La brutal sensación de estar viva

Me pasa desde que era pequeña. Tirando de memoria, recuerdo haber tenido “esa sensación” ya desde los cinco o seis años. Podía estar haciendo cualquier cosa: jugando con mis muñecas, viendo la tele, contando los azulejos en el baño… Y de repente, pensaba: ¡estoy viva, soy una persona, soy yo, una niña! Y me quedaba maravillada mirándome las manos, moviendo las piernas, alucinando con la conexión cuerpo-mente. Era una sensación increíble. Jodorowsky la definiría como psicomágica. Yo simplemente la describiría como reveladora.

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Con los años esa sensación ha cambiado. Ya no se centra tanto en lo extraño de la conexión cuerpo-mente, entre otras cosas, porque más o menos -a pesar de ser de letras- he conseguido asimilar el funcionamiento de las neuronas, la médula espinal y el sistema nervioso.

Sin embargo, me sigue ocurriendo. De pronto, así en cualquier contexto, me ataca una profunda sensación de éxtasis, de algarabía por el simple hecho de estar viva y sana. Noto como si una energía se expandiera por todo mi cuerpo revitalizando cada una de mis células y una sonrisa enorme se dibuja en mi cara.

He estado brujuleando por internet y no he encontrado gran cosa. Quiero decir: lo mío no es un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) -de momento- ni forma parte de un ritual de invocación a la buena suerte. Tampoco es una paranoia ni algo propio de una infantiloide metida a mujer por imperativo de la naturaleza.

Yo lo resumiría como unas ganas enormes de vivir mezcladas con un enorme agradecimiento a la vida por el mero hecho (que no he hecho mero) de estar viva. De verdad que es un placer en sí mismo.

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Yo que soy de natural positiva, tiendo a compararme con los que nacieron más abajo y lo tienen todo más negro. O con las personas que sin irme tan lejos no están enfermos, sino que son enfermos, viven enfermos, o sufren la enfermedad de un ser querido bañado con la desesperanza. Así que me vengo arriba porque poder mover todo el cuerpo es un milagro. Porque tener fuerza para levantarme de la cama, qué digo, ¡tener una cama! es un milagro. Y es que si lo piensas detenidamente, estar triste, así como modo de vida, parece un derroche de suerte inaceptable y una ofensa para los que sufren, no ya calamidades puntuales, sino una vida calamitosa.

Hasta hace unas semanas me creía una tía con suerte. Ya sabes, esas verdades tautológicas que te has repetido toda la vida y que conforman tu mapa mental del lugar que ocupas en el mundo.

De repente, en una conversación con una gran amiga, llegó la frase: “no te equivoques, tú no has tenido una vida nada fácil”. Cuando me recuperé de semejante conclusión, le pedí que desarrollara esa idea y entonces, me di cuenta de que tenía razón. Tampoco me voy a hacer aquí la diosa de resiliencia pero es verdad que cuando pongo los aconteceres de mi vida uno tras otro, me doy cuenta de que hay más subidas y bajadas (sobre todo bajadas), más curvas y repechos que llanuras. Más que en la “media” de los caminos de las personas de mi entorno cercano.

Sin embargo, mucha gente dice que me recuerdan siempre con una sonrisa, que me visualizan así. Otros que soy una de las personas más sonrientes que han visto en la vida.

¿Y cómo se conjuga lo de los repechos y las curvas vitales con este espíritu alegre y -un poco alocado- que me caracteriza?

Pues ahora es cuando te vas a reír de mí sin contemplaciones, y vas a decir que me mire lo de la paranoia y las flipialucinaciones, pero, de verdad, creo a pies juntillas que mis sensaciones sobre el éxtasis de estar viva tienen mucho que ver con mi optimismo intrínseco.

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Tiene que ver con entender que la vida es un milagro en equilibrio, con dirigir la mirada al mundo con humildad, con valorar nuestros cuerpos como unas máquinas casi perfectas para darnos alas, regodearnos en nuestra capacidad de comprender a los demás, amarlos, escucharlos y conectar como seres sociales que somos. Para mí la máxima de Buda es la máxima de la vida:

Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado. Si se habla o actúa con dolor, te sigue el dolor. Si lo haces con un pensamiento puro, la felicidad te sigue como una sombra que nunca te abandona”.

¿Significa esto que nunca estoy triste? ¿Que nunca lloro? Claro que no. Claro que los golpes me duelen y a veces me cuesta levantarme de la cama. Pero sí es verdad que, sin miedo a caer en el simplismo de elmundoesmaravilloso y sonríeatodashoras, me gusta ver, como en La Vida de Brian, el lado brillante.

Escucharnos, disfrutar de cada momento, atrevernos a vivir aunque nos equivoquemos, reconstruirnos tras la maternidad, reinventarnos a los 30, a los 40, a los 50… No dejar de sonreír, aunque sea como ejercicio antes de dormir.

Y es que somos una insignificante mota de polvo en el universo. Si tenemos salud, si los nuestros la tienen, ¿qué más se puede pedir en este caos cósmico, en nuestra ínfima importancia, en nuestro aleatorio paso por el mundanal ruido?

No respondas ni empieces a compararte con Jennifer López. Simplemente cierra los ojos y concéntrate en los sonidos de tu cuerpo. Mira tus manos, mueve los dedos. Eres tú. Es tu oportunidad. No hay otra.

