Nuestros Pacos (término para referirnos a nuestros maridos que le debemos a nuestra adorada antigua redactora Ruth de Rioja) tienen sus cosas que nos sacan de quicio pero al mismo tiempo otras nos parecen la maravilla más maravillosa del mundo. Hoy os contamos las cosas que nos encantan de ellos y les envidiamos profundamente.
Se duerme en un minuto (María Jardón)
Da igual que esté preocupado por algo, que estemos discutiendo o que tengamos que hacer el pino para poder solucionar el planning semanal. Él se da la vuelta, pone la cabeza en la almohada y al segundo respiración de dormido… y yo ahí, a su lado, dando vueltas en la cama durante dos horas más. No os podéis imaginar lo desesperante que es. Me muero de envidia, pagaría por tener esa facilidad para dormirme.
Su facilidad con los números (Sara)
Yo soy negadísima: ni se me dan bien, ni me gustan… y mi marido es una máquina de matar. ¡Se le dan de lujo! Y encima pensaréis, es que tú eres de letras y él de ciencias ¡No! ¡Es que encima sabe más de historia que yo, que estudié la carrera! Mi Paco vale un valer!
Su capacidad para no preocuparse (Pilar)
Algo que intento aprender de mi Paco es a no preocuparme por lo que vendrá. En eso tengo un maestro. Que me preocupan unas pruebas médicas, para qué hacerlo si no vas a saber nada hasta que el médico las vea. Que la cosa va mal en el trabajo, pues ya vendrá otro detrás. Siempre dice que no tiene sentido preocuparse por algo que no podemos controlar y, aunque sé que tiene razón, me cuesta muchísimo conseguirlo.
Como desquiciar a una mujer (María L. Fernández)
Os voy a confesar que una de las cosas que más envidio de mi Paco es, precisamente, una de las que también me saca más de mis casillas. Algo que, precisamente, comparto con algunas de mis compis, lo que me hace pensar que, más que ser yo repetitiva, hay bastante unanimidad entre el género femenino respecto a ciertos aspectos de nuestros “costillos”. Como María Jardón, envidio que mi Paco se ponga en horizontal y se quede instantáneamente dormido. Pero también, como Pilar, envidio su capacidad para preocuparse por las cosas hasta que no son una realidad tangible. El problema es que, si juntas ambas “virtudes”, el resultado es algo totalmente desquiciante: ¿O acaso no os ha pasado eso de acostaros tras una discusión con vuestras parejas y ellos, ¡hala! tan ricamente dormidos a los dos minutos y vosotras todas agobiadas y despejadas como un buho?
No pensar en qué pasará
Aunque nuestra vida penda de una cuerda floja él siempre consigue ver el lado positivo de las cosas y no preocuparse por lo que vendrá mañana. Es una actitud que envidio muchísimo porque yo soy justo lo contrario y los agobios por tonterías están, en mi caso, a la orden del día. Sinceramente me gustaría aprender a abstraerme de los problemas y como en el caso de Pilar, aprender a preocuparme, solo cuando toca.