El segundo hijo o el segundón

Cuando una madre se queda embarazada por segunda vez, uno de sus grandes temores es no querer al nuevo hijo de la misma forma en que lo hace al primero. ¡Sí! ¡Es así! Afortunadamente, cuando tienes a tu nuevo retoño entre los brazos te das cuenta de que, lejos de dividirse entre dos, el amor de una madre se multiplica por el número de vástagos que alumbra. Pero, mientras tanto, todas hemos tenido ese miedo en el cuerpo.

Ahora bien, con el corazón en la mano, queremos igual a todos nuestros hijos pero ¿los criamos de la misma manera? ¿Realmente tienen razón en quejarse los segundos/terceros/cuartos-hijos?, ¿o es el primogénito el que sale perdiendo al “padece” a unos padres primerizos? Yo soy una firme defensora de la ecuanimidad en el ejercicio de la mater/paternidad. Cada hijo tiene unas necesidades y adaptarse a ellas implica un trato diferente y personalizado. Pero, más allá de conceptos sesudos de psicología maternal de andar por casa, pensemos en situaciones más mundanas en las que, ya sea como hijos o como padres, seguro que todos podemos sentirnos identificados.

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“El primer embarazo se disfruta, el segundo se padece”

Es triste decirlo, pero es así. Te estrenas como madre y todos son atenciones. Eres el centro del universo y vives por y para tu embarazo. Que estás cansada, pues descansas; que tienes sueño, pues duermes; que tienes el cuerpo revuelto, pues te das un capricho y te quedas mirando la vida pasar hasta que te recuperes. No coges pesos, caminas por prescripción médica, vas a pilates, matronatación y haces meditación zen porque es bueno en tu estado. Te enriqueces con lecturas sobre el embarazo, sabes cuándo tu embrión se convierte en feto y si está en la fase guisante, melocotón o coco pequeño. No has estudiado medicina, pero conoces su desarrollo intrauterino, si tiene manos, si duerme, si tiene hipo y hasta cuantos pedos puede echarse.

Preparas tu plan de parto y meses antes comienzas a hacer acopio de ropa, muebles y cachivaches varios. Te apuntas a algún foro de madres primerizas y compartes con ellas cada pequeño avance. Te haces todas las ecografías prescritas por la Seguridad Social y de propina una 3D, por la que pagas un riñón, pero que das por bien empleada porque qué sería de toda la familia si no viese esa perfecta naricita igualita igualita que la del abuelo Paco.

Paseas por la calle orgullosa de tu barriguita y miras con ternura y envidia a las madres que ya empujan la sillita con su crío. En nada estarás tu igual.

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Pero te quedas embarazada por segunda vez y nada tiene que ver con la primera. Vuelves a estar cansada, vuelves a tener sueño, vuelves a tener el cuerpo revuelto… pero ya ni paras, ni descansas ¡ni leches! Porque, cuando tienes otro hijo al que atender, la vida no se detiene por esas tonterías. ¿Que no coja pesos? Pues ahora me lo dice, porque acabo de subir al tercero con un niño en una mano, el triciclo en la otra y con la mochila del cole agarrada entre los dientes.

De lo de las actividades “por y para ti” ya ni hablamos, que tu vida no ve más allá de las extraescolares. Que no te pregunten en qué semana estás de embarazo porque, como mucho, haces un cálculo aproximado y sabes que ahora mismo no vas a parir. Un día te das cuenta de que -¡coño!- lo que sientes no son gases, sino que se ha movido… ¿cuánto tiempo llevará haciéndolo mientras tu piensas que son gases? Lo de la 3D… ¡Ay, ay, ay! Lo haces por remordimientos, que total ya sabes que esas fotos son como las caras de Belmez y es la pura sugestión que llegues a ver una forma humana.

