Por qué odio Halloween

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Me oigo y recuerdo a mi madre quejándose de que “qué era aquel invento de Papa Noel, que cuando ella era pequeña ni Papa Noel, ni árbol, ni renos ni nada… Reyes Magos, Nacimiento, cabalgata y punto”. Pues yo podría decirle lo mismo a mis hijas, ¿qué es ese invento de Halloween? Cuando yo era pequeña, Halloween no era más que otro de esos dogmas de fe que nos llegaban en las películas americanas, como la Estatua de la Libertad, el McDonalds o el surf, que sabías que existían porque lo veías en la tele y te lo creías, porque eras muy crédula, pero aquí te conformabas con los huesitos de santo, pasarte el festivo de cementerio en cementerio sufriendo los besos con babas de todas aquellas ancianitas entrañables  y sus pellizquitos en la mejilla de “¡cómo has crecido desde el año pasado!”. El colmo de la transgresión, el collar de “zonchos” -collar de castañas cocidas- que mi abuela me hacía; y la máxima diversión, el magosto escolar: tarde sin clases comiendo -de nuevo- castañas en el patio del cole.

Y vosotros diréis: “De acuerdo, Halloween no forma parte de tus tradiciones familiares, pero de ahí a odiarlo…” Pues sí, lo odio.

Como fiesta me espanta. Y aunque soy de las que odio dar el argumento de que es una celebración “puramente comercial”, lo cierto es que así lo veo. Hemos importado una tradición que, de alguna forma u otra, nos acarrea gastos -sí, lo sé, el disfraz se puede hacer muy apañadito con cualquier cosa que encontréis por casa pero esa es la teoría, en la práctica acabas gastándote mínimo 25 euros en el chino entre comprar pinturas, garras, peluca, parche, garfio, máscara y laca, sí, mucha laca para alborotar el pelo, para que quede tieso y a poder ser laca china que repela el agua de ducha-, que nos da más trabajo -del cole siempre piden algo que, justamente, no tienes en casa- y resulta una nueva oportunidad para las que trabajamos de tener que hacer malabares para cuadrar agenda familiar y laboral y no perdernos los cinco minutos de gloria de nuestro zombie/bruja preferida camino del estrellato entonando los acordes de “cuando el reloj da la una los esqueletos salen de la tumba”.

Los sé, parezco un ser muy aburrido. De hecho puede que lo sea. Los disfraces me espantan –aunque sean tan chulos como estos que nos enseñó Lydia y los niños disfrazados desbocados y puestos hasta las cejas de chuches, golpeándose con hachas, espadas, garrotes me dan una pereza absoluta. Y las fiestas en las Asociaciones, Clubes y Locales Sociales –que poco tienen que ver con las monadas que nos propuso Pilar– con música atronadora, animadores voluntariosos que berrean (en el mejor de los casos) los Cantajuegos y colas interminables para que le embadurnen pinten la cara a la niña de cualquier cosa bien oscura, que se pegue a las cejas y que no saldrá si no es frotando  princesa zombi son para mí la antítesis de la diversión –poco que ver con estas maravillas-.

Tampoco ayuda el hecho de pasarme dos semanas tratando de convencer a mis angelicales hijas de que “no vamos a pedir caramelos por las casas porque aquí nadie pide caramelos por las casas por mucho que lo veáis en las películas”,” ni voy a organizar una fiesta de Halloween, me da igual que la madre de Martita la hiciese el año pasado y fuese de lo más divertida y comieseis dedos de bruja, ojos de sapo y arañas de chocolate y lo hicieseis, además, bajo guirnaldas de colores, servilletas con forma de sapo y un esqueleto presidiendo la mesa. Hija mía, no tengo ni el tiempo ni la destreza para todo eso” -¿cómo? ¿que tú no sabías que en Halloween tienes que tener más destreza que Chicote entre fogones y más criterio estético que el coletas de Bricomanía? Pues ¡anda! pásate por nuestra sección gastronómica y de decoración y te pones al día-.

Porque, en esta sociedad de excesos en la que vivimos, uno no puede disfrutar de un Halloween más o menos digno… ¡NO! Uno debe sufrir una INMERSIÓN absoluta que incluya disfraces, comida, alimentación, pelis –mira cuantas te propuso Let para morir de terror-, juegos… Y yo no quiero que me bombardeen durante casi un mes con ideas para organizar la mejor fiesta. Quiero poder abrir mi Facebook sin que me asalten un millón de propuestas que yo no puedo, ni quiero, ni sé hacer. Aspiro a que mi Twitter no se desborden las fotos de disfraces que sobrepasan mis capacidades manuales. Deseo que los grupos de whatsapp de clase no me desborden -por partida doble en mi caso- con propuestas de fiestas infantiles para los próximos fines de semana.

