Las niñas: un viaje a la adolescencia de los 90

Hay cosas que deseas desesperadamente que te gusten. Me sucedió con Mad Men. Lo tenía todo papi para que a mí me encantara. Una época que me fascina, un mundo que adoro, unos personajes interesantes, la dualidad machismo-feminismo… sobre el papel todo encajaba para que la serie se convirtiera en una de mis favoritas. Nunca pasó. Lo intenté varias veces, la segunda de ella viendo varias temporadas incluso pero jamás llegó a interesarme lo suficiente.

Las niñas es una película que tenía muchas ganas de ver. Muchas, muchas. El argumento a bote pronto, interesante. Un grupo de niñas de un colegio de monjas en Zaragoza en el año 92, cuando se suponía que nos vendíamos al mundo como súper modernos, súper chupis y súper todo. La directora Pilar Palomero se estrenaba en el largometraje (que no en el cine) con una historia muy personal basada en sus recuerdos y en los de gente de su generación. Que es la mía.

Yo fui adolescente en los 90. En el momento en que está ambientada la película tenía los mismos años que tiene mi hija mayor ahora y apenas uno o dos más de los que tienen las niñas en la película. Así que las situaciones que se recrean en la película me resultan tremendamente familiares. Llevé un uniforme prácticamente idéntico al de las protagonistas. Me maquillaba mal y a golpe de pintalabios a granel. Iba a las mismas discotecas y me movía en un entorno súper parecido; de hecho de ser personajes reales lo más probable es que nos hubiéramos conocido, por lo menos de vista.

Tenía muchísima curiosidad por ver mi adolescencia a vista de pájaro, con otros ojos, de un modo más crítico. Muchas de las cosas no me aplican. Mi colegio, en el que estudié hasta COU era bastante más moderno que el que sale en la película. Apenas teníamos monjas y las pocas que teníamos eran de mente abierta. Recuerdo que vino a darnos una charla sobre sexualidad una monja que trabajaba como ginecóloga en algún país del tercer mundo y que nos lo contó todo TODO sin paños calientes y sin moralina. También nos trajeron a una sexóloga que hablaba sin pelos en la lengua. Pero en realidad los noventa eran una época en la que los cambios se estaban produciendo y el ritmo no era el mismo en todos sitios. No era la realidad exacta de mi colegio, pero sí era una realidad que existía, así tal cual.

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Fui a ver la película con mis hijas y lo cierto es que la viví con un pellizco en el corazón. Quizás a la gente de Madrid o Barcelona no les pase pero para mí es bastante novedoso además de sentirme reflejada en la historia reconocer los lugares de rodaje. Iba sonriendo con las situaciones: esa Superpop que fue la que educó a toda una generación con sus tests estúpidos y secciones escandalosamente picantes para la edad y para la época. Las clases en silencio. Esa clase de costura que nos daban. A mí me encanta coser, pero ya os aseguro que no fue gracias a esa clase. Me reconocí en la vergüenza horrible y el mal trago de aquellos reconocimientos médicos en masa sin ningún tacto ni intimidad.

Mis hijas alucinaban con las diferencias. Quizás porque cuando lo vives se es como la rana a que no se da cuenta que le suben el calor al hacerlo de manera gradual. Piensas que está igual que al principio, pero de eso nada, simplemente has ido adaptándote progresivamente. Yo pensaba que no habían cambiado tantísimo las cosas; al fin y al cabo estudian donde lo hice yo y hay todavía muchos profesores que me dieron clase a mí jovencitos. Pero sí. La vida cambia, evoluciona y también lo hacemos nosotros. Y ser conscientes de ello es un gran aprendizaje… aunque también os digo, yo soy hija de mi tiempo, de mi familia y de dónde me eduqué y no reniego de ello. Todo eso me ha convertido en la mujer que soy. Y está bien.

Deseaba muy fuerte que me gustara la película. Y pese a todo en algún momento la película me soltó. Adoraba el envoltorio pero la historia central no me llegó a enganchar en ningún momento. Me quedé en lo superficial, en las situaciones concretas, casi gags.

Todo el mundo dice que Andrea Fandos es un grandísimo acierto del cásting y no lo dudo. Hay mucha verdad en ella, es cierto… pero a mí su personaje tan tímido, tan callado, tan para adentro se me hizo bola. Al final es una historia construida a base de silencios y con una mosquita muerta – como así la llaman – como protagonista. La lentitud de la trama, la conceptualidad de lo que pasa que se plasma en la escena primera y en la última consiguieron perderme a mitad de la película. Quizás es que a mí me gustan las películas con más ritmo y los personajes más carismáticos conectan mejor conmigo, pero para mí Las niñas al final es un quiero pero no puedo… y me da mucha rabia.

Aún así es innegable que si tienes una cierta edad la película te va a tocar el corazón y creo que merece la pena verla de todas formas. Que lo mismo soy yo la equivocada porque a todo el mundo parece haberle encantado.

Sara Palacios

Soy Sara Palacios, aunque en la red muchos me conocen como Walewska, mi nombre de guerra. Soy curiosa, inquieta, seriéfila, gafapastas y a ratos pedante. Los que me conocen dicen que tengo mucho sentido del humor y yo no sé si soy graciosa o no, pero que me gusta reírme continuamente es un hecho. ¡Soy una optimista incorregible!

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