El viajar es un placer, que nos suele suceder

Las niñas crecen y nuestra familia gana en espontaneidad. En los últimos meses hemos recuperado ese placer de coger el coche y tirar millas hasta donde la carretera nos lleve. Sin horarios fijos para comer, sin destino… quitando nuestras manos por la ventanilla, marcándonos un “me-gusta-conducir” pero sin BMW de por medio.

pies en el coche

¡SHHH! ¡Quieto ‘parao’! Que no, que no, que aun no hemos llegado a esa fase zen del viaje en familia. ¡¡¡Ni mucho menos!!! Subirse al coche con las dos criaturillas continúa siendo una de esas actividades de elevado riesgo para mi salud mental, capaz de poner a prueba mi instinto maternal.

No se en vuestro caso, pero para nosotros, cualquier desplazamiento en coche superior a una hora implica una pequeña colonización del vehículo. Agua, porque inevitablemente tendrán sed nada más poner el motor en marcha; algo de comer, porque viajar es como la playa, abre el apetito; una bolsa para los desperdicios, que nunca acaban en ella, sino en el suelo -en el mejor de los casos-; reproductor de DVD portátil para que estén entretenidas; tropecientos DVDs con sus pelis favoritas; unas chaquetas, por si enfría; una muda -con calzado incluido- por si se manchan/vomitan/se mojan/caen a un río…

La mayor parte de estas cosas acaban dispuestas a mis pies, en mi reducido espacio de copiloto, porque de lo que se trata es de ir cubriendo las necesidades a medida que éstas aparecen. En un coche todo se necesita a la voz de ¡ya!, así que tienes que estar ávida en tus respuestas aunque esto te cueste sufrir el síndrome de la clase turista y llegar a tu destino con muñones en vez de pies.

Pero ojo, todos esos bártulos no aseguran, ni mucho menos, que el viaje sea plácido. Las primeras palabras que aprende un niño pueden ser “papa”, “mama”, “pan”, “agua”… pero su primera frase con sentido será, seguro, “¿cuándo llegamos?”. No hemos abandonado el garaje y ya se oye el primer “¿cuándo llegamos? Letanía que se multiplica en estéreo o por turnos, lo cual puede llegar a ser todavía más irritante.

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Hay que reconocer que entre tablets y reproductores de DVD la vida de los padres “on the road” ha mejorado sustancialmente… o no tanto, según se mire…

3 AM, víspera de un viaje, grito sordo en la noche: “¿Has puesto a cargar el DVD?” Tras hacer infartar a tu pareja, uno de los dos se levanta movido por la descarga de adrenalina que aún recorre su cuerpo. Es como esa sensación de cuando tropiezas en las escaleras pero no llegas a caerte y piensas “casi…” con el corazón bombeando a mil por hora y a punto de salirte por la boca. Pues igual… Casi te olvidas de cargar el DVD… peeeeeeero nooooo, te has acordado y mañana el viaje será perfecto y tranquilo.

Iluso. Al día siguiente preparas el soporte, acomodas el aparato, das al play con su película preferida, ajustas sonido, arrancas y… no han pasado ni diez kilómetros cuando escuchas “Yo es que no quiero ver Cars… yo quiero ver Campanilla”. Ni discutes. La copiloto -en este caso yo-, hace malabares poniendo en riesgo su vida y el bolsillo para, desde el asiento de delante, incumplir todas las normas de tráfico y cambiar el DVD. Y es ahí cuando descubres que tienes Cars, Toy Story, Shreck, La Sirenita, Frozen…34 películas infantiles… menos Campanilla. Ya la hemos montado.

El mundo DVD da mucho de sí. Ahora “no oigo”, ahora “el volumen está muy alto”, ahora “me refleja”, ahora “callaos que no me dejáis oír”… ahora “¡yo no veo la película desde mi asiento!” Sí, amigos y amigas, porque cuando tienes dos niños, necesitas dos DVDs y los problemas se duplican, cada uno con su película y sin querer ponerse los auriculares, porque “me sudan los oídos”. Así que la mezcla de diálogos va embotándote los sentidos hasta ponerte en un estado de irritabilidad absoluta. Y ahí, cuando tu empiezas a estar sobrepasado por la situación, oyes la frase situada en el segundo lugar del TOP TEN de pesadillas viajeras… “Me mareo”.

