.
“Nuestro cuerpo necesita pausas. Estar en lugares muy estimulantes, sin espacios de descanso o silencio, puede generar fatiga, irritabilidad o desconexión emocional”, apunta la psicóloga Mariola Fernández, para esta profesional aunque las vacaciones las asociemos idílicamente con bienestar, en la realidad, el exceso de estímulos, llevar una agenda apretada de visitas, las aglomeraciones, el ruido o los cambios constantes de destino, no es lo que necesita nuestro sistema nervioso para reponerse de la rutina y el estrés del día a día.

Una ruta por “la bodega de Europa”
Nos vamos mejor al slowlife de uno de los territorios más amplios y sorprendentes que tenemos a tiro de piedra, la mayor extensión de espacio natural dedicado a producir uvas y por tanto a producir vinos. La denominada “la bodega de Europa” por su enorme extensión.
Y es que hablamos de 400.000 hectáreas dedicadas al vino, un mar de viñas que se reparten por una docena de pueblos y municipios a lo largo de la Ruta del Vino de La Mancha.
No hay colas, no hay atascos, no hay prisas.
Hay caminos que atraviesan paisajes y entornos naturales de esos que siempre nos dejan con la boca abierta, cuando los encontramos fuera de nuestras fronteras. Cuanto más lejos los veamos parece que más nos gustan, a veces es complicado entender a las personas.
Desde las Lagunas de Ruidera con sus espectaculares humedales (y más este año) a “El mirador de Castilla La Mancha” en Villarrubia de los Ojos.
Los amantes del senderismo están en el paraíso, se abre la posibilidad de recorrer una de las Reservas de la Biosfera que tenemos en España, una tierra donde se recupera al lince ibérico, al buitre negro y al águila imperial y que transcurre por el Humedal de Don Quijote de Pedro Muñoz, los Ojos del Guadiana o la laguna de La Veguilla en Alcázar de San Juan.
¿Una ruta?¿Un paseo?¿Una visita con una cata a alguna de las bodegas de la zona?¿Una jornada de descanso en alguno de los establecimientos de alrededor? “Planificar lo esencial ayuda, pero obsesionarse con controlar cada detalle puede restar espontaneidad y disfrute”, según señala la profesora de psicología Mariola Fernandez, “no hay una fórmula universal. Hay quienes disfrutan organizándolo todo y otros que prefieren delegarlo. Lo importante es identificar qué reduce el estrés en cada caso”, y tomarse las vacaciones con calma, a veces ayuda mucho a deshacernos de ese estrés que llevamos encima.

Naturaleza, cultura, historia y patrimonio
Si además de caminar y disfrutar de la naturaleza, queremos tener algún día para sorprendernos con el patrimonio de la zona, podemos hacer alguna ruta hacia el castillo de Peñarroya, en Argamasilla de Alba, a pie o en bicicleta como más nos guste.
El objetivo es conocer una fortificación del siglo XII con su ermita, su aljibe, su foso y su humilladeros, una lección de historia en la que podemos sentirnos los protagonistas.
Y por supuesto los molinos, los imponentes molinos que jalonan el horizonte si pasamos por la Sierra de los Molinos de Campo de Criptana. Molinos que son historia y fantasía al mismo tiempo.
Precisamente entre molinos se celebra estas fechas el AirenFest, un programa de música y vino “entre gigantes”, una forma de degustar el mejor vino local mientras se disfruta de música en directo, en un entorno natural privilegiado, uno de los paisajes más icónicos de La Mancha y de los más fotografiados por los turistas internacionales que se acercan hasta aquí.
“Esperar que el viaje cure todo el cansancio acumulado es poco realista. La mente necesita tiempo para desacelerar y eso no siempre ocurre en los primeros días, especialmente si el itinerario está sobrecargado”, explica esta profesora, a lo que hay que añadir que quizás demasiadas veces empezamos nuestras vacaciones emocionalmente agotados, lo que nos hace mucho más frágiles y con menos capacidad de recuperarnos como nos gustaría.
Una excursión tranquila por la tinajería de Villarrobledo, una parada en las cuevas-bodega de Tomelloso o en los impresionantes molinos de Alcázar de San Juan o Campo de Criptana, seguro que nos hacen reconectar mucho más con un ritmo que nos hace sentir mejor, más en sintonía y más cómodos con nosotros mismos, con más posibilidades de recuperar fuerzas y ganas.
Está claro que hemos cambiado, hemos crecido, ya no somos esos niños que pasábamos las vacaciones en el pueblo pero eso no quita para que las disfrutemos tanto o más y sobre todo, que las necesitemos aunque no seamos conscientes de ello.

Un verano mirando al cielo
Sobre todo cuando cae la noche.
Los amantes de las estrellas se acercan hasta la localidad de Villarrobledo porque tiene el certificado Starlight, es decir, que sí o sí es más que probable que desde este municipio tengas a la vista unos cielos increíblemente llenos de estrellas. Que no es que no estén en otros cielos, es que la luz de las ciudades nos impide disfrutar de la luz de las estrellas. Aquí no, aquí manda la naturaleza y sus tiempos y el verano, en Castilla-La Mancha, es tiempo de ver las estrellas y soñar.
Festivales de música, conciertos cuando cae el sol y baja el calor en las noches estrelladas. Las posibilidades de tener unas vacaciones distintas a las de años anteriores y sin embargo, muy parecidas a las que teníamos en nuestra infancia, se multiplican en Castilla-La Mancha.
Si aún no tenías pensado cuando, quizás ya tengas claro donde pasar unos días este verano. En familia, con amigos, en pareja, a lo mejor ha llegado el momento de recuperar el slowlife de las vacaciones en el pueblo y disfrutarlo minuto a minuto.
“Viajar no debería ser una obligación de disfrute. Hay tantas formas de descanso como personas, y todas son válidas”, señala Mariola Fernández quien como profesora de psicología nos recomienda escuchar nuestros propios ritmos, dejarnos espacio para la improvisación durante el viaje y no encorsetarnos en patrones de viajes idealizados que realmente no se ajustan no solo a nuestra realidad, sino a ninguna realidad, “no todo el mundo disfruta de la misma manera. Algunas personas necesitan más calma que actividad y eso también es estupendo”.