Percibe la brutal sensación de estar viva.

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10 comentarios

  1. Quizás sea porque yo también soy de naturaleza positiva pero también me pasa y sobretodo cuando era pequeña me pasaba muchísimo!! yo pensaba…madre mía! soy una persona que piensa que está viva y que tiene sentimientos en este inmenso universo!!
    Somos dos casos…esto no da para experimento de ciencia ¿no? jaja

    1. Jajaja, pues sí. Van a tener que hacer un estudio con nosotras, porque la sensación psicomágica que describimos es increíble, brutal. Una especie de éxtasis, de ensimismamiento vital, jajaja.
      En fin. Voy a callarme antes de que me llevan en una camisa de fuerza. Para experimentar, digo
      Abrazote

  2. Somos más!
    Yo tembién he tenido esa sensación de plenitud, aunque en mi caso lo llamo más equilibrio, no es que quiera que todo sea perfecto, sino que pueda balancear las cosas buenas y las malas de la vida, disfrutar de unas y aceptar las otras.
    Incluso le puse un nombre, por un cuadro de Hopper que me encanta, el efecto Sunlight in a Cafetería. Siempre entra el sol por alguna ventana y lo ilumina todo.

    1. Me encanta el cuadro de Hopper al que aludes, no lo conocía!! Y sobre todo me encanta saberme menos sola con mis rarezas. Me estáis dando alas para que un día os hable de mis momentos madretierra, jaja.
      Un abrazo enorme Gemma! Muak

  3. Bueno, lo mío es parecido pero no lo mismo. Desde pequeña hay momentos en que es como si me “viera” a mí misma y la cámara se fuera alejando. Vamos, que dejo de ocupar toda la pantalla de mi mente y veo que no soy más de una entre millones y millones de personas que habitan en la Tierra, que no es más que un pequeño punto en la inmensidad del universo. Y si yo soy tan pequeña, mis preocupaciones lo son más. No es infalible ni funciona siempre pero ayuda a relativizar.
    También pienso que somos (yo y cada persona) un milagro. Con la de guerras y penurias que ha pasado la humanidad, que todos mis antepasados sobrevivieran suficiente tiempo como para hacer que yo llegara a nacer es un milagro digno de ser celebrado. No sé si se entiende, mi tatatatatatatatatatataratataatatatataraetc debió ser una superviviente de alguna peste negra, o por lo menos vivió lo suficiente como para ser adulta y engendrar a sus hijos. Y sus hijos sobrevivieron lo suficiente como para engendrar a los suyos. Y así hasta llegar hasta mí. Un milagro, ¿vedad?

    1. Ay, qué bien describes esa concatenación de pensamientos que me han llevado tantas veces a vislumbrar el milagro en equilibrio que somos, dando vueltas en el universo. Y claro que sirve este sistema para relativizar nuestros problemas. Hay que ponerlo todo en perspectiva. Todo.
      Qué bien me sienta leeros.
      Un abrazo

  4. Me encanta empezar un lunes con una lectura como esta y con la idea de Gemma “siempre entra la luz por alguna ventana”
    Me desconcierta saber que no has hecho mero pero me encanta la sensación no sólo de sentirme viva sino también de que a veces las ideas se entrecruzan y entre la rutina, el absurdo le pone sabrocillo al asunto.
    Me sorprende que esta sensación tenga nombre y nos sea común aunque bueno.. pensándolo bien, no.. tampoco me sorprende tanto que nos sea común.
    Me consuela saber que de las subidas y las bajas siempre se aprende y se sacan conclusiones y se decide cómo se va una a enfrentar a lo que venga..
    Y me gusta.. me gusta sentirme de vez en cuando brutalmente viva

    PD.- ¿Te dije que se te echó brutalmente de menos? Bueno, pues eso..

  5. Brutal, querida. Qué texto cargado de madurez, razón y optimismo. Perfecto para un lunes.
    Que sepas que me he mirado las manos 😉
    Reconozco que hay días en los que me acuesto pensando que no he sonreído suficiente, que mi cara ha arrastrado mal gesto en demasiados momentos del día. Y lo peor es que sin razón normalmente. Por suerte no me ocurre mucho.
    Es tan importante sentirte viva…
    Un besazo

    1. Es la primera vez que leo sobre esa sensacion, que tambien yo experimentaba de pequeña! Para mi tambien era brutal y a veces pensaba que si seguia concentrandome en ella terminaria por separar la mente del cuerpo. No hay un nombre cientifico para ello? Y casualidad, no se, tambien soy muy positiva, y pienso que los baches que he pasado en la vida han servido para llegar hasta donde estoy ahora y ser quien soy. Siempre agradezco que los mios y yo tengamos salud y que lo demas se puede superar. No soporto a la gente ceniza que teniendolo “todo” siempre tienen un problema para cada solucion, se estan perdiendo la vida, el ya y el ahora, en sus lamentos. Gracias Vero porque ha sido revelador!

  6. me encantó.!!!!..Ser positiva, sonreir al día más gris, construir soluciones en vez de lamentos y andar por la vida con una sonrisa a cuesta es mi mayor felicidad !!!no importa el cansancio, el cuerpo dolorido o el reloj apurando el día.
    Vale la predisposición, vale las fuerzas, la esperanza , la fé y la alegria de celebrar la vida.

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