¿Recuerdas aquel cuento que tenías en el que la protagonista paseaba por una ciudad de ensueño, con casitas de colores, escaleras, torres, callejuelas de geometría singular, un río digno de un vals e incontables rincones mágicos…? La encontré. Se trata de una de las ciudades más antiguas de Alemania. El lugar al que los celtas llamaron Radaspona, Castra Regina para los romanos, fue convertida en Regensburg por los alemanes. Estoy hablando de Ratisbona.
Con el verano se abre la veda de las escapadas y los viajes así que ¿por qué no echarle un vistazo a esta perla?
Ratisbona, ciudad de comerciantes
La falta de industria y las horas bajas con que entró en la época moderna fueron su salvación. Escapó a los bombardeos durante la 2ª Guerra Mundial. Por eso podemos contemplar estructuras medievales que revelan el esplendor que vivió en la alta Edad media y la importancia política, económica y religiosa que un día alcanzó.
En los años 60, el casco antiguo estaba en tan mal estado que pensaron en demolerlo para modernizar la ciudad. Los ratisbonenses, fieles a su historia, salieron al rescate de su hermoso aunque deteriorado centro histórico. Le lavaron la cara y lograron lo impensable: En 2006 el núcleo medieval fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO junto con el puente de piedra y el barrio Stadtamhof.
Ciudad de reyes y emperadores. Ciudad de católicos y protestantes. Ciudad de artesanos e ingenieros. Un lugar donde vivir la dolce vita al norte de los Alpes. Un oasis mediterráneo en territorio bávaro. Una joya a orillas del Danubio que no te puedes perder.
7 razones (y pico) por las que visitar Ratisbona
1. Su antigüedad y sus monumentos
2000 años de historia. Celtas, romanos, marcomanos, bayuvares… todos dejaron su huella de un modo u otro (o se ocuparon de eliminar la huella del anterior) y contribuyeron a constituir su fisonomía y a su carácter. Sus monumentos más emblemáticos: el Puente de piedra (tecnología punta en el siglo XII para construir una obra de ingeniería ejemplar) y la Catedral de San Pedro (donde siguen reparando daños con técnicas constructivas ancestrales), el Antiguo Ayuntamiento…
2. Su núcleo medieval y sus torres patricias
Las familias acaudaladas que habitaron la Ratisbona medieval llegaron a amasar fortunas que superaban las de la nobleza. Para mostrar su poder, la burguesía construían torres al estilo italiano, que todavía hoy trazan el skyline de la ciudad. La ciudad floreció con el comercio de la sal. Ratisbona tuvo relaciones comerciales con todos los confines del mundo conocido.
3. Su poder y su rendición
En tiempos del Sacro Imperio Romano Germánico, fue Ciudad Imperial Libre. Lugar de reunión preferido de la Dieta (Parlamento que reunía a los mandatarios de los territorios miembros). Entre 1663 y 1806 se convirtió en sede permanente de la Dieta Imperial. La niña bonita de los emperadores, sufrió el bullying de los territorios colindantes. Querían parte del pastel y, con impuestos draconianos, lograron desviar las rutas comerciales, causándole graves estragos económicos. La ciudad terminó por entregarse a los duques bávaros. Ratisbona ha visto lo mejor y lo peor y esto es algo que imprime carácter.
4. Su espacio urbano, sus patios
Ratisbona es para vivirla en la calle. Muchas son las plazas que te ofrecerán un rincón en el que descansar tus pies de caminante. Mi preferida es Haidplatz, escenario de combates medievales, espectáculos funambulistas, debates teológicos, mercados de artesanía, festivales de jazz, mi hijo comiendo un helado…
5. Su arquitectura y su… mostaza
Restos de muralla medieval y romana, abadías, palacios, edificios románicos y góticos, restauraciones barrocas, austeras iglesias de órdenes mendicantes… La Puerta Pretoria, el Walhalla. La residencia de los obispos. Nada te dejará indiferente. Cruza el puente, date la vuelta y observa la fachada de la ciudad sobre el río. Es un espectáculo fascinante. Y, por supuesto, nada mejor que su mostaza para aderezar las salchichas con más solera del mundo mundial (si todavía comes carne).
6. Su entorno natural y los personajes que la habitaron
En Ratisbona no solo intersectan rutas comerciales y autovías. También lo hacen cuatro áreas naturales diferentes. Estamos en el punto más al norte del Danubio, el río que lo mismo les trajo riqueza que destrozos. Las inundaciones se anotan escrupulosamente en la pared de la salchichería más vieja del… ¿mundo? ¿Tomar cerveza en un islotes-vergel viendo el río pasar? ¿Tomar café en la misma sala en que se lo tomó Ludwig I de Baviera o el emperador Carlos V? Respirar el aire del lugar que vio nacer a Juan de Austria y morir al astrónomo Kepler…
7. Su renacer y su futuro
Ratisbona ha sabido superar los declives con estilo y deportividad. Ha sabido apostar por una industria moderna: ingeniería eléctrica, mecánica, microelectrónica, automoción… y por la educación, con la inauguración de sus tres universidades, que le trajeron juventud, bullicio y vida nocturna con tabernas a porrillo. Turistas y paseantes que van y vienen buscando por sus calles ese detalle especial. Llena de comercios simpáticos, artesanía local y productos que no encuentras en otro lugar.
¡Ratisbona no te va a defraudar!
Imágenes: Pixabay
Qué interesante Nuria! A mí lo de Ratisbona (te lo juro) no me sonaba serio con ese nombre que parece así como de dibujos animados, concretamente de algo con Mickey Mouse… Por eso me ha encantado encontrarme con esa maravilla de ciudad que nos cuentas.
Jaajaja! Pues te digo, Sara, que las fotos no le hacen justicia.
¡Y también te digo… que, si no la has visto ya, veas la peli Ratónpolis! ¡Que os vais a reír un rato! 😉
Guau! me han entrado muchas ganas de organizar un viaje!! 😉
Pues ya sabes, Pilar… ya sabes que en un plis organizamos un vermut a este lado de los Alpes! 😉