Qué conste que sí he ido a fiestas divertidas, hace algunos años, cuando el tema no se había desmadrado aún, en la que vaciamos y decoramos calabazas -más los padres que los niños-, comimos castañas y asistimos a una “terrorífica” obra de teatro infantil. Una excepción. El año pasado, cuando quisimos repetir plan, el local estaba atestado, los padres se peleaban por conseguir una calabaza, la lana para el pelo y el pegamento eran objeto de disputas y las velas un artículo de contrabando. Las castañas las habían sustituido por chorizos, pan y caldo, al módico precio de cinco euros y si el niño no iba lo suficientemente caracterizado de casa, si esperabas una cola de 40 minutos y pagabas un euro, dos muchachas disfrazadas de “bruja sexy” -me encantaría que alguien me explicase alguna vez por qué todos los disfraces de mujer joven-adulta llevan el apellido de “sexy” en los catálogos de disfraces- le ponían una capa de pintura extra.

Dispuesta a mantener un  mínimo de dignidad, en esta familia sobre la que tengo una mínima potestad he iniciado una “cruzada” para eludir Halloween y estas “americanadas” y lo he sustituido por el Samaín, que para eso Galicia es rica en tradiciones. Y puesto que Halloween no es más que la importación de una tradición de origen celta que los emigrantes ingleses e irlandeses se llevaron a Estados Unidos y ahora nos viene de vuelta, aquí hemos decidido beber de la fuente original, echar mano de nuestro pasado celta y declararnos -si no fans sí al menos- defensores del Samaín.

María L. Fernández

Soy María Fernández. Mujer, madre, amante, amiga y periodista en permanente propiedad conmutativa. No sé vivir sin contar historias. Las mías, las tuyas, las de los demás. Nunca sabrás si voy o vengo, pero cuando te hablo ten la seguridad de que lo hago de forma honesta, porque no sé hacerlo de otra manera.

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23 comentarios

  1. Dí que sí, ¡viva el Samaín y su bizcocho! ¿Por que este tenía bizcocho de esos ricos ricos que hacéis las gallegas,no?
    Estoy inmersa en la fiesta del cole, este año temática Zombie y tengo que preparar la coreografía para el “desfile zombie” final… Quién se apunta??

    1. Ay! ese bizcocho!!! Que estoy deseando que mi suegra me pase calabraza para hacerlo! Lo de la fiesta zombie mejor ni lo hablamos. Sara quiere ir de niña del exorcista y no encuentro un camisón blanco de su talla ni a tiros. A la que le va a dar vueltas la cabeza es a mí!!!!

  2. jaja has sido muy valiente con este post compañera!
    Aunque después de leerte comprendo perfectamente por qué odias Halloween.
    A mi me encanta, pero es que en mi barrio los niños se disfrazan y se maquillan en casa (nada de hacer cola para esos menesteres) y sí van a pedir caramelos, entonces la fiesta es completamente distinta 😉

    1. Sí, sí, seguro que si fuese así también me gustaría. Pero nada que ver la propuesta que tengo yo alrededor!

  3. Al fin y al cabo… Tenemos más de celta que de que de yanqui!
    Estoy contigo! No se si sobrepasada por las cualidades artísticas requeridas o por simple pereza pero…
    A ca meva panellets i castanyera… 😉

    1. Huesitos de santo, castañas y chimpún. Que yo llevo muy mal eso de plasmar mi creatividad en manualidades, recetas y demás cosilas temáticas

  4. Olé tu, estoy completamente de acuerdo! Paso de la moñada esta. Aunque no me importa ver fotos chulas por las redes de las que se lo curran.
    Llevo años diciendo que esto viene de Irlanda y la gente no me cree, se piensan que me lo invento, pero como ha explicado tu, originalmente era una fiesta pagana celta, llamada All Hallows’ Eve.

    1. Exacto! pues ahora, con internet, empieza a pasarle enlaces a todos esos incrédulos! Que sí, que el Halloween es Celta! así que es una tradición de ida y vuelta.

  5. Te estaba leyendo, y pensando, yo soy una de esas que no para con las ideas de Halloween! Y nunca lo he celebrado, pero tener hijos te cambia la vida y todo lo que sea una fiesta, un disfraz o una manualidad, la hago por mi pequeño. Me encanta ver como disfruta y me encantan los preparativos!

    Al fin y al cabo, cada uno es libre de celebrarlo o no. Peor situación viven las personas que odian Navidad y tienen que celebrar las Navidades por narices.

    Un beso!

    1. Pues sí, lo de la navidad puede llegar a ser muy estresante si realmente no te gusta. Creo que, como en todo, es cuestión de medida y al final todo se acaba desmadrando. Mi queja viene, precisamente, de ahí, del exceso que acarrea la celebración. También de que teniendo fiestas autóctonas tengamos que importar otras. Que reconozco, eso sí, que como niña me das a elegir entre disfraz, fiesta y calabaza o pasarte la tarde de cementerio en cementerio aguantando pellizcos en la mejilla de las amigas de la abuela y no hay color…

  6. Lo poco gusta y lo mucho cansa. En mi casa la cosa aún no ha desbordado y en el colegio apenas lo tienen en cuenta (como excusa de actividades de comedor lo más) así que no me agobia. Pero cuando se nos va de las manos es un asco. Como Navidad, que me encanta pero si me la empiezan a anunciar antes de Todos los Santos me cabreo, ¡en orden cronológico, por favor!

