Evidentemente, si quieres perder peso, sobre todo si son muchos los kilos de los que te quieres librar, lo mejor es que acudas a un especialista. Para afrontar un reto así debes contar con la supervisión de un profesional. Pero si de lo que se trata es de decir adiós a ese par de kilitos que te has puesto encima tras el verano, o sencillamente rebajar la ingesta de calorías, voy a compartir contigo algunos tips culinarios con los que seguro te son de ayuda.
Aceite
El aceite de oliva es un auténtico manjar, además de un producto bastante saludable… pero siempre que seamos moderados en su uso. Para ingerir menos cantidad puedes hacer lo siguiente:
- Moderar la cantidad que echamos en las ensaladas y la mejor forma de hacerlo es comprando un difusor culinario, de esos que te permiten pulverizar el aceite sobre la ensalada.
- Como puedes imaginar, mejor comer las cosas a la plancha que fritas. Pero incluso en el primero de los casos, limita la cantidad de aceite con ese mismo difusor.
- Otra buena forma de alejarnos de los fritos es cocinar más al horno, por ejemplo, las pechugas empanadas. También es una buena idea sustituir las patatas fritas por otras cortadas en rodajas y hechas en el horno tras pincelarlas con aceite y algunas especias. Otras preparaciones como el wok o el papillote también te ayudarán en ese propósito de cocinar con una menor cantidad de aceite.
Carbohidratos
He de confesaros que los carbohidratos me pirran, así, como concepto. Bueno, siendo rigurosos lo que me pirra es la pasta y el pan. A veces me doy un buen homenaje, pero cuando tengo ganas de pasta y no quiero “pasarme” tengo varios trucos:
- Utilizar pasta de trigo integral, que se elabora igual que la blanca, pero a partir del grano completo. Tiene más vitaminas, minerales y fibra elevado que en la pasta convencional. En general, es una máxima que intento seguir también con el pan. Pero ¡ojo! integral de verdad, no harinas enriquecidas con salvado o una parte de trigo o centeno integral para dar el pego.
- Hacer espaguetis de calabacín o lasaña de calabacín. La primera de las recetas no tiene ciencia más que hacerte con uno de esos utensilios de cocina que hace tiras de cualquier verdura. Después la salteo en la sartén, con una gota de aceite y le añado un poco de tomate, taquitos de jamón… lo que le echaría a cualquier otro plato de pasta. La única complicación es cogerle el punto de cocinado en función de si te gustan más hechos o “al dente”. La lasaña de calabacín también es un plato megafácil. Con el pelador de patatas hago laminillas de calabacín que sustituyen a las tradicionales de pasta.
- Bechamel de Maicena: Es justamente lo que su nombre indica. Empleas los mismos ingredientes -yo sustituyo también la mantequilla por aceite de oliva- pero en vez de harina pongo Maicena, que necesita mucha menos cantidad para que espese. No es la cosa más rica del mundo pero, como tampoco la como a cucharadas, sino como complemento de otros platos, el sabor es más que aceptable.
- Ojo con las salsas: Porque muchas veces, el problema de comer pasta ya no es solo los carbohidratos de la pasta en sí, sino con el tipo de salsas que lo acompañamos, como la carbonara, que son hipercalóricas. Por ejemplo, una buena pasta rellena, fresca, aunque tenga más calorías que unos espaguetis, por ejemplo, podemos acompañarla solo con un chorrito de aceite y unas virutas de queso -¡ojo! he dicho virutas, no vale rebozarla en queso, que nos conocemos-.
- Experimenta: Últimamente me gusta experimentar con diversos tipos de granos: bulgur y cuscús, sobre todo. Desde el punto de vista de calorías no es que salga ganando, pero son pastas que, no se por qué, me llama más comerlas con ensaladas o con verduras y ahí está la clave, en cambiar las proporciones: en vez de hacer pasta con… hago verdura con pasta.
- Suelo limitar el consumo de hidratos después de las seis de la tarde.
Desayuno
Renunciar a unas buenas tostadas de “pan del país” con pavo es una de las cosas que más me cuesta en el mundo. Así que voy alternando. No las he eliminado del todo, pero un día como tostadas, otro fruta, otros lácteos -¡ah! siempre desnatados-…
Muchas veces los desayunos se nos van de las manos en lo que a calorías se refiere, principalmente, por falta de tiempo. Ya hemos hablado en otras ocasiones que las prisas son el mayor enemigo de una dieta equilibrada. Total, que como vamos mal de tiempo, arrasamos con lo primero que encontramos en la despensa para desayunar. Y, desgraciadamente, ese tentempié rápido suele ser procesado y una bomba calórica. Galletas, cereales, zumos embotellados… ¿os suena? Renunciar a ellos pasa por dedicar un poquito más de tiempo a preparar el desayuno, así que toca madrugar más, organizarnos mejor… para introducir elaboraciones más sanas: huevos revueltos, fiambres bajos en grasa, tostadas integrales, fruta… Y, puestos a “guarrear”, mejor optar por un bizcocho casero que por un donuts.
Yo visito muchas páginas de comida sana, no porque sea una “talibana” de la alimentación, sino porque siempre cojo ideas de platos que en circunstancias normales no se me ocurriría cocinar, por ejemplo, para el desayuno. Os dejo el link a la de Paola Procell, de la que ya os hablamos aquí alguna vez.
Reuniones sociales
No se vosotros, pero a mí me cuesta contenerme cuando toca comer o cenar con los amigos. Al final, las celebraciones o una simple cena con invitados se convierten casi en un pretexto para comer rico y demás. Así que cuando me toca hacer a mí de anfitriona intento currármelo un poco y equilibrar el menú alternando productos tradicionales en estas reuniones informales -pizzas, snacks, bollería, patés, embutidos- con otros más “sanos” -ensaladas, cremas, revueltos, platos vegetarianos más elaborados…-