El “me mareo” puede ser de dos tipos. El me-mareo-doy-por-saco como versión sofisticada de “me aburro”, es decir, el me mareo por tocar las narices pero realmente voy fresca como una lechuga; o el me-mareo-buaggg que no acaba de verbalizarse porque el desayuno ha sido proyectado sobre sí mismo, la tapicería del coche, su silla y parte de la ventanilla y da gracias de que no te haya rociado a ti por milímetros. Porque el estómago infantil, como ya os conté aquí, es más milagroso que Jesucristo multiplicando panes y peces… en él, lo que se multiplican son los alimentos ingeridos, así que siempre regurgitan mucho más de lo que han comido hasta tal punto que sospecho que la expresión “echar la primera papilla” no es una frase hecha, sino literal.

Eso, al menos, en mi familia, porque hay otras tremendamente preparadas para estas contingencias. En una excursión con unos amigos, su hija vomitó y en cero coma estaba de nuevo impoluta hasta tal punto que incluso le cambiaron el lazo para que combinara con la ropa limpia. Pero insisto, eso es muy de profesional. Lo nuestro es más de pillarnos sin muda y envolver a la niña afectada en la manta del coche, un una chaqueta, en tu propio fular… o en el chaleco reflectante...

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La música es otro de los grandes aliados de los padres cuando toca viajar en coche. Hay una época en la que tu piensas que no te puede pasar nada peor que oír los CDs de “Cantajuegos” hasta tal punto que tres días después del último viaje sigues “envolviendo, desenvolviendo, estira, estira y toc, toc, toc” en la oficina. Pero entonces crecen, o no tanto, y la selección musical pasa a ser Jennifer López, Michel Telló, Pink, Katy Perry, Marc Anthony… ahí es cuando, por una parte, odias a tu marido que en la crisis de los 40 se ha reencarnado en David Guetta, y por otra te sientes viejuna, porque cuando suena una canción en la radio eres tú la que acabas preguntando a tus hijas “¿y ésta de quién es?”.

Pero ¡ojo!, que esta familia friki también mantiene tradiciones ancestrales como jugar a las palabras encadenadas -a mis hijas les costó entender que el concepto encadenado se refería a letras y no a “lo que supensamiento disperso decida encadenar”-, el veo veo -que para ellas es, directamente, “imagino imagino” e igual pueden pensar en un oso que en un iglú- o, su preferido… “CONTAR” Contar lo que sea: palmeras, coches de colores, señales, animales… Ahí he de romper una lanza en favor de las niñas porque el principal instigador, el que siempre saca el tema, el que propone las reglas, es su padre. Y también, todo hay que decirlo, el que acaba enfadado ya sea porque no llevan bien la contabilidad -“una vaca vale 10, una oveja/cabra 5, 3 para el caballo y 20 si es una ave rapaz”, ¿comorrr? Me lo repita-; porque mi hija mayor cuenta los coches de su color, pero lleva también la contabilidad paralela de los de su padre, su hermana e incluso de los míos aunque yo no juegue; o porque a la pequeña, como siempre, las normas se la refanflinflan y ella lo que quiere es elegir color y que sea violeta… o peor aún, quiere el mismo color que su hermana y punto.

Ya llevamos 70 kilómetros de viaje, dos “me meo”, tres “tengo hambre”, varios intentos fallidos de jugar a algo e infinidad de “¿cuando llegamos?”. El DVD no tiene batería, el cargador se nos quedó en casa y Bisbal atrona con sus “Diez mil maneras” (de que yo pierda la cordura que me queda). Miro taciturna el cuadro de mandos y empiezo a ver borrosas las letras de ese botoncito que está entre el del ABS y el THD… ¿Qué me está pasando? ¿Es mi imaginación o pone “eject”? ¿Y si lo acciono y acabo con este sufrimiento?