Los nueve meses, que tiempo atrás se te hicieron eternos, vuelan ahora absorta en tu rutina diaria. Un día te entra el pánico porque vas a salir de cuentas y -¡oh-my-god!- no has bajado del trastero la cuna, ni sabes dónde guardas los sacos . Los bodies que ibas a aprovechar los recuperas amarillos y no recuerdas bien cómo se monta la silla. Y, encima, rompes aguas sin tener la bolsa del hospital hecha. ¿Te suena?

Nadie quiere conocerlo

Con tu primer hijo recibiste más flores que si te hubieses muerto y casi tienes que poner un dispensador de números en la puerta de casa para gestionar los turnos de visita. El frutero, el jefe de tu padre, el vecino del tercero… todo el mundo tenía un detalle o simplemente una palabra amable para felicitarte. Vinieron primos políticos que tú apenas recordabas a conocer al nuevo miembro de la familia.

Pero nace el segundo y casi tienes que poner un anuncio en el periódico. “Toc, Toc, ¿se me escucha? ¡Que hemos ampliado la familia!”. Por allí no aparece ni el Tato salvo la familia más cercana. Cosa que, siendo sincera, agradeces, pero te da un poco de coraje la falta de interés por el chiquitín.

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Menos es más

Con la maternidad aprendes que, casi siempre, menos es más. Sobre todo si se aplica a todos esos útiles de puericultura que otrora te parecían I-N-D-I-S-P-E-N-S-A-B-L-E-S y ahora no son más que otro trasto inútil. Tener un niño es como padecer síndrome de Diógenes en diferido, así que imagínate lo que es acumular enseres de dos. Recuperas trona, cuna, minicuna, cambiador, silla, hamaca, humidificador, robot de cocina… pero te das cuenta de que ya no hay sitio para tanto porque, al mismo tiempo, tu casa está invadida de triciclos, pinturas, sillitas y mesitas, juguetes de todo tipo, colores, formas y, sobre todo, tamaños. Ya no cabe absolutamente nada más.

Así que, a partir del segundo, te retrotraes al siglo pasado y tratas de que sobreviva con LO JUSTO. Y lo que es más curioso, lo consigues.

Las fotos, ese tabú

Este es un tema tabú para las madres. Por mucho que nos empeñemos en negarlo, que tratemos de aplicar ahora la discriminación positiva para compensar, lo cierto es que no hay color: los primeros hijos son mucho más fotografiados. No es que tengas nada en contra de tus sucesivos retoños, pero es una cuestión logística y, por qué no decirlo también, de novedad. Al primero le haces una foto cada día porque, aunque un bebé te robe mucho tiempo, vives por y para él.

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Pero al contrario que el amor-de-madre, que se multiplica, el tiempo decrece exponencialmente a medida que aumentamos la familia y ¡claro! ¿cómo voy a tener oportunidad de hacerte una foto si apenas tengo tiempo para lavarme la cara?

Y quien dice fotos dice guardar todas esas “chuminaditas” que acumulamos con el mayor. A ver, que levante la mano quien ha cubierto uno de esos “libros del bebé” con su segundo/tercer/cuarto hijo. De pinzas de ombligo, mechones de pelo, dientes de leche -bueno, de estos alguno sí- mejor ni hablamos.

Estimulación temprana vs. la necesidad que estimula el ingenio

Con tres años al pobre hijo mayor lo apuntaste a música, inglés y ballet; nadaba desde los seis meses y crecía acompañado de juguetes educativos y canciones de los BabyBeatles. Entró en el cole con el abecedario sabido “de pe a pa” y los números del uno al diez. Con él no dabas puntada sin hilo, todo tenía un fin en el desarrollo de sus capacidades.

