Vaya por delante que nosotras, en Mujeres y Madres Magazine, somos gente muy digna… o al menos lo parecemos. Lo cierto es que no hay más que leernos un poquito o conocernos más allá de las apariencias para saber que aquí, vergüenza, la justa. Sin embargo, no lo vamos a negar, que aunque nuestro sentido del ridículo es más bien limitado, a veces, como las meigas, “haberlas haila”.
Cuento chistes (Sara)
El caso es que soy una persona con bastante sentido del humor, pero lo de los chistes se me da fatal. Soy malísima y me siento bastante idiota tratando de hacer que la gente se ría con cosas que ni siquiera me hacen gracia a mí.
Canto delante de gente (Sonia)
Para ponernos en antecedente, tengo tono de gallina clueca. El caso es que debajo de la ducha o en mi casa cuando nadie me escucha no tengo problema, pero en público es “otro cantar”. Me avergüenza cantar delante de gente ya puede ser en un karaoke, en un cumpleaños o en la iglesia. Soy de las que te encontrarás moviendo los labios sin decir ni mu.
Voy al taller mecánico (Pilar)
Bueno, lo de cantar como le pasa a Sonia tampoco es que sea lo mío la verdad pero así de sentirte extremadamente ridícula es cuando tengo que llevar el coche al taller.
Me resulta territorio hostil, será cosa mía pero los señores mecánicos consiguen que me sienta incómoda y ridícula como si no tuviera ni repajolera idea de lo que venía a hacer allí y no me gusta ni un poquito, la verdad.
Cuando no supero las prueba que demuestran que no soy un robot (María L. Fernández)
En serio, son tantas las veces que no acierto a la primera a entender el código de letras, o me equivoco en la suma/resta/multiplicación, o me salto alguna de esas casillas de “señala donde veas una matricula”… que estoy comenzando a pensar que realmente o soy idiota o un robot.