Salud sin bulos

¿Provocan cáncer los pintalabios?, ¿ las patatas fritas del McDonald’s contribuyen a que la calvicie remita?, ¿tiene el agua cruda todos los beneficios que se le atribuyen? Por inverosímiles, probablemente identifiques muchas de estas afirmaciones como falsas, pero lo cierto es que internet es un inmejorable caldo de cultivo para que bulos de todo tipo surjan y se viralicen como auténticas bolas de nieve. De entre todos ellos, los relacionados con la salud y la alimentación se llevan la palma. Según el III Estudio sobre bulos y fraudes auspiciado por la Asociación de Internautas, el 32,5% de estas noticias falsas atañen, precisamente, a este área. Para desmontarlos con argumentos científicos y contribuir a su retroceso ha nacido #SaludsinBulos.

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La Asociación de Investigadores en eSalud está detrás de esta iniciativa que tienen como objetivo mejorar la calidad de la información sobre bienestar físico y mental que circula por la red. Un proyecto para el que han aunado esfuerzos profesionales del ámbito sanitario, del periodismo, asociaciones de pacientes e instituciones públicas y que centrará su acción en dos vertientes.

Por una parte, aspiran a identificar y desmontar a través de argumentos científicos todas estas noticias falsas a las que se ven sometidos los internautas; para, posteriormente, emprender acciones coordinadas a distintos niveles que permitan acabar con el fake y proporcionar a la población una información veraz y contrastada.

¿De dónde salen estos bulos?

Determinar por qué o cómo aparecen estos bulos es complicado. Quizás, una de las grandes dificultades con las que se encuentran los usuarios de internet es la de evaluar la veracidad de la información que reciben. Para entender su evolución debemos acudir a su origen. ¿Qué es un bulo? Básicamente es una noticia falsa que se divulga con la intención de hacer creer a un grupo de personas que algo falso es real.

La mayoría de los bulos van encaminados a desprestigiar a determinadas marcas, dar pábulo al interés oculto de ciertos colectivos o a generar alarma social.

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El problema es que, mientras que en la era preinternet los bulos se mantenían en un ámbito minoritario y casi privado, sin superar los cortafuegos de los profesionales de la información encargados de contrastar su veracidad; en la actualidad, el auge de las redes sociales y la facilidad para acceder directamente a las fuentes -o pseudofuentes- hace que la propagación de esas mentiras sea inevitable y alcance una dimensión estratosférica. Reenviar un mensaje a través de Whatsapp o compartirlo en nuestras redes sociales es tan sencillo y está tan al alcance de cualquiera que a veces resulta complicado resistirse a esa inmediatez y profundizar en un mínimo análisis crítico antes de darle al “compartir”.

En ocasiones discernir qué es un bulo y qué no resulta una tarea complicada. La mayor parte de estas noticias falsas se basan en datos aparentemente reales y difícilmente contrastable. De hecho, muchos se amparan en estudios que realmente se han llevado a cabo pero cuyos datos se descontextualizan o tergiversan.

Los usuarios estábamos en una absoluta situación de desamparo pues, salvo que se tratase de delitos flagrantes, era difícil que las autoridades competentes actuasen contra ellos y, a veces, cuando lo hacían, su respuesta resultaba tardía e insuficiente. Nada puede hacer #Saludsinbulos respecto a lo primero, pero para que la respuesta sea al menos inmediata y alcance a la mayor parte de la población, la AIES ha firmado un convenio con VOST España (Virtual Operation Support Team), voluntarios digitales de emergencias, para la creación de una división especializada en desmentir estos bulos sanitarios y que contará con médicos de atención primaria, enfermeros, farmacéuticos, asociaciones de pacientes y comunicadores.

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¿Qué puedo hacer yo?

Si sospechamos que nos hemos encontrado con uno de estos bulos, lo mejor que podemos hacer es acudir a la fuente para determinar si ha sido difundido por un organismo oficial o un medio de comunicación de prestigio. Detener su propagación o, al menos, dejarla en suspenso hasta que nos cercioremos de su veracidad es fundamental, será el segundo paso.

Pero si, incluso así, seguimos teniendo dudas, gracias a #Saludsinbulos podemos colaborar en su detección alertando a esta plataforma sobre la cuestión que nos preocupa para que su equipo de expertos analicen esa información, determinen su origen y veracidad y, si es preciso, lo desenmascaren.

Y los medios, ¿qué?

No penséis que hacer periodismo en la era de las nuevas tecnologías es fácil. Los grandes medios se sienten amenazados por la inmediatez de las redes sociales y los periodistas acaban(mos) presionados para entrar de lleno y sin frenos en esta espiral de inmediatez. Contrastar las fuentes es el principal de los preceptos que cualquier periodista debe seguir, pero desgraciadamente en la actualidad esto a veces no sucede.

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El resultado son informaciones alarmistas y noticias falsas que dan mayor trascendencia a muchos de esos bulos. También sobre ello quiere concienciar #Saludsinbulos a esos profesionales de la información, para que tomen conciencia de la importancia de la especialización en salud, lo “delicada” de la información que manejan y su irrenunciable tarea de ofrecer solo información veraz y contrastada.

A través de “Tras el titular” e imitando el “Behind the headlines”, del servicio británico de salud (NHS por sus siglas en inglés), #Saludsinbulos aclarará aquellos titulares cuyo tratamiento informativo haya sido alarmista y aportará argumentos científicos para reconducirlos.

Imágenes: Shutterstocks

María L. Fernández

Soy María Fernández. Mujer, madre, amante, amiga y periodista en permanente propiedad conmutativa. No sé vivir sin contar historias. Las mías, las tuyas, las de los demás. Nunca sabrás si voy o vengo, pero cuando te hablo ten la seguridad de que lo hago de forma honesta, porque no sé hacerlo de otra manera.

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