Hablemos de princesas

Os prometo que desde hace un tiempo estoy intentado eliminar de mi diccionario el lenguaje sexista/machista. Concretamente desde que a principios de año publiqué en mi blog una entrada que ponía el acento en esos pequeños pensamientos machistas que están interiorizados en el ADN de la generalidad de todos. Pero no me está resultando nada fácil.

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Veréis, siempre he sido una chica muy chica, es decir, lo que todo el mundo espera que sea una chica. Romanticona, sensibloide, adicta a las lentejuelas y brillos y fan del color rosa. Sí, así soy yo. Me encanta maquillarme, peinarme, ver pelis de amor… vamos, que cumplo con todos los estereotipos. En mi adolescencia soñaba con que llegara el príncipe azul que me salvara (aún hoy no sé de qué) y el príncipe llegó para convertirse en rana pasados unos años. Luego me estuve buscando, me encontré, me emparejé de nuevo, me volví a perder, fui madre, descubrí una nueva yo… así siempre en movimiento, dándome cuenta  con cada paso, al fin, de que la única persona que necesito para ser feliz es a mí misma. 

Desafortunadamente, hace un par de semanas tuve que escribir desde el dolor y la rabia una entrada en esta misma Magazine en la que decía

La superación de los roles de género debería comenzar en el propio hogar. Deberíamos dejar de criar princesas y caballeros para criar niños en general

Desde ese día, además de eliminar el lenguaje sexista también intento eliminar las diferencias de trato y pensamiento entre los niños y las niñas, vamos, intento llevar a cabo lo que proclamaba en mi post, sólo para cerciorarme  de que no es tan fácil como parece. Haciendo repaso a mi día a día me doy cuenta de que de forma habitual me dirijo a las amiguitas de mi hijo o a otras niñas de mi entorno como “Princesa”. Es algo que he estado haciendo inconscientemente desde siempre pero que en estos días me reconcome un poco cuando lo hago. hablemos-princesas_1

¿Por qué, entonces, lo sigo haciendo?  No tengo una razón clara, imagino que porque se trata de un comportamiento adquirido desde mi infancia a pesar de que como en mi casa no había hombres, ya que mi historia es similar a la de mi compañera Natalia, todas las tareas eran realizadas por mujeres, con independencia de que tradicionalmente se consideraran femeninas o masculinas. Pero lo cierto es que eliminar esos pequeños estereotipos anticuados requiere una constancia que no siempre soy capaz de mantener.

Hablemos, pues, de princesas y de qué transmite ese concepto. Dudo que lo primero que venga a vuestra mente sean mujeres luchadoras, la imagen es más bien la contraria: vestidos vaporosos, faldas de tul, maquillajes y peinados perfectos, actitud de espera paciente ante un príncipe que la sacará del hogar horrible en el que vive/la llevará a bailar/la salvará de horribles peligros. Las princesas son delicadas y necesitan ser cuidadas, eso es lo que les estamos diciendo cada vez que usamos la dichosa palabra. Porque reforzamos esa idea con cada película de Disney (excepción hecha de Brave, por ejemplo) que sus ojitos, pero sobre todo sus cerebros, contemplan. De la misma manera, nuestros hijos asumen que deben de cuidar a las chicas, salvarlas, hacerlas felices, ser los primeros en dar el beso (cuando recuerdo ahora mi adolescencia y primera juventud me veo claramente influenciada por los estereotipos en esa faceta). Ellos han de ser los machotes, los fuertes, la personalidad dominante en las relaciones entre hombres y mujeres.hablemos-princesas_3

¿Exagerado? Quizá haya quien lo vea así, pero permitidme otra reflexión. Estoy cansada de que sean ellas quienes deben de cuidarse de por dónde caminan, quienes han de tener la precaución al cruzarse con un grupo de chicos, quienes deben estar pendientes de cómo van vestidas. Estoy cansada de rememorar en las experiencias de las demás lo que fue una parte de mi juventud. Hace unos días lo recordaba al hilo de Trenes, un post que nos compartimos en el chat de la redacción: un día, después de que anocheciera en invierno, se me ocurrió volver a casa atravesando El Retiro en Madrid. Iba a paso ligero y, de pronto, me salió un hombre de la nada.  Sus palabras textuales fueron “ven aquí, que te voy a violar” y según las escuche salí corriendo con mi mochila hacia la salida más próxima. Afortunadamente, salí indemne. Nunca se lo conté a mi madre porque temía que me regañara, porque sentía la culpa de haber atravesado un lugar “peligroso” para llegar más pronto. A los dieciséis uno de los empleados de una heladería en la que pasaba casi todas las tardes, que tenía 33, me pidió que le acompañara a buscar cambio en una tarde lluviosa. Sólo me robó un beso, pero aquel tonteo que parecía inocente y que al principio me halagaba acabó por hacerme sentir mal, como si hubiera algo sucio en él.  Por supuesto, tampoco se lo conté a mi madre, formaba parte de ese sentirme mal. La sociedad me venía previniendo de que debía tener precaución y yo no le había hecho caso: las chicas llevamos impresa en nuestra genética la vulnerabilidad propia de nuestro género. No les enseñamos nada de eso a ellos, no les decimos que no lleven a una chica a la que doblan la edad a por cambio en una tarde lluviosa para deslizar palabras de “amor” en su oído y robarles un beso. No, a ellos solo les inculcamos que son los fuertes. Y luego nos llevamos las manos a la cabeza. 

Fotos: Pixabay

Let B. Díaz

Soy Leticia la mamá de Ojazos desde 2013, mujer desde 1978. Siempre corriendo y con mil cosas en la cabeza para hacer pero con poco tiempo para llevarlas a cabo. Escribo en Esto no es como me lo contaron y Las Letras de Let porque es lo que más me gusta hacer en el
mundo. Activa, habladora y comprometida, cabezota y risueña vivo en una permanente contradicción. Necesito contar las cosas que me pasan para que no se me enquisten en alma.