Con el segundo, la que tiene la lección aprendida eres tú. ¿Para qué tanto esfuerzo? ¡Que al final todos aprenden a leer y a escribir! Te justificas diciéndote que mejor no enseñarle tú nada para no entorpecer el método del profe que, al fin y al cabo, para eso le pagan. Pero la realidad es que estás taaaaaaaan ocupada peleándote con los deberes del mayor que bastante tienes ya como para complicarte más la vida. Y al final lee, te lo garantizo, y no canta los Cantajuegos, pero con tres años sabe cuanta canción choni suena en la radio/tele porque, ¡confiésalo! la línea roja que separa lo que tu crees conveniente para él y lo que sucede en realidad se ha vuelto muy difusa cuanto más te azuzan a ti las obligaciones diarias. Son más listos que el hambre y al final lo que acabas es desconcertada de cómo puede haberte ganado la partida sin que tú te hayas dado cuenta.

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De las extraescolares ni hablamos. Este niño no va a ser Mozart, así que puede esperar unos años a iniciarse en el solfeo, que cuadrar más actividades en el calendario de extraescolares es a estas alturas misión imposible. ¿Y qué más da que le guste la esgrima? Lo apunto a fútbol, que coincide con el mayor y no tengo que ir dando tumbos por la ciudad.

Máster en pediatría

Cuando nació tu primer hijo podías pasarte horas escuchándolo respirar por si estaba acatarrado y llegaste a visitar más a la pediatra que a algunos miembros de tu propia familia. Pero, después del segundo, tu ya tienes un máster en virus y dolencias infantiles, así que algo muy, muy, muy gordo tiene que pasar para que acabes en urgencias.

Veterana en el cole

No es que vayas de sobrada, pero es que tú todas estas cosas ya las viviste y empiezas a estar de vuelta en todo lo que tiene que ver con las cuestiones académicas y el entorno escolar en general. Y eso no solo afecta, como decía antes, a cuestión de estudio y fomento de sus capacidades, sino a la relación con el resto de padres y profes. Huyes del grupo de WhatsApp, no socializas en los cumples y limitas las relaciones de parque a lo justo y necesario. A estas alturas ya has asumido que el que tiene que socializarse con sus compañeros es tu hijo, no tú con sus padres.

No todo va a ser malo

¡Claro que no! Nacer del segundo lugar en adelante también tienes sus ventajas. La mayoría derivadas de la “relajación” en los hábitos de crianza y educación. Lo que a un hermano le cuesta media-vida conseguir, los que vienen detrás lo heredan mucho antes y casi por rutina. El mayor siempre abre camino. No es que seamos más permisivos o tolerantes, es que, como padres, hemos aprendido qué batallas librar y en qué guerras no merece la pena desgastarse y en eso salen ganando.

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Y tú, ¿también has notado estas sutiles diferencias o te mantienes igual de firme con todos tus hijos? Si no es así, seguro que me he dejado millones de ejemplos de ese trato distinto por el camino, así que ayúdame a completar el catálogo.

Fotos: Pexels, Pixabay, Yards of fun

María L. Fernández

Soy María Fernández. Mujer, madre, amante, amiga y periodista en permanente propiedad conmutativa. No sé vivir sin contar historias. Las mías, las tuyas, las de los demás. Nunca sabrás si voy o vengo, pero cuando te hablo ten la seguridad de que lo hago de forma honesta, porque no sé hacerlo de otra manera.

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20 comentarios

  1. ¡Qué grande Merak!
    Yo lo noto mucho en cuanto a planes con amigos, mi hija pequeña está más que acostumbrada a adaptarse a los planes de la mayor, así que cuando alguna vez la invitada en casa es amiga de la pequeña, o tenemos un cumple de la pequeña o cosas así, me resulta muy raro (y mi hija mayor se queja mucho jaja)

    1. Síiiii, a nosotros también nos pasa, de hecho, la pequeña siempre se queja de que nunca hacemos nada con los de su clase. De hecho, ni conozco a mitad de los padres. Qué desastre!