    1. Es tal cual lo dices: Lo poco gusta y lo mucho cansa. Yo no lo habría definido mejor. Respecto a la navidad, totalmente de acuerdo. Me encanta, pero en su justa medida y, sobre todo, a su tiempo Parece que estamos adelantándonos siempre a lo que va a venir. Que la vida transcurre entre fiesta y fiesta

  7. Jajaja está claro que la odias.
    Yo no, yo parto de que cualquier excusa es buena para celebrar, venga de donde venga, así que Halloween lo celebramos con amigos.

    1. Oye! que también es buena esa filosofía de que cualquier excusa es buena para celebrar!!! Yo lo respeto. Pero que no me atosiguen las grandes superficies comerciales!!!

  8. Genial!!!! Yo no podría describir mejor mi odio a Halloween??? Vaciar una calabaza y poner dentro una vela encendida me parece mucho más divertido y menos comercial ? que todo este desfile de destripados y sangrientos.

  9. Bueno…. sacrificar animales por el Samain tiene algo de gore muy de Halloween… eh???
    Qué tal un mix??? jajajjaa
    Me ha encantado el post.
    Un beso. Vanessa.

  10. Me apunto, que tengo ascendencia gallega. A mí me repugna también. Pero he caído y voy a disfrazar al churumbel. Por eso de no parecer madre dejada. Jajajaj. Y porque me prestan el disfraz también. Tengo hasta dos para elegir. Si no… no creo que me hubiera gastado un duro. Bueno y también influye que me tengo ganas de verle disfrazado. Jajaja. Yo que renegaba de aquellos padres que disfrazaban a sus hijos a la mínima… Jajaja

    1. Al final a todos nos gusta verlos disfrazados y, sobre todo, disfrutar… pero la fiesta en sí a mí me parece un coñazo y, sobre todo, un coñazo importado, que es lo que más me fastidia

  11. Yo tampoco soy muy de halloween, no me gusta disfrazarme y lo de poner bichos para dar miedo menos aún. Seguro que cuando mi hija crezca y empiece el cole deberé tragar porque en el cole de este pueblo cada año lo viven más. Este año han decorado las puertas de las clases “vistiendolas” de brujas, monstruos y no se qye más. Y esto sólo en infantil, no me quiero imaginar los mayores… en fin.
    Eso sí, confieso haber mirado algún disfraz de brujita para mi peque (menos mal que para 3 meses no he encontrado nada!). Pero sólo por hacerle una fotito divertida jeje

  12. Me encanta! parece sacado de mi cabeza. Siendo de Cataluña, aquí lo que se celebraba, cuando era pequeña era: La castañada. Y me encanta. Comer castañas, boniatos, quedar con los amigos y divertirte en casa de alguien mientras comes estas delicias, o vas a la castañera de tu barrio a pedir más castañas asadas. Y bebes un vinito dulce o caliente para entrar en calor… Aixxx, que mal nos han hecho estas tradiciones importadas. Yo ahora me debado con mis amigos que quieren celebrar Halloween y les digo… Hagamos una castañada? Que alguien se disfrace de castañera. Asemos castañas. Bebamos vino caliente y divirtámonos como antaño. El problema… que no veo a muchos por la labor. Y miedo me da el día que la peque vaya al cole.

    Saludos

    PD: La única película que tolero esa noche es: Pesadilla antes de navidad.

  13. Como buena gallega ya sabes que en el norte de España se ha celebrado de siempre el Samaín. ¿Has visto las fotos de principio de siglo XX en Cantabria? Me recuerdan al niño este de la película El orfanato. En definitiva, siempre hemos tenido esa celebración aquí, aunque haya ido por zonas geográficas. Así que, aunque no lo sepamos, no es una tradición tan extranjera como nos quieren vender. Que ahora lo que está de moda es decir que “yo no lo celebro peor es de Estados Unidos” (que no América. Pero esa es otra lucha -perdida- …)

    Al margen de eso, cada uno es libre de disfrutarlo u odiarlo. Yo he decidido disfrutarlo. Ahora, hay otras cosas que odio, como San Valentín 😉

  14. A mí Halloween me gusta según como se vea. Si la idea para celebrarlo consiste en reunirse amigos para elaborar y comer pasteles de Halloween mientras se ve una película de miedo, dabuten. Ahora, si la idea para celebrarlo consiste en disfrazarse, que no cuenten conmigo. Odio disfrazarme y tener que comerme el coco con el disfraz que me voy a hacer jejejejejeje

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