El día que decidí “gritar menos”

Hace ya un tiempo que escribí: “a veces grito”, y no es que ahora me arrepienta de mis palabras, o este post sea un “zas” en toda la boca, sino que conforme los niños crecen, y el efecto reflejo adquiere fuerza, veo que es importantísimo gritar menos, o directamente no gritar.

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No hay nada como predicar con el ejemplo, por lo que el día que ví a mi hija, gritando cual posesa, con exactamente el mismo tono de voz, expresión y gestos, decidí que los gritos tenían que llegar a su fin. No era coherente pretender que ellas no gritaran mientras yo iba por mi casa dando voces.

No sé si os habrá pasado ese momento en el que ves a uno de tus hijos dando vida a gestos tan tuyos, que te ves reconocido de tal manera, que sientes una vergüenza total.

Hay veces que no sabes por dónde tirar, y en cambio otras la red te ofrece una bibliografía genial sobre el tema que quieres trabajar, y el de “educar sin gritar”, es uno de los que se ha tratado mucho.

Sin duda, una de las primeras personas que empecé a leer tratando el tema fue a Laura de Mis trucos para educar, y estas son algunas de sus razones que comparto plenamente:

 

1. No me gusta que me 

griten.

2. Si yo grito, ellos gritan.

3. Si soy modelo permanente .

4. Cada vez más y mas alto,…

5. Los gritos nos distancian de nuestros hijos

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¿No os parecen razones más que suficientes para no gritar? Pero no sólo hay estas, que son las que cualquier madre podría tener para no gritar, sino que, como nos dicen en El teu espai

  • Gritar convierte a los niños en sordos
  • Gritar no ayuda a gestionar las emociones
  • Gritar asusta a nuestros hijos
  • Gritar los aleja
  • A más gritos, menos autoestima

Así, que si lo piensas bien, y aunque es cierto que no somos de piedra, tampoco obtenemos ningún beneficio gritándoles a los niños.

Mientras los niños son pequeños no saben expresar de manera oral lo que sienten con tus gritos, pero cuando crecen y son capaces de verbalizar sus sentimientos y emociones, el oír un “mamá, me estás asustando”, te deja totalmente desolada, y si no lo saben expresar, la mirada de “susto” hace que realmente te plantees que algo no estás haciendo bien.

Otras de mis razones personales para dejar de gritar, es el llanto del niño después de haber gritado. Y es que tras la cara de susto inicial, el siguiente paso es romper a llorar, y es en ese preciso momento cuando se te cae el alma a los pies, y te arrepientes enormemente de haber gritado, y de haber perdido los papeles.

Como bien nos cuenta Laura de Mis trucos para educar, una vez empiezas a gritar, sólo puedes gritar más alto, o acabar en el insulto gratuito, y entonces sabes que se te ha ido de las manos por completo.

Otra opción es ver cómo el padre en un momento determinado en el que tú estás en calma, empieza a gritar, y es como si observaras la escena como un invitado. Y ves que realmente no es la solución, que los niños sólo se alteran por el grito en ese momento, y que llegara un momento en el que los verán inmunes “al momento grito”, y es cuando eres un espectador cuando realmente ves que ese grito no tienen ningún fin más que amedrentar a los pequeños, y causarles un miedo sin que obtengas el resultado deseado.

Aunque realmente como os decía al principio, cuando ves al niño: “dedo en alto, usando tus expresiones amenazantes y profiriendo gritos cual salvaje”, cuando descubres que debes parar y ser consciente de que hay otras maneras de educar. Y que educar sin gritos es posible.

¿Algún consejo para ayudarnos a continuar en esta manera de educar?

 

 

Mª José Sarrión

María José Sarrion, profesional de los RRHH y blogger de La Alcoba de Blanca desde hace más de 4 años. Necesito como respirar contar lo que me pasa por la cabeza. Soy mujer y madre de 2 niñas, que han sacado facetas nuevas en mí. Multiapasionada, creativa e inquieta. Y con ganas de hablar de otros temas distintos a la maternidad. Porque como decía una buena amiga “hay vida más allá de la maternidad”.

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1 comentario

  1. Precisamente en estos momentos de mi vida y de mi maternidad estoy trabajando lo que me lleva a gritar más de lo que me gustaría. Lo que me ha hecho reflexionar ha sido, justamente, ver en mi hijo mi propio comportamiento. He de decir que es complicado ya que siempre he sido muy impulsiva y explosiva cuando me enfado o me disgusto. Es algo que no me gusta de mi forma de ser y aunque nunca he conseguido canalizarlo correctamente por mí, ahora me siento obligada y necesito hacerlo por mi hijo.

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