  2. Pues debo ser rara porque no me identifico con muchas cosas. No dudé ni una vez de si le querría igual que a mi hija mayor (más bien me lamentaba porque sabía que no le podría dedicar en exclusiva tanto tiempo como le dediqué a mi hija y que a la vez a ella ya no le podría dedicar todo mi tiempo) y tiene fotos a montones. El embarazo no fue tan contemplativo en lo que a mí se refiere pero en cuanto a ir controlando su evolución, leer cada semana qué logros y qué tamaño tenía ya el microbio y esas cosas sí las hice. Minimalista con trastos de puericultura lo fui bastante con los dos, a decir verdad. Y estresarme con unos mocos o una tos no me ha pasado mucho con ninguno de los dos… Pero sí que nos relajamos bastante más a la hora de preparar su habitación y sus cosas, y al final me daba apuro de no tenerlo todo preparado para la FPP, y que no le estimulamos tanto como en su día a su hermana y el pobre ha aprendido solo a hacer puzzles, por ejemplo…

    1. Cada madre es un mundo, eh? Lo de que aprendan solos a hacer cosas es muy reconfortantes, pero a la vez de un poco de cargo de conciencia. La mía, por ejemplo, nos sorprendió un día leyendo una alineación en un partido. Había aprendido a hacerlo sin que lo supiésemos!

  3. ¡Me ha encantado Merak! Tienes mucha razón en todo lo que dices pero yo el primer embarazo lo pase con miedo, lo disfrute con cautela después del aborto de antes, pero el segundo… el segundo embarazo lo disfrute mucho más mucho más que el primero, aunque se me pasó mucho más rápido. ¡Besos!

    1. Sí, el segundo es un visto y no visto. Ahora que hablas del miedo, sabes que mi madre siempre dice que vivió con mucho más miedo mis embarazos que los suyos propios? Supongo que será otro efecto secundario de la maternidad. Me decía que cuando le tocó a ella era más jóven e inconsciente 😉

  4. Tengo yo programado un post sobre las diferencias que noto entre el primer y segundo embarazo, porque como aún no he parido, no puedo saber todas las que me iré encontrando por el camino. Pero de entrada el olvidar mi estado, el no tener ni un pensamiento al día para el nuevo bebé ¡eso me ha pillado completamente por sorpresa! Lo que me ha entusiasmado de tu post es el tema de las visitas. ¿De verdad la gente no se interesa por conocerlo? Porque con lo pesadísimos que se pusieron algunos familiares con mi bichilla ¡eso podría ser una enorme ventaja esta vez!

    1. Sí, eso de que nadie venga a verte es en cierto modo lo mejor del mundo mundial. Estás mucho más tranquila y relajada. Ánimo y ya no te queda nada para contarnos la experiencia

  5. Excelente reflexión! En muuuchas coincidimos, y creo que no en todas porque mi peque mayor solo tiene 3 añitos, así que aún me falta por recorrer. A la fecha, mi petit pois no tiene ni un retrato en casa, mientras que del mayor hay 9 sin contar las de su habitación. Con el mayor, la familia materna cruzó el charco 3 veces para verle, y todos los meses llamaban para celebrsr su nacimiento, y unas tres veces a la semana pues también, a mi niña de casualidad la han visto una vez por el Skype, no miento….y seguiría pero me sale un post mas largo que el tuyo, pero es verdad, por mas que te jures amar al segundo para que no viva lo que tú q eres el sándwich, siempre hay menos tiempo o digamos, el tiempo será compartido. Yo me he quedado con la peque en casa para que me tenga en exclusiva por las mañanas, aunque sea tres años. Aún así entre llevar y buscar al hermano al cole, igual el tiempo se reduce.

    1. Eso también me pasó a mí con la familia de mi marido que está fuera. Con la primera, vinieron a verla en el primer puente que hubo. A la segunda, ni al bautizo vinieron. Fíjate que yo cogí también una excedencia de un año, pero justo por el motivo contrario. Con el tiempo que roba un bebé, quería tener algo más de tiempo libre para poder dedicarle a la mayor.

