Mientras que en la consideración hacia las niñas hay prácticamente uninanimidad, lo cierto es que no ocurre lo mismo cuando hablamos de los niños. Ellos no son siempre considerados príncipes sino que también se les puede considerar guerreros. En cualquier caso, a ambos modelos se les presupone ciertas características como la valentía, la fortaleza física y sentimental (el manido “los chicos no lloran”) cosa bastante poco realista cuando hablamos de pequeños que están comenzando a manejar sus emociones y que han de lidiar con sus rabietas y enfados.
Y es que si damos una vuelta por nuestro común día a día nos daremos cuenta de que ellos también son víctimas del recurrente estereotipo. Frases tan sencillas (y habituales) como “ya se sabe, los chicos son más brutos” cuando su comportamiento es un poco más agresivo o “no le pegues que es una chica” de tal forma que en el loable intento no hacemos más que meter en su maleable cerebro que lo malo es dirigir esos golpes hacia una chica, de nuevo la princesa débil e indefensa. Les alentamos, además, de manera inconsciente a pegar si es otro niño, parece que ellos sí pueden solucionar las cosas a golpes.
Lo mismo ocurre cuando solo les compramos balones de fútbol, coches y, lo que para mí es completamente incomprensible, armas de juguete. ¿Por qué no pueden querer jugar con un bebé o con una cocinita? Quizá porque las mismas cadenas de jugueterías se empeñan en transmitir la idea de que son juegos de niñas fabricando todos esos juguetes en color rosa (y sí, ya sabemos que los colores no tienen sexo pero la idea asociada es siempre femenina). Os contaré una anécdota personal. Hace unos días, cuando mi hijo jugaba con el carrito de una de sus amigas, le pregunté si quería uno para él y me puse rauda a buscarlo en Internet. La respuesta de su padre fue “por ahí sí que no paso, un carrito no” a lo que respondí “¿es que tú no llevabas el carrito de nuestro hijo?”. Dice que lo hace porque se ve en la obligación.
Quizá el primer paso sea la superación de roles en la que estamos inmersos en la actualidad, debido a la salida al mundo profesional de ambos miembros de la pareja ya no son las mujeres quienes, en exclusividad, cuidan de la familia o se dedican a las tareas del hogar. A pesar de ello, parece que a los padres (y algunas madres) les cuesta aceptar ciertos juguetes o juegos para sus hijos. Puede que sea cuestión de paciencia pero mientras los adultos esperamos que las cosas cambien poquito a poco, los niños siguen bebiendo de la misma fuente añeja que lo hicieron sus padres: la del cabeza de familia, la del macho alfa, la del hombre duro que no siente ni padece y que, por supuesto, no derrama lágrimas. Más adelante, cuando aquellos niños se convierten en hombres, les supone un gran esfuerzo de consciencia superar lo que les instilaron en el alma. Hay grandes ejemplos de que es posible en la blogosfera paternal y es de agradecer que, desde sus líneas, lo muestren al mundo. Uno de ellos es Adrián Cordellat de Un papá en prácticas que os recomiendo leer y que está implicado en varias iniciativas en este sentido.
Volvamos al principio, a ese momento en que nuestros pequeños empiezan a tener conciencia de ellos mismos, de su diferencia con las niñas, cuando tienen que lidiar con esas emociones que les sobrepasan, ¿vamos a decirles que no lloren porque “es cosa de chicas”? ¿Habéis reflexionado alguna vez acerca de lo que supone para ellos? En pleno desarrollo de lo que serán les decimos que nieguen sus pulsiones… ¿no les haremos daño, algo duradero y complicado de revertir? Niños y niñas son niños. Juntos sienten y juegan. Dejémosles ser iguales, digámosles que son iguales, hagámosles sentir que son así. Hagamos un favor de futuro a este mundo.
Fotos vía Pixabay
Hace años le regalé a un amigo de mi hija un juego con escoba, fregona, cubo…todo en miniatura ¡era una monada! y se lo regalé porque me lo pidió él mismo.
Sin embargo su padre se enfadó porque dijo que “no quiero que mi hijo sea un maricón” (palabras textuales).
Tenemos taaaanto camino por recorrer…
Desconocía que las apetencias sexuales y gustos sentimentales venían determinados por las elecciones de juguetes y juegos. Cuánto me queda por aprender. Un beso compañera
Totalmente de acuerdo contigo. Mi hijo jugará con lo que él quiera, igual que lo hace mi hija: cocinita, carritos de bebés, muñecos, coches, pelotas, etc. Armas de juguetes no, es lo único que no va a entrar en mi casa, ni para el niño ni para la niña.
Para mí,como decía en el artículo, lo de las armas es del todo incomprensible: con todo lo horrendo que pasa en el mundo por su culpa deberían estar vetadas de cualquier hogar. Un abrazo.