¡Hospital mon amour!

Hace poco di con mis huesos en un hospital. Entré por urgencias … y de repente me vi en un quirófano con anestesia general. Nada grave, antes de que preguntéis, y esa misma noche estaba en mi casa, pero ¡ojú! lo de los hospitales da para mucho. Será porque nunca jamás he tenido vocación sanitaria y a mí esto de la sangre y pensar en gente abierta en canal me da mucho más mal rollo que morbo, pero qué queréis que os diga, los hospitales, bien lejos.

La cosa comienza cuando llegas a Urgencias. Ahí se distingue rápidamente quién está jodido fastidiado y quién viene por una tontería. Si tú eres de los primeros te acuerdas de la madre, padre y ancestros varios del que está hablando a grito pelado por el móvil, de quien sostiene una conversación igual que si le hubieran dado cuerda, quien se ha traído a toda la familia para hacerle compañía etc. Y, asúmelo, siempre hay uno de esos en todos los hospitales, supongo que para dar color y alegría al momento. ¡No vaya a ser que nos aburramos!

Las sillas tampoco suelen ser el culmen de la comodidad. Hay veces que las estás pasando canutas en tu cama en casa y te haces la remolona para ir a urgencias porque sabes que te esperan esas sillas del infierno. Para mí que las ponen para disuadir… que te lo tienes que pensar mucho si prevés que vas a pasar mucho rato ahí tirada.

Si tienes suerte de entrar en un tiempo razonable a consulta te puedes dar con un canto en los dientes: se dice que hay gente que ha perdido la juventud esperando su turno en urgencias. Si te dicen tienes que ingresar vete mentalizando: en un hospital sabes cuando entras pero nunca cuando sales.

el dia de la marmota

¡Bienvenidos al día de la marmota! En un hospital el tiempo pasa muy lentamente. Muy lentamente significa insoportable, tremenda, horriblemente lento. Tres horas casi te cuentan como un crédito universitario. ¡Jesús! Tú no haces más que mirar el reloj a ver si ha corrido algo el tiempo, pero nada, va tan despacio como la gota que cae en el gotero que en algún momento seguro que te ponen. Como dirían los de la Hora Chanante el tiempo pasa… despacico (si no has visto el sketch por amor de dios dale aquí).

Estar en un hospital es aburrido de solemnidad. Sólo no cuenta cuando estás dolorido de la muerte (aunque algunas veces te retuerces de dolor… mientras te aburres). Pero a poco bien que estés es un auténtico tostón. Casi agradeces cuando vienen a hacerte una prueba aunque sea dolorosa para romper la rutina ¡venga, píncheme en el culo, que me aburro! ¡Vamos a contar las veces que intentas encontrarme la vía para echar un rato!. Porque esa es otra, en un hospital, al contrario de lo que parece, se descansa más bien poco. Se despierta una insultantemente pronto (¿que no ven que nuestros hijos ya se encargan de despertarnos prontísimo de normal ¡hombreya!? ¡Que ni en el hospital puede una dormir más!), pero es que luego es un no parar de gente yendo y viniendo. ¡Si yo sólo quería echar una cabezadita!

Aunque peor lo tienen los acompañantes, que se aburren igual, pero encima tienen que estar en esas sillas del infierno y con acceso restringido al baño de la habitación, que es para enfermos únicamente.

Tus médicos never ever estarán así de buenos. Asúmelo
Tus médicos never ever estarán así de buenos. Asúmelo

Y no. Tus médicos nunca están tan buenos, las enfermeras se limitan a hacer su trabajo y si se van liando en los cuartos de descanso tú no te enteras. ¡Con la vidilla que le daría a la estancia! ¡Las series mienten como bellacas! Y menos mal porque una de las primeras cosas que te quitan cuando entras a un hospital es tu dignidad. Póngase usted el camisón. ÉSTE camisón. Además da igual que te hagas la remolona. En algún momento alguien te dirá que por favor te quites bragas y sujetador y te quedas ahí, indefensa, con el culo al aire, leyendo un email preguntándote si quieres probar un tampón musical para que el bebé que (no) estás esperando salga listísimo.

Jack Nicholson

Y no creas, que si ha de entrar un médico buenorro será justo entonces. La maldita ley de Murphy.

Sara Palacios

Soy Sara Palacios, aunque en la red muchos me conocen como Walewska, mi nombre de guerra. Soy curiosa, inquieta, seriéfila, gafapastas y a ratos pedante. Los que me conocen dicen que tengo mucho sentido del humor y yo no sé si soy graciosa o no, pero que me gusta reírme continuamente es un hecho. ¡Soy una optimista incorregible!

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4 comentarios

  1. jajaja mira que me he reído!
    sólo tú puedes hacer que una estancia aburrida en un hospital sea tan divertida <3

  2. Oye ¡aquí una que se ha ofrecido como conejilla de indias a lo del tampón musical! Sin embarazo de por medio, pero quiero saber cómo funciona ese cacharro. Me he pasado un mes con mi madre hospitalizada a finales del año pasado y esas batas son lo peor. Su compañera de habitación, recién operada, sin bragas y sin nada, iba aposentando el culo en toda las sillas de ese cuarto. ¡Cuánta higiene!

  3. Cata de Mamatambiensabe

    Que risas… Ay Sara, menos mal tu paso fué corto porque ya te hubiera dado para libro… me hiciste recordar mi hospitalización hace 2 años… a las 6:00 entraba el auxiliar, que no enfermero, como quién entra en un pabellon de soldados a cantar el toque de diana… A levantaaaarsseeee así, sin mas… y una con una migraña galopante que hasta el ruido de la almohada retumbaba en los oídos,… jajajaj… si es que es lo peor.

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