La cartera, el móvil, las bolsas de plástico, kit de primeros auxilios, clinex y… ¡una bolsa reutilizable! Desde que hace un año el gobierno prohibió a los comercios regalar las bolsas de plástico, ya sea porque nos fastidia tener que pagar por ellas o porque realmente nos estamos concienciado de los peligros que para el medio ambiente supone la proliferación de residuos plásticos, lo cierto es que la mayoría nos hemos acostumbrado a llevar siempre con nosotros bolsas reutilizables. Da gusto ver como hemos interiorizado ese gesto de sacar nuestra propia bolsa de tela cuando vamos a hacer la compra y, sobre todo, comprobar cómo la práctica se ha extendido por casi todos los sectores de la población, independientemente de su edad.
Estamos en el buen camino, no lo dudo, pero ayer mismo se celebró el Día Mundial sin Bolsas de Plástico y no está de más recordar algunas cifras y datos que avalen esta decisión y nos conciencien de la necesidad de extender la guerra al plástico a otras facetas de nuestra vida.
Cada año, se lanzan a los océanos doce millones de toneladas de deshechos plásticos, residuos altamente dañinos con el medioambiente y los ecosistemas, que ponen en peligro la vida de animales y seres humanos. En cualquier rincón del planeta, desde las zonas más pobladas a los parajes remotos, tanto en la tierra como en el mar, se han encontrado restos plásticos.
Un hecho alarmante por la cantidad, pero también por el amplio periodo de tiempo que tardar en degradarse y desaparecer. Para que os hagáis una idea, una bolsa común, de esas de los supermercados, permanecería 150 años, mientras que una botella de plástico tarda hasta 1.000 años -¡todo un siglo!- en hacerlo. Los vasos de plástico tienen una “vida” de 50 años, los cubiertos hasta de 400 y han de pasar 60 meses hasta que un simple globo se degrade. Si hablamos de mecheros nos vamos a 100 años y si de suelas de zapatos se trata, nos ponemos entre 10 o 50.
Lógico que con tales datos, muchos organismos se hayan puesto a legislar tratando de frenar esta lacra. La Comisión Europea promulgó en 2015 una directiva encaminada a prohibir los productos plásticos de un solo uso de aquí al año 2021 pero, hasta esa fecha, muchos países, entre ellos España, ya han ido poniendo plazos para favorecer un consumo responsable en aras de su erradicación. El 1 de julio de 2018, como decíamos, se prohibió a los comercios regalar las bolsas de plástico de entre 15 y 50 micras de grosor; el 1 de enero de 2020 se vetarán todas aquellas fabricadas con materiales fragmentables, cuya descomposición es especialmente dañina para el medioambiente. Ese mismo año será obligatorio que las bolsas tengan al menos un 50% de plástico reciclado y cuando arranque 2021 estarán prohibidas TODAS las bolsas de hasta 50 micras y los comercios solo podrán entregar aquellas que sean compostables.
Algunos gobiernos autonómicos como el de Baleares han ido más allá y desde principios de este año han prohibido elementos tan comunes como platos, vasos, pajitas, bastoncillos de orejas o envoltorios desechables de productos frescos que no estén realizados con productos biodegradables. También se prohibirán versiones no reutilizables de productos como mecheros, maquinillas de afeitar o cápsulas de café que no estén elaboradas con materiales reciclables o compostables.
Uno de los grandes problemas de los envases de plástico es que prácticamente la mayoría son de un único uso. Una vida útil efímera pero un envenenado “recuerdo” para el planeta. Antes de que entrase en vigor la normativa del pasado año, se estimaba que en España, cada uno de nosotros consumíamos unas 144 bolsas de plástico de las que el 90% solo se usaba una vez antes de acabar en la basura. La vida útil de cada una de esas bolsas rara vez llegaba a los 25 minutos. Visto así, su uso no puede ser más absurdo, ¿verdad?
El camino todavía es largo y, aunque en términos globales esta guerra contra las bolsas de plástico sea solo una pequeña batalla, hay gestos que son realmente significativos porque remueven conciencias y ponen en la agenda de los medios -que al fin y al cabo son los que acaban dando visibilidad a los problemas y agitando la conciencia social- cuestiones de vital importancia de las que vivíamos ajenos hasta hace bien poco.
Que comencemos a pasear por el supermercado observando con ojos críticos la cantidad de envases de plástico que nos rodea -la mayor parte de ellos absurdamente innecesarios- o que mudemos nuestros hábitos para lograr un uso más responsable es ya todo un avance. Un paso que invita a otro. Quizás a comprar más productos a granel, a optar por bolsas de papel para fruta y legumbres, a volver a las de redecilla de tela…
No se trata de convertirte en una fanática del movimiento zero waste (residuo cero) que aspira a vivir sin plástico y buscar alternativas más respetuosas con el medio ambiente, o quizás sí, ¿quién lo sabe? pero está claro que hay muchos pequeños hábitos que podemos cambiar, como ya te contamos aquí en alguna ocasión, y que están al alcance de nuestras manos.
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