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Nota de la editora: Sé que hay niños que es montarse en el coche y dormir como benditos. No los conozco personalmente pero me han dicho que existen y que incluso hay padres que, de bebés, los pasean en coche para que se duerman. Las mías no son de ese tipo. Subirse al coche es para ellas como tomarse un chute de cafeína y, en el remoto caso de que echasen una cabezadita, esta siempre sería en el momento más inoportuno -cuando vas a parar en el área de servicio o a tres minutos de casa para que tengas que cargarla desmayada hasta su cama- y traerá pareja un despertar de orco.

Fotos:Pixabay

María L. Fernández

Soy María Fernández. Mujer, madre, amante, amiga y periodista en permanente propiedad conmutativa. No sé vivir sin contar historias. Las mías, las tuyas, las de los demás. Nunca sabrás si voy o vengo, pero cuando te hablo ten la seguridad de que lo hago de forma honesta, porque no sé hacerlo de otra manera.

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16 comentarios

  1. Yo soy la de las tradiciones ancestrales, intento jugar con erlla y la acompaña una mochila de juguetes y libretos, ella no se marea, yo si, eso si después de 8 horas mis ideas se han acabado y los libros también, horror, buen post, un besazo

    1. ¡Después de ocho horas soy yo la que se tira por la ventaja! Ni mochila de juguetes, ni libros, ni nada de nada, pasado cierto tiempo la convivencia dentro del coche se enrarece sí o sí. Y ese momento en que te dicen “mamá, ¡mira!”, “Dame”, “Hazme”… y tú con ganas de echar la primera papilla también…

  2. Yo te presento a un par que duermen, pero solo un ratito… Y el resto, se lo pueden pasar discutiendo, para acabar en 2 minutos con la paciencia de sus progenitores y que la 3ª GM comience dentro de una Space

    1. Un ratito que es como una bendición, a que sí. Yo lo que peor llevo, sin duda, son las peleas. Un coche es un espacio demasiado reducido para poder lidiar con dos niñas dispuestas a encauzar su aburrimiento hacia la gresca…

  3. Yo también quiero recuperar esa espontaneidad de viajar. Pero aquí hay una pequeña de las que se marea y Puagh el desayuno…un horror. Hay que prepararlo todo..espero aue mejore con los años!!

    1. Ay! esos vómitos son el mal personificado. La verdad es que yo no sé si mejora o no, creo que, como todo en la maternidad/paternidad solo se transforma. Pero al menos tienes más experiencia, así que aplicas nuevos recursos

  4. Jajajaja, ¡qué bueno!
    Yo he de admitir que tenemos mucha suerte porque, por ahora, los dos son bastante buenos para ir en coche y eso que hacemos un mínimo de dos viajes de 600km al año (600 de ida y 600 de vuelta). Y por ahora, ¡¡SIN DVD!!
    Tenemos todo un repertorio de juegos (el personaje, palabras encadenadas, el ahorcado –a pelo, sin escribir en un papel-, veo veo, a ver quién ve primero X cosa) y hemos perfeccionado lo de jugar con las Barbies yo desde el asiento del copiloto y mi hija en el asiento que queda detrás del mío.
    Y claro, llevamos comida, bebida, juguetes para los dos y sus canciones. Dices de los Cantajuegos…¡ benditos Cantajuegos! Estas Navidades toooodo el camino Madrid-Barcelona lo hicimos escuchando el mismo CD de villancicos de Disney con las voces de Mickey, Goofy y demás. Hasta el moño no, lo siguiente, por lo menos los Cantajuegos tienen varios CDs para ir variando… Ahora escuchamos Violetta aaaall the time. A ver cuando el pequeño tenga voz y voto… habrá que consensuar las canciones…
    Y sí, sus buenas siestas se pegan, ¡por suerte!