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15 comentarios

  1. Hace unos días me tocó discutir esas cosas.
    Mi hija se viste como le dicta la moda, (odio que viva tan pendiente) ahora tocan minipantalones.
    Pues hay quien piensa que va “buscando guerra” por eso.
    Llegaron a decir que vestir así incita a los hombres.
    Ni siquiera entendían que debían educar a sus hijOs para no juzgar a mi hija por su ropa

    1. Es terrible. Se supone que sabemos controlar nuestras pulsiones o que estamos en posición de poder controlarlas, se supone que vivimos en sociedad con unas normas de convivencia, no te abalanzas sobre nadie porque te parezca atractivo, las cosas no van así. Las jóvenes se visten cómo les gusta, no para convertirse en el objetivo de nadie y mucho menos para provocar nada. Asco y vergüenza, Marisa.

  2. No puedo estar más de acuerdo contigo.
    Yo misma me descubro usando frases de las de toda la vida de vez en cuando (más veces de las que me gustaría) y me enfado conmigo misma por ello.
    Al menos intentamos ser conscientes de ello…y creo que al final eliminaremos por completo el lenguaje sexista de nuestras vidas

    1. Ese es el espíritu compañera. Estoy segura de que lo conseguiremos. Un beso.

  3. Toda la razón, yo a veces pienso lo de como viste y luego pienso que ella no tiene la culpa,ojalá consiguiéramos la igualdad en todo

    1. La conseguiremos, conseguiremos que se nos valore en función de nuestras capacidades, dejaremos de ser un pedazo de carne para muchos. Que oye, a mí también me gustan los buenorros y no los acoso por ello. Un besote.

  4. Mucho trabajo queda por delante, y es que aunque cambiemos nosotros nuestros hábitos sexistas los que viven alrededor los mantienen y es una constante lucha para que no se los transmitan a nuestros hijos.
    Mi hija es princesa, ella quiere esos vestidos voluminosos, esas coronas y ese maquillaje. No lo ha visto de mí pero sí de sus compañeras de colegio. Todas son princesas. Yo me preocupaba pero luego descubrí que ella es princesa guerrera y junto a su vestido merengón rosa siempre va la espada del disfraz de su hermano porque tienen que defender el castillo, los dos juntos, mano a mano.
    Algo le estará calando no? Pues eso, que todavía queda mucho trabajo pero con tu granito de arena y otro mío y otros cuantos más poco a poco iremos cambiando los estereotipos

    1. Me ha encantado lo de la princesa guerrera. Creo que se trata de que los padres seamos más conscientes y poco a poco podremos superarlo. Lo que tú dices, que con cada granito de arena cambiaremos los estereotipos. Un abrazo.

  5. Tienes toda la razón y no puedo estar más de acuerdo con todo lo dicho. Sinceramente, creo que el problema aquí es que aunque nosotras no queramos esto, seamos conscientes e intentemos cambiarlo, muchas veces, en nuestra sociedad esto está más afincado y por mucho que queramos acabas cayendo en algunas cosas sin darte cuenta.
    Mi peque (así llamo yo a mi hija o a los hijos de los demás “peques” para no decir princesas, por ejemplo) solo tiene un año. Yo la visto con lo primero que pillo y me gusta, y su padre igual. Mi madre dice que la tengo que vestir más de princesa, una prima me dice que le ponga más coletas y diademas, que con ese pelo es una pena no llevar nada, y así hasta no sé cuantas cosas más. Parece una tontería, pero ya desde bien bebé querían una princesa, y yo pienso, puede ser una princesa, pero que no sea una damisela en apuros. Puede ser fuerte, con convicción e ideales, puede tener sus propios pensamientos y llevarlos a cabo y no por eso dejar de ser princesa, dejar de arreglarse o hacer mil millones de cosas. Por eso, mi hija a lo mejor viste más o menos como una princesa y yo le enseñaré a vestirse como quiera, le guste a los demás o no, pero también le enseñaré que eso del sexo débil es una patraña y que puede ser, como decías tú más arriba, una princesa tipo Brave, o Mulan, que aunque no es princesa, ya nos enseña muchos valores de los que aquí hablamos, entre ellos revelarse ante los demás, piensen lo que piensen ,porque sigue lo que le dicta su corazón, esté bien o mal.

    Saludos

    1. Me ha encantado tu aportación, muchas gracias por hacerla. No más damiselas en apuros. Un abrazo.

  6. es muy dificil, ciertamente. a mi me pasa con mis hijas, siempre las he llamado princesas y me cuesta cambiar la expresion

  7. Estoy de acuerdo con la mayor parte de lo que se dice en el artículo, pero un matiz. Como un chico se comporte de la manera sensible en que se plantea, es muy probable que no consiga pareja, pues las chicas prefieren a los chicos dominantes e incluso agresivos, a las ranas machistas les resulta fácil ser percibidos como príncipes azules.

    A los chicos machistas y dominantes les resulta más fácil emparejarse que a los chicos de mentalidad igualitaria y considerada. La misma Let. B. Díaz cuenta en su artículo que así fue en su caso.

    1. No digo en ningún momento que me emparejara con chicos machistas y dominantes, digo que esa era mi idea de cómo tenía que ser una relación.
      Creo que tu visión está muy estereotipada y que un chico de mentalidad igualitaria no tendrá ningún problema para encontrar pareja. A las mujeres no nos gustan que nos peguen, ni nos ninguneen, ni nos coarten la libertad. Lo siento pero discrepo de ti de parte a parte.

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