  6. EStoy completamente de acuerdo en todo!! No lo podria haber descrito mejor,y lo de las visitas es alucinante,todavia recuerdo que casi tenia que echar a la gente del hospital con la primera era alucinante la de gente que vinieron a conocerla y para la segunda…si hablamos del hospital solo vinieron tres personas a verla y en casa la familia mas directa,,,y eso que las dos fueron por cesarea,pero bueno referente a las visitas casi se agradece que no venga tanta gente porque con lo regular que se encuentra una y el cambio de tener ahora dos niñas en vez de una se agradeze. Asi que yo te doy la enhorabuena por lo bien que lo has descrito todo y por supuesto las quiero a las dos con locura,pero es verdad que con la segunda no se tiene tantas “tonterias” como con la primera.

    1. Esa es la palabra justa: “tontería”. La rutina de tener más de un hijo hace que se te quite toda la “tontería” de golpe. Me alegro un montón de que te haya gusado!

  7. Tal cual lo describes Merak! Aunque nunca dude en querer mas a la primera que la segunda.
    Mi primer embarazo fue increible pero me faltaron cosas por hacer, como el collage de fotos con la panza pintada, y que quise hacer con este embarazo pero no alcanza la vida para tanto. Seguro con el tercero, o quinto hijo las mujeres son mas organizadas pero hoy por hoy no me doy a basto con una peque de 4 y la que viene en camino.
    Quiero agregar que como las dos son niñas, no he comprado NADA para la que viene en camino. Le tocará toda la ropita de su hermana y una que otra de la que le irán regalando.
    Tomo nota de todo lo que me espera cuando sean mas grandecitas, gracias por compartir.

    1. Yo también tengo dos niñas y te voy a hacer una confesión. Sí, he aprovechado muchas cosas, pero hay otras que al final dices, por lo que cuesta una chaqueta en Zara, voy a comprarle una nueva a la peque y que no lleve esta descolorida. Palabrita. Otras cosas con menos uso, evidentemente no. Ah! y no le compres prendas iguales, porque si no la pequeña tendrá que llevar el mismo look en dos etapas distintas. Jajajaj!

  8. Pues sí, querida Merak. Cuánta razón.
    5 años tiene el peque y todavía no tengo un retrato suyo en casa… ¡qué vergüenza! Esto tengo que arreglarlo pero ya! Y sí, sí que se lleva distinto. Y encima mi segundo acabó siendo tercero, así que ya ni te cuento… Le tenía que haber puesto Mowgli.

    1. Era tercero pero era niño… así que era el rey de la casa 😉

  9. Estoy completamente de acuerdo contigo, en todo, no sólo ya el embarazo, que con el mayor desde las 20 semanas lo tenía todo listo y con el pequeño, que se adelantó una semana me pilló sin carro, ropa, cuna… De plan de parto ya ni hablamos,si no tb lo que viene después, las visitas (familia extensa que ha conocido a mi peque con un año…),las fotos (Esq encima no para quieto para hacerle una medio decente) y la crianza, con 18 meses que tiene sabe más que el hambre y le hemos hecho más bien poquito caso, con el mayor todo era contemplarle y con este, con que no se mate… Pero va de vuelta de todo, nos tiene alucinados!.
    En serio, genial tu post.
    Besos!

    1. Ahora que dices lo de que “con que no se mate”… mira! mi mayor, aun a día de hoy, con 10 años, recorta fatai, porque no le dejábamos unas tijeras ni jartos de vino. Y sin embargo, la pequeña las maneja desde los dos años como nada. Es superhabil, aunque para aprender e investigar se llegase a cortar un moflete. Pero ahí esta!

  10. Jajajajaja… Cuanto nos hemos reído el papi y yo… Las mías se llevan 15 meses y la palabra tiempo adquirió otro significado… Añado un par de situaciones
    Con la primera máster en marcas de agua para ponerle al biberón, esterilización minuciosa de TODO, leche de la cara, y comidita siempre casera…. Con la segunda… Ejem… Los bibes con agua del grifo hervida, los bibes empezaron a ir al lavavajillas y los esterilizabamos… O no… Leche la hero del súper, y de comer pues mucho casero cuando coincidía, pero si no, potito y sin remordimientos… Miña pobre…

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