Por Rebeca de Comienzo Hoy
Si hay algo que nos han metido por los ojos en la última década es esta frasecita y, sinceramente, lo único que apetece es no solo no ponerlo sino pedir seriamente que alguien nos explique de una buena vez para qué narices necesitamos un coach.
Si tal como dicen un coach no asesora (para eso están los consultores a los que se les paga una pasta para que te digan lo que tienes que hacer y dejarte de comeduras de tarro), tampoco es un psicólogo o terapeuta (que se supone van a la raíz del problema y a los que le suele llevar bastante tiempo encontrarla por lo que el desembolso también es grande) y tampoco es un vidente (que no sé bien de que van pero tengo entendido que la pasta se la llevan igual). Entonces,
¿Para qué sirve un coach?
Pues te lo voy a explicar y esperamos que ésta sea la definitiva. Un coach es un taxista. Sí, sí, has leído bien. Un señor o señora al que le dices dónde quieres ir y muchas veces por dónde quieres hacerlo.
Y te puedes preguntar que eso qué gracia tiene, al final entonces el coach solo pone el vehículo… pero a ver, ¿no pagamos al taxista por poner el vehículo, aunque le digamos nuestro destino y por qué calle tiene que ir? El VEHÍCULO hacia nuestro objetivo es IMPORTANTE.
Aunque lo cierto es que la mayor parte de las veces que necesitarías un coach (pero no como los de La Voz, please) es porque no sabes dónde quieres ir o, si lo sabes, no tienes idea de por dónde hacerlo. Bien. También un coach es útil en esos casos.
Todo el proceso del coaching se basa en una sola premisa: no estás bien donde estás y quieres moverte de sitio. Pero o bien no encuentras la motivación y la fuerza, o no sabes por dónde empezar o no encuentras los recursos.
Importantísimo aquí es el grado de disgusto que tienes respecto de tu posición de partida en el momento en que decides cambiar. Este disgusto será la gasolina que te impulse hacia el cambio.
¿Quién puede ser coach?
El coach tiene que ser un profesional que ha sido entrenado durante mucho tiempo para ayudar a conseguir objetivos.
Tiene que dominar la escucha activa, diferentes técnicas de comunicación, la presencia total, el arte de las preguntas poderosas, la empatía como herramienta de ayuda, la intuición, una profunda vocación de servicio y que además él o ella misma ha tenido que pasar por profundos procesos de cambio y tener tras de sí una rica trayectoria vital y formativa.
O sea que no, no vale cualquiera.
Pero, finalmente, ¿por qué funciona?
Porque estar con un coach es como estar frente a un espejo en el que ves más allá de lo que es normalmente visible para ti. Partiendo de la base de que solo reconocemos lo que sabemos que existe, a veces por mucho que nos esforcemos en superar barreras, tenemos mecanismos tan bien aprendidos que tropezamos más de cien veces con la misma piedra.
A través del coach, esas barreras, por muy altas que parezcan, van perdiendo altura y la persona va descubriendo cosas inéditas sobre sí misma. No porque esas cosas no estuvieran ya allí, sino porque estaban tapadas por creencias limitantes, miedos o sencillamente por estar instalados en lo que se da en llamar la zona de confort: ese espacio donde los seres humanos nos sentimos cómodos y no queremos salir de él, aunque no estemos a gusto en él.
El coach no enseña. Ayuda a aprender. Por este motivo no crea dependencia y rara vez, por muy bueno que haya sido, recurres de nuevo a él, pues si ha hecho bien su trabajo, habrás aprendido del proceso para la siguiente ocasión.
Al final de un proceso de coaching, uno se va con un plan de acción específico, orientado siempre de presente a futuro (a diferencia de la terapia que trabaja con el pasado de la persona) y enfocado a resultados concretos.
En Comienzo Hoy, Escuela de vida utilizamos técnicas de coaching para acompañar a nuestras valientes a lo largo de los retos que les vamos proponiendo.
