Lo reconozco: me encanta hablar en público. Disfruto muchísimo con las conferencias, hablando en la radio, participando en mesas redondas, dando clase. Y pensaréis, ya claro, es que tú eres muy abierta y extravertida. Sí, lo soy… ahora. Aunque nadie me crea cuando lo digo, yo fui muy vergonzosa y hay una parte de mí que lo sigue siendo. Digamos que soy una tímida reconvertida y a veces me sale el ramalazo. Me da mucha vergüenza hablar por teléfono, por ejemplo, como ya os confesé.
Cuando era niña me moría cada vez que tenía que hacer algo en público. Una de las cosas que me gustan de la educación actual es que a los niños les hacen salir en festivales y actuaciones de todo tipo cada dos por tres. Esto hace que estén mucho más acostumbrados de lo que estaba yo y creo que en general tienen mucho menos miedo escénico. Pero yo quería desaparecer cada vez que tenía que salir y hacer algo con público. Así que a una cierta edad decidí internamente que eso no podía ser y me autoimpuse una terapia de choque y me apunté a todo lo que pude que implicara tener que salir a un escenario. Funcionó tan bien que me pasé de frenada y acabé descubriendo que me encanta.
¿Qué cosas me han funcionado a mí?
Haz cosas que exijan perder la vergüenza
Si no hemos hablado en público jamás y es una cosa que nos preocupa porque creemos que no se nos da bien y que nos van a consumir los nervios mi recomendación es que os apuntéis desde ya a algo que os obligue a salir de vuestra zona de confort. No hace falta que nos lancemos a hacer un protagonista en una obra de teatro: podemos empezar por cosas más sencillas. Se trata de hacer algo que no nos salga de normal pero que no nos aterre del todo. Podemos apuntarnos a hacer teatro, sí, pero tal vez sea mejor pedirnos un papel secundario que sólo tenga unas líneas. Si nos gusta cantar podemos ir a un karaoke y lanzarnos a coger el micrófono. Podemos empezar haciéndolo en grupo y más tarde solas. Una cosa muy divertida y que ayuda mucho es hacer un curso de clown. No hay como ponerse una nariz de payaso para perder el miedo. Yo lo he probado y aunque así a priori el miedo al ridículo nos bloqueará, en serio, merece la pena ¡os lo pasaréis genial! El caso es obligarnos a enfrentarnos con el miedo en pequeñas dosis.

Habla de cosas que dominas
Es muchísimo más fácil hablar con soltura de aquello que conocemos bien que de aquellas cosas que conocemos sólo por encima. Conocer aquello de lo que estamos hablando nos dará la confianza necesaria en nosotros mismos. Mi consejo es que invirtamos tiempo en dominar la materia de la que vamos a hablar. No hay nada que ponga más nervioso que tener cabos sueltos y saberlo. Tenemos que prepararnos para contestar preguntas que nos puedan hacer sobre el tema y esto sólo es posible cuando dominamos lo que estamos hablando.
En el caso de que nos pregunten por algo que desconocemos es mucho mejor no fingir que lo sabemos cuando no es así. Suele ser mejor reconocer nuestro desconocimiento de algo en concreto, quedarnos el contacto y contestar a posteriori cuando lo hayamos podido mirar que dar una respuesta vaga o errónea. ¡No pasa nada por no saberlo todo!

Adáptate a tu público
No es lo mismo dar clase a niños que hablar para un grupo de ejecutivos súper serios. Es importante saber dónde vamos a hablar para adaptar el tono de nuestro discurso a nuestra audiencia. Aún así: puede que nuestro público sea muy serio, pero siempre se valora la naturalidad.

Conecta con tu audiencia
Al hilo de lo que comentaba antes hay que conectar con la audiencia. Si somos unos aburridos lo más probable es que nuestra audiencia desconecte por completo y esto hará que nuestro mensaje no llegue. Así no conseguiremos nuestros objetivos. No se trata de meter chistes (sobre todo si no nos salen naturales y queda una cosa muy impostada) sino de presentar nuestro mensaje de una manera atractiva. Interactuar con el público siempre es interesante.

Prepara bien lo que quieres decir
A mí personalmente no me gustan los discursos leídos en ningún ámbito, ni siquiera la política. Me da la sensación de que se pierden reflejos a la hora de introducir cosas que hayan podido surgir en ponencias anteriores, que salgan en la conversación o simplemente porque no queda nada natural. Es importante prepararnos un guión, perder tiempo en preparar materiales adicionales si es que se pueden proyectar en algún sitio, y practicar el discurso. Pero no memorizar palabra a palabra. Perderás frescura y si además estás muerta de nervios puede ser una mala idea porque una palabra olvidada ¡y adiós!

Valor y al toro
Llega el momento de la verdad y tienes que enfrentarte al público. Antes de salir no te obsesiones: es mejor echarle un vistazo rápido si quieres a tus notas si eso te da confianza, pero es peor estar dándole mil vueltas e incrementará nuestros niveles de ansiedad. Relájate todo lo que puedas, toma el aire, valor y al toro. Si estás en el escenario busca una cara amiga que te infunda confianza ¡eso suele ayudar!

Práctica, práctica, práctica
No sé si es una buena o mala noticia, pero como todo, esto es cuestión de práctica. Las primeras veces te querrás morir, pero conforme vayas viendo que no pasa nada irás haciéndolo mejor y te irá gustando más. Sólo hay que darle una oportunidad ¡y es una habilidad que viene realmente bien!

A mi me pasa raro, soy muy tímida e intento pasar desapercibida pero en cambio he hecho teatro o trabajado de payaso y me encanta, jeje
es que cuando le pillas el punto se lo pillas ¡y es tan genial! ¡para qué quieres montañas rusas si puedes hablar en público!
jeje me pasa parecido guapa! antes de empezar me pongo muy nerviosa y me dan ganas de hacerme pequeñita y esconderme…pero luego, cuando ya estoy hablando me divierto y reconozco que me gusta bastante
ya se te nota ya ¡si es que eres una crack!