¿Qué pasa con las zapatillas de Balenciaga?

¡Madre mía la que se ha liado estos días con las zapatillas de Balenciaga! Menos mal que nos hemos tomado nuestro tiempo no sólo para leer los titulares, hemos podido leer más a fondo y lo que es más importante y hacemos cada vez menos, hemos podido procesar lo leído y entender un poco mejor toda la movida de las zapatillas de Balenciaga, las últimas que ha sacado, las que cuestan la friolera de 1.450 euros y están prácticamente agotadas.

Vamos por partes que merece la pena entender toda la movida porque en el fondo es más, mucho más de lo que parece.

Balenciaga es una reputada firma de moda desde hace décadas, eso lo sabemos todas. Han sido distintos los diseñadores creativos que han ido dirigiendo la casa desde la muerte de su fundador Cristóbal Balenciaga.

Actualmente es Demna Gvasalia quien diseña y crea para la casa Balenciaga, lleva haciéndolo desde 2015 y ha conseguido que la controversia acompañe no sólo a sus diseños sino a su estética en general. Controversia que se traduce en que durante semanas se esté hablando de la marca, de lo que hace, de cómo lo hace y de por qué lo hace.

Balenciaga está más vivo que nunca entre la opinión pública y prácticamente todo el mundo ha oído alguna de sus polémicas. La última es la de las deportivas destrozadas y sucias, una locura la que se ha creado en torno a las zapatillas de Balenciaga para beneficio de la marca, por supuesto.

Una deportivas destrozadas y sucias que fotografía Leopold Duchemin y que salen a la venta al módico precio de 1.450 euros ¡¡pero quién va a querer comprar esto!! Pues las 100 deportivas ya están vendidas. No queda ninguna. Da igual la talla, quien compra una deportiva en este estado lo más lógico es que en lo único que no piense es en meter su pie en el interior de ese adefesio farrioso.

Y es que nadie ha comprado las zapatillas de Balenciaga para ponérselas, estoy segura. Porque no se compra la moda, se compra la exclusividad, el objeto único, la edición limitada, la exhibición incluso.

Las zapatillas de Balenciaga y lo que significan

Las zapatillas de Balenciaga son concretamente el modelo París de la firma, unas zapatillas de lona que se supone están diseñadas para durar 100 años y que están en torno a los 495 euros si compramos el modelo “a estrenar”. Las que parece que llevan un siglo en sus suelas y sus remates son las que cuestan casi mil euros más, es así de sencillo.

Que sea moral, amoral o incluso inmoral el que alguien compre estas deportivas a este precio es algo sobre lo que cada uno tendremos nuestra opinión, lo mismo que podemos pensar de quien se gasta miles de euros en una obra de Banksy o hace años de Marcel Duchamp. Pero ahí estamos cambiando la perspectiva y estamos dejando de hablar de moda para hablar de arte y no sé si todas las cabezas están preparadas para hacer ese cambio.

Lo que queda claro es que hay una población a la que se dirige Gvasalia con estos productos que es la misma población a la que se dirigía en 2021 con el famoso jersey roto y desgastado de la marca, confeccionado con lana virgen de Itailia (de enorme valor en el mercado) y que puso a la venta por 1.150 euros.

Hay personas en el mundo que no sólo quieren pagar esas cifras sino que además pueden hacerlo sin que sus economías se resientan por ello porque para esas personas esto no es un exceso sino una diversión, una travesura e incluso una inversión a medio y largo plazo. Un riesgo que merece la pena asumir.

Quizás no sea el problema del diseñador o de la casa de moda, quizás el problema sea del sistema que permite y desarrolla estos extremos entre las personas que pierden sus casas y las que compran estos productos, las que no pueden reducir más gastos para sobrevivir y las que ni sienten ni padecen cuando compran a estos precios. La reflexión es cosa nuestra y de momento es gratis.

Pilar Fonseca

Primero fui mujer, después periodista, luego esposa y ahora además de todo eso madre. Esto último me obligó a reorganizar todo lo anterior.
Me gusta escribir y comunicar.
Disfruto con un buen libro, una buena película, una buena serie, un buen viaje y una buena charla con amigos.
Podría alimentarme sólo de queso y chocolate acompañados de un buen vino, una que es mujer de gustos sencillos.

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