Deliciosas, saludables y sostenibles alternativas para superar nuestra adicción a la carne

Somos uno de los países europeos que más carne consume, cuatro veces por encima de lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud y deberíamos empezar a comer menos carne por la cuenta que nos trae. Es que, en serio, comemos carne animal por encima de nuestras posibilidades, sobre todo teniendo en cuenta que la inmensa mayoría de la carne que consumimos proviene de macrogranjas que como señalaba Alberto Garzón cuando era ministro de consumo, son “las que tienen un impacto muy superior a una ganadería convencional y sostenible. De hecho, la ganadería extensiva es plenamente sostenible en la mayor parte de los casos.”

Entonces comemos más carne de la que necesitamos para vivir y encima eso hace, no solo que estemos más enfermos, sino que también el planeta lo esté ¡menudo negocio!

Por otra parte casi medio millón de niñas y niños en nuestro país sufren malnutrición por no poder comer carne o pescado suficiente, según datos de la Plataforma de Infancia y a esto hay que añadirle que con los datos que maneja el Instituto Nacional de Estadística, resulta que los gastos en alimentación son los segundos más importantes para las familias españolas después de la sempiterna hipoteca de la casa en la que vivimos.

Si comemos demasiada carne, los que la comemos, si ese exceso nos sale muy caro en cuanto a contaminación y deterioro del planeta pero también a la hora de ir al supermercado a hacer la compra, tan caro que hay una población infantil a la que le faltan proteínas en su dieta ¿no sería una idea revolucionaria para solucionar todos estos aspectos negativos que redujéramos el consumo de carne y buscáramos alternativas más asequibles y saludables? 

Comer menos carne no es lo mismo que no comer carne

Que nadie entre en pánico, que nadie está diciendo que haya que abrazar el veganismo por obligación. Lo único que parece sensato plantearse seriamente es comer menos carne en general, de pollo, de cerdo, de cordero, de ternera.

Concretamente sobre la carne roja (la carne de ternera que compramos en el supermercado) la Organización Mundial de la Salud lanzó la primera llamada de atención, allá por el año 2015, sobre su calificación como posible cancerígeno. Es sencillo, según este organismo internacional, el consumo excesivo de carne roja es un factor determinante a la hora de padecer algunos tipos de cáncer.

La revista científica The Lancet sigue en esa misma línea y planteaba la necesidad de cambiar la tradicional pirámide alimentaria que a día de hoy se sigue explicando a nuestros hijos en el colegio. Para los científicos de The Lancet la verdura, la fruta y el cereal (sobre todo el integral) debe ser predominante sobre todos los demás alimentos, y en el apartado de las proteínas, ellos plantean que no tienen por qué ser estrictamente vegetales, ahí abren la puerta a las legumbres para ampliar las posibilidades de alimentarnos de forma equilibrada.

Una de las mejores opciones para reducir el consumo de carne de procedencia animal son los huevos. Tienen proteínas de alto valor biológico, contienen todos los aminoácidos esenciales que necesita nuestro organismo, son ricos en Vitamina B12, tienen un precio asequible y son muy versátiles a la hora de preparar distintas recetas.

Los médicos y expertos en nutrición explican que para ir reduciendo el consumo de carne animal, podemos empezar por cambiar el concepto que tenemos a la hora de servir los platos. Debemos pasar a poner como guarnición la carne y como principal las verduras y las hortalizas.

También podemos darle algo más de protagonismo al pescado y a las conservas de pescado, sobre todo de pescados pequeños que pueden ser una opción estupenda para alguna de las cenas semanales.

¿No sería una idea revolucionaria para solucionar todos estos aspectos negativos que redujéramos el consumo de carne y buscáramos alternativas más asequibles y saludables?  Clic para tuitear

Más vegetales, menos animales

Incluso para buscar la proteína necesaria para nuestro organismo, podemos aportarla a través de vegetales y legumbres, además de las vías tradicionales que ya hemos visto que no son precisamente las más recomendables.

La soja es una de nuestras aliadas en esta búsqueda de alternativas a la proteína de origen animal. Desde la soja texturizada que resulta muy versátil en la cocina y la encontramos fácilmente en prácticamente cualquier supermercado, al tofu que se elabora también a partir de la soja.

Una ración de entre 50 y 75 gramos de soja cubre casi las necesidades proteicas diarias de un adulto, algo que conviene tener en cuenta.

Los garbanzos, las lentejas y las alubias nos aportan 20 gramos de proteínas por cada 100 gramos de alimento, están por debajo de la soja pero no son nada despreciables si queremos reducir el consumo de proteína animal en nuestra dieta. Además hay que tener en cuenta el aporte de fibra, vitaminas y aminoácidos que añaden a nuestra dieta.

Con todos estos alimentos, cada día se elaboran más alternativas a la carne que huelen igual que la carne, se parecen a los filetes, las hamburguesas o el bacon tradicional aunque no tengan ni un gramo de derivados animales entre sus componentes.

El sabor de estas carnes vegetales o carnes veganas, es en lo que se está trabajando más para agradar el paladar de todos los consumidores de productos animales y conseguir que la transición sea deliciosa para todos.

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Pilar Fonseca

Primero fui mujer, después periodista, luego esposa y ahora además de todo eso madre. Esto último me obligó a reorganizar todo lo anterior.
Me gusta escribir y comunicar.
Disfruto con un buen libro, una buena película, una buena serie, un buen viaje y una buena charla con amigos.
Podría alimentarme sólo de queso y chocolate acompañados de un buen vino, una que es mujer de gustos sencillos.

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