La temporada 3 de “The Handmaid´s Tale” se estrena mañana, 5 de junio

Hace poco, muy muy poco, que encontré el valor para ver la segunda temporada de “The Handmaid´s tale“, El cuento de la criada, la serie que en 2018 fue la gran triunfadora de los Globos de Oro. La primera temporada me gustó tanto como me horrorizó; es una serie que se ve con los pelos constantemente de punta no por lo que ves, que también, sino más bien por todo lo que piensas. Para el que no la ha visto (o no ha leído el libro homónimo de la canadiense Margaret Atwood) la ficción narra con frecuentes flashbacks la historia de Defred que es una de las criada en la república teocrática y opresiva de Gilead. En esta distopía la tasa de natalidad está por los suelos así que las pocas mujeres fértiles son obligadas a trabajar como criadas para las familias poderosas. ¿Su función? Darles un hijo, y para esto son violadas repetidamente por el hombre de la casa. El poder lo tienen exclusivamente los hombres, y aún así entre las mujeres hay una escala social distinta: están las señoras, las criadas, las “marthas” (que son las sirvientas) y las “tías”.

Sí, suena y es, efectivamente, aterrador. Durante la primera temporada no podía ver más de un episodio seguido y desde luego, no podía hacerlo de noche por las pesadillas. A mí no me gusta el género de terror: odio los zombies, no me interesa nada la sangre, ni la violencia, ni nada por el estilo. Pero este es un terror de otro tipo, mucho peor. Con “The handmaid´s tale” sufres porque en el fondo la república de Gilead es contemporánea y muchas de las situaciones que en esta serie se narran podrían darse hoy perfectamente… hay cosas que nos resultan sospechosamente similares a cosas que vivimos. Eso es lo que asusta. Que Defred (o June Osborne) podríamos ser cualquiera de nosotras. Que nuestra vida como la conocemos podría cambiar radicalmente y encontrarnos así. Y también que hay lugares en este mundo en los que las mujeres están igualmente alienadas y miramos para otro lado.

No me gusta, como os decía, nada la violencia. Huyo de los productos audiovisuales que la reproducen porque, sinceramente, no me apetece nada sufrir. Pero a pesar de lo mal que lo pasé, de lo dura que fue para mí la primera temporada de la serie, la seguí viendo porque me parecía tan terrible como necesaria. Creo que es importante hacer visible hacia dónde nos pueden llevar los radicalismos, los extremismos. Es curioso porque en nombre de Dios se cometen las mayores tropelías y las mayores injusticias… justo lo contrario de lo que debería ser, en realidad. Pero me habían dicho que la segunda temporada era todavía más violenta, además de adentrarse en terreno inexplorado porque lo escrito por Atwood acabó ya y todo iba a ser fruto de los guionistas. No tenía estómago (ni HBO, dicho sea de paso, pero esto último era mucho más fácil de solucionar) y me resistía a verla. Hasta que lo hice. Y mira que la primera temporada me gustó, pero creo que la segunda me ha tocado aún si cabe más profundamente.

Me duele reconocerlo, pero es totalmente cierto que el ser humano es capaz de acostumbrarse a todo, hasta lo más terrible. La violencia en la primera temporada me dejaba tan hecha polvo como me dejó ver también en HBO el documental sobre el Dr. Larry Nassar, que abusó durante décadas de cientos de gimnastas menores de edad. En esta segunda temporada la violencia está, es igual de horrible, dura, cruda… pero tienes el callo hecho. No lo digo, creedme, con orgullo. Al contrario de lo que he leído en otros sitios, a mí no me parece que sea violencia gratuita. Era la parte que más me hacía resistirme a ver la serie porque mira, si la violencia tiene sentido en la narración, vale, pero violencia para abundar más en lo mismo no, me la ahorro. Para mí sí que tiene sentido. Es lo que te hace no olvidarte del miedo que tienen que vivir todos y cada uno de los días esas personas.

La segunda temporada no se entiende sin la primera. Se amplía el foco. Ya no es solo la historia de Defred sino la historia de las mujeres de Gilead. Quizás en la primera temporada me dio la sensación de que había dos bandos, los buenos y los malos, o mejor dicho, las buenas y los malos. Algunas cosas estaban dibujadas con gruesos brochazos, resultando en ocasiones ligeramente maniqueo. Pero esto no pasa en la segunda temporada. He de decir que para mí, de algún modo, es tan protagonista Serena Joy, la señora Waterford (Yvonne Strahovski) como la propia June (Elisabeth Moss).

Este es un personaje fascinante. En las propias palabras de la actriz que la interpreta, Serena es una “auténtica cabrona” y le resultó muy difícil interpretarla. Sin embargo, sin spoilers, hay momentos en los que tienes la sensación de que ella es tan víctima como la criada. Lo espectacular de la serie es que cuando por fin ves destellos de humanidad en Serena y comienzas, no a quererla pero sí a compadecerla, de repente hace algo que te hace volver para atrás. Esto es muy difícil de lograr en un personaje. Serena tiene tantas curvas como aristas y es un personaje de lo más atractivo por sus miles de matices. A mí ha habido ratos que me ha dado una pena infinita… y a continuación he querido estamparla, también es verdad.


Para mí en esta segunda temporada que recapitulo antes de que comience mañana, 5 de junio, la tercera hay dos temas que me parecen vitales. Por un lado toda la trama de Eden, la niña que todo lo hace bien y cómo se supone que tiene que hacerlo. Para mí es desgarradora y el detonante de todo lo que pasa a posteriori. Y por otro el peso de la maternidad en todos los episodios. Como madre la verdad es que es lo que más sencillo me ha resultado de entender. Todo lo que se hace y todo lo que te cambia la maternidad… lo que no quita para que sea perturbador en Gilead.

Si me he de quedar con algo de la trama, me quedo con la sororidad… cómo cuando estamos tremendamente jodidos mal a pesar de todo sacamos fuerzas para ser valientes de un sitio que ni siquiera sabíamos que teníamos y ayudar a quien lo necesita.

Si habéis visto las dos primeras temporadas, imagino que estaréis deseando ver la nueva temporada que se estrena ya en HBO España. Si no la habéis visto, hacedlo, pero estando preparados mentalmente para ello. No es una serie para acercarse con prisa, ni para hacer grandes maratones. Es una serie que necesita dejar su poso y removernos por dentro.

Fotos: Hulu.

Sara Palacios

Soy Sara Palacios, aunque en la red muchos me conocen como Walewska, mi nombre de guerra. Soy curiosa, inquieta, seriéfila, gafapastas y a ratos pedante. Los que me conocen dicen que tengo mucho sentido del humor y yo no sé si soy graciosa o no, pero que me gusta reírme continuamente es un hecho. ¡Soy una optimista incorregible!

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