    1. Uf! escalofríos me dan solo de pensar en ese CD de villancicos de Disney. Pero, ¡hija mía! prepárate cuando el peque quiera imponer también su opinión, porque entonces lo que tendrás que perfeccionar es la técnica de la negociación y te aseguro que nunca se van a poner de acuerdo. Madrid-Barcelona dos veces al año… tiemblo de pensarlo.

  5. Todo lo que cuentas me lo conozco, excepto eso de poner dos DVD, uno para cada hijo. Espero no llegar nunca a eso porque me explotaría el cerebro!

    1. Bueno, es eso o que te explote el cerebro porque no quieren ver lo mismo, o porque el DVD no está en el centro, o porque una no oye y a otra le molesta el sonido… En cualquier caso, antes o después, te explotará y lo sabes 😉 Jajaja

  6. Pues te cuento:
    Nosotros somos muy analógicos… Nada de DVDs. A contar vacas por la ventana.
    El útimo trayecto con curvas el peque soltó una vomitona del tipo aspersor rotacional que no sé cómo logramos salir de la carretera sin estamparnos. Arreglamos el desastre como pudimos. Por suerte es verano y no lleva lazos… La sillita la cubrimos con su chaqueta. Mi anotación mental: “lávala en cuanto llegues a casa”.

    Al día siguiente lo llevó al cole su papa…
    Adivina qué chaqueta llevaba cuando lo recogí… Sí.

    Ese botón EJECT… jajajjaja! quiero uno!!

    1. ¿Contar? El próximo viaje lo hacéis con mi marido, que es el rey de cuentalo-todo

  7. Hora uno: Qué bien salimos!! Puedo encender ya la tablet? Seguro que me canso de ver dibujos. Y cuánto se tarda?
    Hora dos: Mamá los Canta juegos!!! Creo que voy a tener hambre y pis. Y cuánto se tarda ahora?
    Hora tres: Ya he jugado a todo lo de la tablet. Me aburro. Tengo hambre. Quiero llegar. Me aburro. Quiero llegar. Me aburro. Quiero llegar.
    Y hemos legado porque paramos en cualquier lado con tal de no seguir escuchándola.

    1. ¡¡¡Como te entiendo!!!! Describes nuestros viajes en coche. Solo te falta multiplicarlo por dos y unas pinceladas de luchas fraternales y te habrás metido en nuestro coche… Narcoticos para mí ¡ya!

  8. Mi experiencia es corta en este campo… Aun no me visto con corazon de hacer un viaje en coche con mi hija porque al contrario (que yo que era de las santasbenditas que al encender el motor del coche me quedaba dormida) mi querida hija tal y como le abrocho el cinturon de la silla empieza a llorar, en el ultimo mes ha mejorado y entre el espejo con el que me ve a mi conduciendo y mi madre o hermana poniendole con el mobil los videos de bruno mars, macaco o maroon 5 hemos conseguido llegar hasta la playa sin llorar!!!! No quiero ni pensar en un viaje de mas de media hora y ya pudiendo decir la frase maldita “cuando llegamos”

  9. Pues es leeros y pensar en lo bien que hicimos en irnos en tren y por la noche a cruzar el país. La verdad es que cogimos el coche para ir de un pueblo a otro, solo una hora y decían mis padres, son las curvas y se marea, por eso vomita, su padre decía, es que nadie se calla y se pone histérica. Yo decía… yo siempre voy delante y a mi no me ve más que la coronilla, el ir detrás con ella hace que solo quiera los brazos de mami y a mami (mejor dicho…TETA). Un viaje de ida a un pueblo vomitona, después de llorar y llorar. Parar cada 5 minutos y calmarla. El viaje de vuelta igual, aunque se quedó dormida 20 minutos. Problema, el coche se paró y ella despertó.
    Otro viaje, todos cagados de miedo, pedí que me dejaran conducir a mi, que los abuelos detrás y nosotros delante y por una vez me hicieron caso. Que pasó? Que la niña se pasó el trayecto jugando, riendo y gritando con el abuelo, mientras yo conducía la mar de tranquila.

    Saludos y muchos ánimos a todas las mamis!

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