Nuestro próximo reto empieza el 1 de junio, un reto exprés centrado en la voluntad al que hemos llamado #RetoHoymandoYO. Durante 1 mes te acompañamos con pautas de alimentación, ejercicio, motivación y bienestar para que pases el verano de tu vida, ¿te atreves?
Nota: Este post forma parte de la Sección Colaboraciones de Mujeres y Madres Magazine y su publicación no supone que el grupo editor comparta su contenido.
Hola Rebeca.
Gracias por ofrecer alternativas de cambio a las personas.
Yo soy psicóloga y coach… y utilizo mis conocimientos, experiencia y formación para acompañar a las personas en su crecimiento personal, dificultades y necesidad de cambio. En mi línea de trabajo cognitivo-conductual y humanista no siempre es necesario buscar la causa originaria de un problema, puede que ni el paciente recuerde cuando se originó. Como psicóloga, acompaño y ofrezco estrategias, nunca digo lo que tienen o no tienen que hacer… esas decisiones le pertenecen exclusivamente al paciente.
Hay más de un tipo de terapia y existe más de un tipo de terapeuta… es cuestión de escoger aquel dónde te resulte mejor trabajar las necesidades personales.
Un saludo.
Dices que un psicólogo va a la raíz de los problemas y por eso las terapias son más largas y caras. No es cierto y creo que este tipo de afirmaciones afectan a mi profesión.
Un psicólogo clínico es una persona que ha estudiado Psicología y que después ha estado cuatro años formándose en el Sistema Nacional de Salud mediante el PIR. El PIR, para que no entendamos, es como el MIR para los médicos. Cuatro años trabajando 35 horas semanales más las guardias (o atención continuada), viendo pacientes, haciendo cursos, publicando artículos, etc. No conozco máster ni curso de coaching que ofrezca tal cantidad de horas prácticas.
Dices que un coach ha de ser un profesional. Hasta ahí de acuerdo, pero al no tratarse de una profesión regulada, es difícil determinar qué tipo de formación tiene que tener un coach para poder atender a personas. Igual que hay buenos psicólogos clínicos y malos, también habrá malos y buenos coach. La diferencia es que un psicólogo clínico, cuando consigue el título tiene, como mínimo, cuatro años de experiencia práctica con pacientes reales.
Una vez aclarado esto, vamos al segundo punto: mi forma de trabajar como psicóloga. No trabajo buscando la raíz del problema como decía en el artículo (a no ser que eso es lo que quiera el cliente). Mi perspectiva de trabajo es la de la TERAPIA BREVE. Es decir, trabajo con los objetivos que quieren conseguir nuestros clientes, buscando excepciones al problema y sobre todo, no creo que haya una forma correcta de manejarse por la vida. Nuestros objetivos en terapia son siempre los que nos traen los clientes. No tenemos guías generales de tratamiento ni fórmulas mágicas que valen para todos. Lo que ofrecemos siempre es una escucha empática tratando de que el cliente pase “de una realidad construida y sufrida a una realidad construida y manejada”
Confío en la capacidad de la gente para mejorar por sí misma, sin necesidad de guías ni consejos. En consulta propongo tareas para que experimenten cambios pero siempre digo que si no funcionan, podemos buscar otro tipo de estrategias. Tengo muchos recursos pero nuestros clientes tienen muchos más. Sólo hay que saber buscarlos.
Respecto a las sesiones, nunca digo un número exacto (estaría mintiendo si las dijera de antemano) pero lo que sí garantizo es que serán todas las necesarias pero las mínimas posibles. No me gusta retener clientes cuando ya se encuentran mejor.
Me parece estupendo que quieras vender tu plan para mejorar en la vida, pero por favor, no lo hagas desprestigiando mi trabajo. Yo cuando me publicito no lo hago con el tuyo (tal vez porque no me haga falta)